Se prevé que hacia 2018 la concentración atmosférica de dióxido de carbono (CO2) supere las 410 ppm, un aumento de alrededor del 30% frente a la primera medición realizada a finales de la década de 1950 en Mauna Loa, Hawaii (~315 ppm). Las previsiones futuras para finales de siglo señalan como valor probable de CO2 una cifra de entre 600 a 1000 ppm (Pauchari y Reisinger, 2007).
El CO2 se absorbe en la porción infrarroja del espectro, por lo que el aumento de su concentración desempeñará un papel significativo en el calentamiento de la superficie. En el medio ambiente físico, el cambio de unas temperaturas superficiales y estacionales a episodios de precipitaciones y clima extremo afectará, a su vez, a la biología de las plantas. La naturaleza de este papel, tanto en términos de cambios en la demografía de las plantas como de competencia, entre otros factores, sigue siendo objeto de investigaciones actuales.
El CO2 en aumento tiene además otro papel en la biología de las plantas, y es un papel fundamental: la fuente de carbono de la fotosíntesis. Los niveles actuales de CO2 se encuentran por debajo de los óptimos para cerca del 95% de todas las especies de plantas, las que tienen la vía fotosintética C3. En consecuencia, las plantas deberían responder positivamente al aumento de CO2. Acerca del impacto del aumento del CO2 en la fotosíntesis y en el crecimiento potencial de las plantas se afirma en ocasiones que “el CO2 es alimento para las plantas”; algunos investigadores lo consideran un beneficio universal (Robinson y Robinson, 1997).