El algodón es un cultivo tradicional en España. Después de varios siglos, en que se llegaron a cultivar hasta 346.000 hectáreas a principios de los años 60, en años más cercanos la superficie oscilaba entre las 80.000 y 100.000 hectáreas, ubicadas fundamentalmente en Andalucía y en menor medida en el Levante. La aplicación en 2006 de la reforma en el régimen de ayudas al cultivo ha supuesto unas modificaciones de tal calado que la producción total de fibra llegó a reducirse en 2008 hasta apenas un 17% de la producción anterior a la reforma. La superficie sembrada ha bajado de las 60.000 hectáreas y las producción media de la hectárea han descendido más de un 60%.

 

INTRODUCCIÓN

 

En el nuevo régimen ha permanecido acoplada a la siembra un 35% de la ayuda por lo que este cultivo continúa siendo de los más rentables para el agricultor pero, al no estar hasta ahora condicionada la ayuda a una producción mínima, las prácticas culturales han sufrido un cambio drástico hacia una reducción de insumos que optimice el balance económico de la explotación.

El algodón, caracterizado en su día por un uso intensivo de fertilizantes, insecticidas, herbicidas,... tuvo un punto de inflexión en el año 1979, con la creación de la primera ATRIA. Durante 25 años se ha aplicado una estrategia de control integrado que ha ido modelando al propio sector, más allá de la práctica fitosanitaria. En 2002 se publicó el primer reglamento de Producción Integrada de Algodón en Andalucía. El paso desde las ATRIA a este nuevo modelo de cultivo fue progresivo, hasta que en 2006, con la ya citada reforma, se estableció una medida de ayuda agroambiental ligada a la Producción Integrada de algodón. A partir de ese momento en torno al 80% de la superficie se ha acogido a esta estrategia de manejo del cultivo, jugando un papel fundamental los 180 técnicos contratados por los agricultores para su asesoramiento.

En el actual marco, al menos hasta la campaña de 2009, excluidos quienes han optado por cobrar la ayuda desacoplada y sembrar otros cultivos, la disyuntiva está entre quienes siembran y prácticamente no vuelven a intervenir, ya que no pretenden alcanzar producción alguna, y quienes buscan obtener una cosecha acorde con unos insumos reducidos. Es en este último caso donde los técnicos pueden jugar un papel importante que permita mantener el tejido productivo que conlleva este cultivo y de forma determinante la actividad de las empresas desmotadoras ya que sin ellas el propio sentido del cultivo desaparecería. En esta línea, para la campaña de 2010 está previsto incluir unos rendimientos mínimos que contribuyan a garantizar la continuidad del cultivo del algodón en mejores condiciones de rentabilidad para el agricultor.

 

 

El control fitosanitario del algodón

Desde el punto de vista del manejo integrado otro elemento, en este caso común a todos los cultivos, ha venido a interferir en los últimos años y ha sido la desaparición de numerosas sustancias activas como consecuencia de la aplicación de la Directiva 91/414.

El algodón se ha visto afectado en dos grandes campos, el de los herbicidas y defoliantes por un lado y, sobre todo, el de las sustancias dirigidas contra lepidópteros, como más adelante veremos.

En este entorno, el control fitosanitario del algodón está sufriendo algunas modificaciones respecto a la práctica de unos años atrás. La plaga que condiciona el cultivo continúa siendo Helicoverpa armigera hasta el punto de que la mitigación de sus daños interfiere en numerosas prácticas agronómicas. Desarrolla 3 generaciones en el cultivo, pero un total de 5 a nivel de zona.

Antes del algodón utiliza como huéspedes otros cultivos como garbanzos, tomate para industria, girasol o la vegetación espontánea. Después del algodón se ha encontrado sobre todo en vegetación espontánea, pero también en alfalfa o incluso en los cítricos. La primera generación que afecta al algodón comienza con la aparición de los primeros botones fructíferos, hacia el mes de junio. Afecta a aquellas parcelas más precoces, pero las poblaciones suelen ser bajas y su severidad no viene siendo excesiva. En estos casos es frecuente tener que intervenir químicamente y la eficacia, si bien limitada, suele considerarse suficiente.

