En este artículo se plantean dos objeciones, relacionadas con la técnica de aplicación, relativas a la evaluación y uso de productos fitosanitarios en cultivos 3D. También se intenta dar respuesta adecuada a las mismas en base a la aproximación de los escenarios evaluativo y productivo.
Como introducción, puede ser interesante releer el Reglamento 1107/2009/CE, definición 18, sobre buenas prácticas fitosanitarias: “… los productos deberán ser aplicados a la dosis mínima necesaria para asegurar un nivel de eficacia aceptable”. También lo expresado en la norma EPPO PP1/225: “… para reducir la exposición ambiental y personal al producto, debe asegurarse que únicamente se aplica la dosis mínima que alcanza el efecto deseado sobre la plaga objetivo”.
Podemos convenir pues que, en condiciones ideales, la dosis a aplicar coincide con la dosis mínima efectiva, depositando sobre el objetivo tratado el ingrediente activo (i.a.) en cantidad suficiente para ejercer el control eficaz de la plaga.
Convendremos también que a escenarios distintos les corresponden dosis distintas (kg o L/ha). El equipo de aplicación es un componente fundamental de dicho escenario, ya que de él depende la cantidad de producto depositada sobre los órganos vegetales y, consecuentemente, la eficacia del tratamiento.
Un tratamiento eficiente supone un incremento substancial de las deposiciones o, dicho de otra manera, posibilita reducir la dosis total a aplicar (kg o L/ha) con respecto a un tratamiento de baja eficiencia, aproximándolo a la dosis mínima efectiva.
En cultivos arbóreos, la medida de deposiciones se realiza mediante el análisis de residuos en hoja del i.a. o de un trazador (ISO 22522:2007). Las deposiciones se expresan en cantidades de i.a. (mg/cm2) o de caldo (mL/cm2) recuperadas por unidad de superficie foliar. Estos trabajos son hoy en día muy habituales en la evaluación de equipos de tratamientos, siendo perfectamente asumibles el tiempo requerido para la toma de muestras y los costes de la analítica.