En España, el cultivo de la vid ocupa frecuentemente grandes superficies en un contexto paisajístico dominado por los propios viñedos, se practica laboreo intensivo (muchas veces acompañado de la aplicación de herbicidas) y es habitual el uso de otros productos fitosanitarios, algunos de los cuales son poco selectivos. Por todo ello, es normal observar una reducida biodiversidad en los agroecosistemas vitícolas. En este contexto, las plagas de la vid disponen de una fuente muy abundante de alimento sin que se dé una presencia significativa de elementos que amortigüen sus incrementos poblacionales. Por ello, cualquier práctica que potencie la presencia de los enemigos naturales de las plagas (es decir, aquéllas que implementen el Control Biológico por Conservación) son altamente recomendables. En esta línea, se están realizando esfuerzos como los concretados en el Proyecto Life+ 2009 BioDiVine ("Demonstrating functional biodiversity in viticulture landscapes") en el que se planteó el objetivo de promover la puesta en práctica de acciones de mejora que tuviesen como resultado una diversificación del paisaje vitícola y, consecuencia de ello, un aumento de la biodiversidad y, más concretamente, de la biodiversidad funcional.

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