Sin duda nos encontramos en un momento complejo. Cuando escribimos estas líneas, el mundo y España en particular se enfrenta a uno de los mayores retos sanitarios, económicos y sociales de las últimas décadas. La pandemia del COVID 19 lo acapara todo y va a dejar tras de sí una huella que será difícil de olvidar. El resto de las cuestiones pasan a un segundo plano. Por eso escribir de sanidad vegetal en estos momentos podría resultar accesorio, o en cierta forma banal. Pero no lo es. Esta crisis sin duda nos debe hacer replantear muchas cuestiones y entre ellas, la necesidad de establecer políticas públicas que garanticen una salud y sanidad adecuadas. Sin esta adecuada ordenación y dirección pública, estos problemas y sus consecuencias se agravan, poniendo en evidencia dos cuestiones; en primer lugar, el valor primordial que la salud tiene para cualquier persona, y por otro y muy directamente relacionado, lo necesario que resulta garantizar la disponibilidad de alimentos y que para ello es fundamental proteger nuestras plantas. Basta recordar que el 80 % de los alimentos que consumimos provienen de las plantas, y estas son nuestros “respiradores”, ya que nos proporcionan el oxígeno que necesitamos para vivir. Sólo protegiendo a las plantas, protegeremos la vida.
Además la sanidad de los vegetales es fundamental para la actividad agrícola, para el mantenimiento de los ecosistemas y como decimos infiere directamente en la salud de las personas, proporcionado alimentos en cantidad y con la necesaria calidad.
Esta transcendencia es conocida por los agentes que trabajan el sector agrario, pero además debemos alcanzar también un nivel mayor de concienciación por parte de la sociedad. Con la perdida de conexión entre el sector agrícola y la mayor parte de la sociedad que vive en grandes urbes, resulta complicado que se conozca lo que aporta la agricultura y a esta, la sanidad vegetal. Sin duda y en esta línea se tiene que comprender, que para lograr una estrategia adecuada de protección de las plantas, resulta imprescindible contar con determinados medios de lucha, y que por lo tanto la disponibilidad de productos fitosanitarios es todavía y suponemos que durante tiempo, esencial. La sociedad debe tomar conciencia de que, sin estos métodos de protección, no hay producción, ni calidad ni actividad económicamente rentable y sostenible y que no será posible por lo tanto producir los alimentos que necesitamos.
La FAO señala que entre un 40 y un 20 % de la producción agrícola mundial se pierde cada año a causa del ataque de los insectos y enfermedades de las plantas que pueden propagarse de un continente a otro. En estos momentos con unos 7.000 millones de personas habitando el planeta, se estima que más de 800 millones sufren problemas de malnutrición. Las previsiones señalan que para el año 2050 seremos más de 9.000 millones de habitantes; ¿seremos capaces de alimentar a toda esta población?
La disponibilidad de recursos (suelo agrícola, agua… etc.) está ya muy limitado, por lo que el gran reto durante las próximas décadas, será limitar al máximo la pérdida de cosechas que producen estas plagas y enfermedades. Es allí donde se podrá obtener el margen suficiente para como decimos, alimentar a esta población creciente, y sin duda será un reto que deberá afrontar la sanidad vegetal para poder proporcionar alimentos en cantidad y calidad suficiente
Desde nuestra posición de países desarrollados, hemos vivido durante años en una confianza casi absoluta; disponíamos de sistemas sanitarios avanzados que permitían garantizar nuestro bienestar y nuestra salud y también de alimentos suficientes, baratos y fácilmente accesibles para la mayor parte de la población. Esta seguridad se ha visto en parte alterada por la crisis del Covid19 y debe servir para reflexionar y poner en valor la importancia de la agricultura que nos da de comer y lo que la sanidad vegetal aporta en este contexto.