Al principio de los noventa, el cultivo del pimiento de invernadero en el Campo de Cartagena vivía una situación fitosanitaria insostenible, con dificultades en el control químico de Frankliniella occidentalis transmisor del virus del bronceado del tomate (TSWV), que ponía en peligro la rentabilidad del este cultivo. Buscando revertir la situación, se iniciaron una serie de experiencias de control biológico del trips, que culminaron con un cambio completo de la estrategia de lucha que atajó de raíz la problemática y que mejoró la situación fitosanitaria de todo el agroecosistema de la comarca. Este proceso debe ser consolidado y el mejor camino para conseguirlo es apostar por el fomento de la biodiversidad.
En el año 1993 inicio mi trayectoria profesional, muy motivado después de asistir el año anterior al curso de ADV de la Comunidad Valenciana, al cual estaré siempre agradecido, a la organización y al profesorado, especialmente al maestro Jose Luis Porcuna, que sembró en nuestro interior la semilla de unos profesionales comprometidos con el agroecosistema. En el curso me impactaron las clases magistrales de D. Alfredo Lacasa sobre los trips y sus depredadores.
A mi llegada a la cooperativa Surinver, me encuentro con una situación desesperada: el control del trips Frankliniella occidentalis en el cultivo del pimiento en invernadero por medios químicos es imposible, tratamientos semanales, mezclando varios insecticidas, con escasa efectividad, poblaciones descontroladas e invernaderos arrasados por TSWV.
Desde la dirección técnica de la cooperativa se me encarga dedicar mis esfuerzos en buscar una solución que pasara por el control biológico; eran frecuentes en aquella época los viajes técnicos a Holanda, donde la lucha biológica era ya una realidad desde hacía tiempo. También se intuían esperanzas observando que al final del cultivo, cuando los agricultores dejaban de aplicar tratamientos químicos, había una entrada natural de Orius, observándose disminuciones en las poblaciones de trips. Además, por aquel entonces comenzaban su andadura los primeros invernaderos ecológicos y los agricultores observaban con sorpresa que no les iba mucho peor en cuanto a incidencia del virus, a pesar de que no se usaban productos químicos.