La producción española de cítricos se estima en la presente campaña en torno a siete millones de toneladas. En la cuenca mediterránea, la producción citrícola podría llegar hasta los 23 millones de toneladas, siendo España el primer país productor, seguido de Egipto, con unos 4,9 millones de toneladas, y Turquía, con algo más de 3,7 millones (FAO-2016). En la Comunidad Valenciana, la primera productora de cítricos en España, se producen cerca de 4 millones de toneladas. Otras regiones productivas son, por este orden, Andalucía, Murcia y Cataluña.
La producción de mandarinas españolas se centra fundamentalmente en la Comunidad Valenciana, en donde se cultivan alrededor de unos 1,7 millones de toneladas y, dentro de este grupo, la variedad ‘Clemenules’ ocupa el primer lugar con cerca de 800.000 toneladas (Aforo 2018). La primera provincia productora de esta variedad es Castellón, donde cerca del 75% de la producción (450.000 toneladas) de mandarinas es ‘Clemenules’. Esta cantidad de fruta se tiene que comercializar durante los meses de noviembre y diciembre, ya que por las actuales condiciones climáticas y el empleo masivo del patrón Citrange carrizo, las características organolépticas de esta variedad comienzan a decrecer de forma significativa a primeros de enero. En la campaña 2017/18, la producción de ‘Clemenules’ se cifró en algo más de 500.000 toneladas en toda la Comunidad Valenciana y los precios de compra en campo se situaron entre los 0,25-0,35 cts./kg. En la presente campaña, se han producido unas 300.000 toneladas más, una circunstancia que ha tenido como consecuencia negativa que un 35% de la cosecha en la provincia de Castellón no se haya llegado a recolectar. Estos datos y observaciones claramente indican que es urgente abordar una reestructuración varietal, fundamentalmente en la provincia de Castellón, que permita la cosecha y comercialización de nuestras mandarinas en un marco de rentabilidad aceptable.
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La competencia de terceros países como Sudáfrica a principios de campaña, cuando comercializamos nuestras mandarinas precoces, ha sido decisiva en la evolución de la actual campaña citrícola. Pero tampoco podemos olvidar la creciente importancia de países de la cuenca mediterránea como Egipto, Turquía y Marruecos que, aunque dirigen sus exportaciones principalmente al mercado ruso, también comercializan en países europeos una parte nada despreciable de su producción y por ello constituyen una competencia directa de las exportaciones españolas.