La evolución de cepas y poblaciones resistentes a los plaguicidas es uno de los mayores retos a los que se enfrenta la agricultura moderna. Las actuales regulaciones han reducido el número de materias activas disponibles, lo que puede llevar a un uso repetido de los mismos compuestos, o de materias activas del mismo grupo. Un uso excesivo de sustancias con el mismo modo de acción puede desembocar en el desarrollo de poblaciones resistentes a todas las materias activas de ese grupo. Por tanto para un uso sostenible de los fitosanitarios es imprescindible el seguimiento de estrategias de prevención de resistencias.
El cultivo de la vid se enfrenta a un buen número de plagas y enfermedades, que son controladas con diferentes métodos siguiendo las directrices de la Gestión Integrada de Plagas (GIP). Sin embargo el control químico sigue siendo el principal método para evitar los daños producidos por algunas especies. En estos casos la presión selectiva ejercida por los fitosanitarios puede llevar al desarrollo de resistencias si no se hace un uso correcto. No se conocen muchos casos de resistencia a insecticidas o acaricidas en las plagas de la vid. Para Lobesia botrana solo existe una cita de resistencia a indoxacarb en Italia (Civonali y col., 2014). El uso de otros métodos de control eficaces, como la confusión sexual, parece que está evitando el desarrollo de resistencias a insecticidas. Sin embargo, un uso exclusivo y predominante de la confusión sexual podría ejercer suficiente presión selectiva como para llevar al desarrollo de resistencias a la confusión sexual (Torres-Vila y col., 1997). El melazo de la vid, Planococcus ficus, parece haber reducido su susceptibilidad a la mayoría de los insecticidas, y su control se basa en uno o dos productos. Esto puede provocar el desarrollo de resistencias a los productos aún eficaces, por lo que conviene realizar actuaciones con otros métodos de control. Para otras plagas como Frankliniella occidentalis y Tetranychus urticae hay abundante literatura sobre resistencia (Bielza 2008, y Van Leeuwen y col., 2010), pero no parece que en la vid la resistencia esté siendo un problema hoy en día. En cambio dos enfermedades de la vid, Botrytis cinerea y Plasmopara viticola, están entre las 12 especies consideradas de alto riesgo de desarrollo de resistencias por el Fungicide Resistance Action Comittee (FRAC, 2014). Además el oídio de la vid, Erysiphe (Uncinula) necator, está en la lista de patógenos con riesgo medio de desarrollo de resistencia, aunque la EPPO (European and Mediterranean Plant Protection Organization) clasifica esta especie también como de alto riesgo (EPPO, 2012). Además, algunas de las clases de fungicidas que se utilizan para controlar estas enfermedades están clasificadas como de medio-alto riesgo de desarrollo de resistencias (FRAC 2014). Es el caso de los bencimidazoles (metil-tiofanato contra botritis), dicarboximidas (iprodiona contra botritis), fenilamidas (benalaxil, benalaxil-m, metalaxil, y metalaxil-m contra mildiu), estrobilurinas (fungicidas QoI) (azoxystrobin, famoxadona, piraclostrobin, y kresoxim-metil contra oídio y mildiu) y los inhibidores de la succinato deshidrogenasa (SDHI) (boscalida y fluopiram contra botritis y oídio). En la Tabla 1 se detallan los fungicidas autorizados en vid contra botritis, mildiu y oídio, organizados por modos de acción y con las recomendaciones de manejo de la resistencia.