Suena a repetido, pero no hay que bajar la guardia frente a peligros que parecen remotos. Así, mientras que algunos ayuntamientos deciden prohibir las aplicaciones dirigidas e inocuas de herbicidas, durante los últimos cuatro años y solo en la Comunidad de Madrid se han registrado los fallecimientos de cuatro personas por caídas de árboles provocadas por el viento.
Estos lamentables accidentes no deberían provocar eliminaciones injustificadas de árboles cuya presencia hace que la ciudad sea más llevadera, pero son necesarias medidas de gestión proporcionadas. Estas medidas deberían contemplar la selección de especies para plantar en lugares de riesgo, pues plantas como los olivos, avellanos u otras de porte arbustivo parecen menos peligrosas por rotura de troncos que los chopos o pinos. Luego, durante el desarrollo, hay que aplicar podas de mantenimiento o renovaciones adecuadas, pues la poca profundidad del suelo en algunos casos –aunque el riego sea frecuente- y la altura que las copas pueden alcanzar en su búsqueda de la luz representan una combinación peligrosa en zonas expuestas al viento. En cualquier caso, y especialmente cuando hay datos de incidentes previos, hay que revisar los peligros que implican las acciones humanas para reducir la exposición y el riesgo.
¿Por qué tienen tan mala prensa los fitosanitarios? En el reciente y último libro “Factfulness”, el profesor H. Rosling analizó diez razones por las que nos equivocamos sobre el progreso del mundo y por qué las cosas están mejor de lo que uno piensa. Las diferencias entre la percepción de los encuestados y los datos oficiales se refieren a cuestiones globales, pero muchas son también aplicables a los fitosanitarios y pueden dar lugar a lo que ahora se llama noticias falsas. El sesgo implícito en la selección y dramatización de noticias publicadas –no es cierto que las primaveras sean silenciosas a los 56 años del libro de Rachel Carson-, la rapidez de los cambios –que a menudo supera nuestras visiones parciales- y los instintos de generalización, de miedo o de culpa sin duda contribuyen a la quimifobia relacionada con los productos que contribuyen a la sanidad de los cultivos.