La realidad es que, en lo que respecta a la sanidad del olivar, están cayendo chuzos de punta, como lo evidencian los nuevos y graves episodios parasitarios.
Dicen los expertos que “el aumento de los niveles normales de gases como CO2, N2O, CH4, etc. en la atmosfera provoca la subida de las temperaturas del aire y de los mares, siendo eso, principalmente, el origen del calentamiento global y, consecuentemente, del cambio climático. El aumento de la temperatura y la consiguiente irregularidad de los regímenes de lluvias de las distintas regiones conlleva un desplazamiento de los periodos de floración de las especies vegetales y una modificación de la microflora y microfauna asociada, lo que provoca, a su vez, la exaltación de las poblaciones de parásitos y patógenos de vegetales”.
Realmente, el cambio climático está afectando gravemente a la salud de las plantas, pero en la agricultura el cambio no solo se reduce al clima. Se ha pasado del ámbito local al global –globalización–, los sistemas tradicionales de cultivo se han convertido en superintensivos y, económicamente, existe una disminución de inversiones en la investigación de fitosanitarios de síntesis industrial, lo que limita la terapéutica necesaria para controlar las plagas y enfermedades exaltadas por los anteriores cambios.