Desde hace años, la producción de alimentos frescos en el ámbito de la UE está sometida a fuertes presiones y cambios en lo que se refiere a la seguridad alimentaria y la sanidad vegetal. Como todos sabemos, el origen de estos cambios se encuentra en las demandas cada vez más exigentes del consumidor y en la presión ejercida por diversas organizaciones, concienciados cada vez más en que es fundamental eliminar y reducir la presencia de pesticidas en los alimentos que consumimos por los efectos nocivos que estos tienen para la salud y el medio ambiente. La labor desarrollada intensamente durante los últimos años por organizaciones ecologistas y de consumidores ha llevado a las grandes cadenas distribuidoras de alimentos a imponer restrictivas normas en cuanto al cumplimiento de los Límites Máximos de Residuos (LMR´s) por parte de los productores, para poder asegurarse un producto libre de pesticidas o con una presencia de materias activas por debajo incluso de los límites máximos que imponen oficialmente las propias normativas comunitarias.
Además de los criterios cada vez más restrictivos impuestos por las grandes cadenas de distribución, nos encontramos con la presión que ejercen sobre el sector productor las restrictivas políticas de la UE. Estas han eliminado progresivamente numerosas materias activas y han endurecido los criterios para el registro de nuevos formulados para el control de plagas y enfermedades, al mismo tiempo que se desarrollan nuevas normas con el objetivo de fomentar soluciones más sostenibles, respetuosas con el medio ambiente y que sean inocuas para el consumidor.
En este breve análisis sobre el contexto actual de la lucha contra plagas en cítricos no podemos olvidar los problemas cada vez más frecuentes derivados de la falta de eficacia de los productos fitosanitarios existentes en el mercado, unas veces por el abuso de una misma materia activa y otras veces por el comportamiento de las plagas y la generación de resistencias a determinadas materias activas. Todo ello provoca que los productores tengan que recurrir a estrategias de control integrado de plagas, como un medio para lograr varios objetivos a la vez: garantizar el acceso a herramientas eficaces y autorizadas para controlar las plagas y producir de acuerdo con los nuevos estándares de calidad impuestos por los supermercados y los consumidores.