Hasta ahora, en España, la política sobre Sanidad vegetal casi siempre se ha hecho por el procedimiento del ‘arreón’: se desarrollan medidas eficaces después de una catástrofe o un escándalo.
Entre las diez plagas de origen biológico que Dios envió a Egipto solo una fue provocada por vertebrados, las ranas; el resto fueron las langostas, las moscas, los piojos y un patógeno del ganado. Lo que no se nos cuenta en el Pentateuco es por qué consideraron los egipcios la sobreabundancia de ranas un problema, cuando en muchas partes de España son un manjar.
En cualquier caso, en los tratados de la Sanidad vegetal española, las plagas que forman los vertebrados han sido siempre episódicas hasta que comenzó el siglo XXI.
En 2007, una plaga de topillos (Microtus arvalis) arrasó más de 500.000 hectáreas de cultivos en Castilla y León y provocó pérdidas millonarias. Otras plagas actuales de vertebrados son los ocasionadas por ciervos y jabalíes. La extraordinaria densidad de ciervos del Parque Nacional de Monfragüe está provocando considerables daños a muchas especies autóctonas, y los jabalíes han incrementado su población en España de manera alarmante: de 30.000 que había censados en el año 1980 han pasado a 300.000 en 2016. Especie que no solo causa daños a los vegetales, sino también a los humanos y animales, principalmente a estos últimos, a los que, en la actualidad, está trasmitiendo la tuberculosis bovina y la peste porcina africana. También diversas especies de aves han incrementado extraordinariamente su población en nuestro país hasta constituir plagas. Entre estas están las palomas, aunque su peligrosidad actual está más referida a los humanos, al trasmitir en sus excrementos uno de los micromicetos (Cryptococcus gattii) asociado a células de pacientes con ELA, y otra especie avícola, el estornino o tordo (Sturnus unicolor), también es un problema para los agricultores, siendo en la actualidad la principal plaga de la higuera, un cultivo de altísimo interés socioeconómico.