Los productos naturales han sido y siguen siendo una excelente fuente de inspiración para nuevas moléculas insecticidas. A principios de la década de los ochenta, se recogió una muestra de suelo en una destilería de ron abandonada en el Caribe, como parte de un programa para la búsqueda de los microorganismos del suelo con actividad biológica. A partir de esa muestra, una nueva especie de actinomiceto (Saccharopolyspora spinosa) fue aislado. Extractos de la fermentación del caldo de S. spinosa mostraron actividad por contacto y por ingestión contra rosquillas (Spodoptera eridana). Teniendo en cuenta la rareza de productos naturales con actividad por contacto contra lepidópteros, este descubrimiento impulsó nuevos estudios que condujeron a la identificación de una serie de nuevas estructuras macrocíclicas, más tarde llamadas "spinosines" que dieron lugar al desarrollo del insecticida de Dow AgroSciences Spinosad (SpintorTM 480 SC), bien conocido y ampliamente utilizado en estos momentos. Spinetoram, el nuevo insecticida de Dow AgroSciences, supone un avance significativo.

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