Aunque no siempre hay una diferenciación clara entre generaciones, a partir de mediados de julio aumenta el vuelo de adultos que darán lugar a la segunda generación. En los últimos años viene siendo ésta la más perjudicial para el algodón. Sus poblaciones son muy elevadas y a menudo superan sistemáticamente los umbrales de tratamiento. Puede afectar a todo tipo de parcelas pero son las más atrasadas las que se ven más perjudicadas ya que su fenología es con frecuencia más atrayente para realizar la puesta y son destruidos sus primeros órganos fructíferos, lo que repercute en la producción tanto por la pérdida directa de éstos como por el consecuente exceso de desarrollo vegetativo. Dado que el actual ciclo de cultivo es más corto, en estas parcelas será ya muy difícil la reposición de estos órganos.

A mediados de agosto se inicia la tercera generación, aunque generalmente solapada con la anterior. Su severidad puede ser muy elevada, como en la campaña de 2008, o verse mitigada por factores como la climatología, un estado de desarrollo próximo al agostamiento del cultivo o la propia ausencia de órganos fructíferos.

El heliotis genera una media de 2 aplicaciones por campaña, lo que significa alrededor del 60% de los tratamientos plaguicidas de una parcela, pero a menudo las intervenciones se limitan dada la baja eficacia de éstas. Todo esto se traduce en una pérdidas que en algunos casos llega incluso a que no sea rentable la recolección. Todos los agricultores vienen sufriendo una merma importante de la producción esperada, pero esta disminución es menor en las parcelas más precoces. Por ello deben aplicarse aquellas medidas que conducen a este fin: una preparación del terreno con suficiente anticipación, la siembra temprana con variedades de ciclo medio o corto, estimular el desarrollo inicial, evitar el exceso de desarrollo vegetativo que retrase la entrada en fructificación, no disminuir la retención por un mal manejo del riego, realizar las aplicaciones químicas al alcanzar el umbral de tratamiento sin retrasar la decisión, evaluar el papel de fauna auxiliar,...

La segunda plaga en importancia en las últimas décadas es un lepidóptero específico del algodón: el gusano rosado, Pectinophora gossypiella. El abandono de la siembra temprana bajo plástico, medida obligada por la ayuda agroambiental, implica un retraso fenológico y una aparición tardía de los primeros botones florales sobre los que debe hacer la puesta la generación procedente del invierno. De esta forma la población de esta primera generación, denominada "suicida", se ve muy mermada y consecuentemente la gravedad de esta plaga está descendiendo. Aun así, genera una media de 1 aplicación química por parcela y año, con un 30% de parcelas que deben realizar 2 o más tratamientos. Solo para luchar contra esta especie se recurre a productos piretroides. Algunas prácticas que están apareciendo en la nueva situación del cultivo, como son el mantenimiento del rastrojo sin desbrozar o la siembra directa de cereal tras el algodón, favorecen la supervivencia invernal.

 

Plagas secundarias

Otras plagas, hace años muy graves en el algodón, como la araña roja o los pulgones, han visto reducido su estatus a plagas secundarias que, aun manteniendo un carácter de riesgo que impide bajar la guardia, son manejadas con relativa facilidad. El control de la vegetación espontánea con antelación a la siembra es una medida habitual que limita la incidencia de la araña roja, Tetranychus urticae.

Esto unido a la disponibilidad de un acaricida de gran eficacia y relativamente bajo impacto sobre la fauna útil, permite que sólo se tenga que intervenir en un 20% de parcelas. Aphis gossypii es el principal pulgón que puede afectar a este cultivo, con dos periodos de presencia significativa: uno de mayor riesgo, en la fase inicial hasta finales de junio, y otro posteriormente, pasado mediados de agosto.

Aunque su incidencia es muy variable, estando muy condicionada por la climatología, el actual modelo de planta de poco desarrollo vegetativo no estimula su desarrollo. A ello se une la ausencia de intervenciones con plaguicidas hasta la llegada de heliothis, lo que permite la actuación de la fauna auxiliar en el periodo de instalación del cultivo. De esta manera, en los últimos años tan sólo ha sido necesario controlar los pulgones en un 10-15% de parcelas. En este caso también se dispone de productos específicos de elevada eficacia.

 

Plagas emergentes

Relacionándose con el nuevo modelo de cultivo, en las últimas campañas están emergiendo dos de las plagas tradicionalmente secundarias: earias y mosca blanca. Earias insulana es un lepidóptero que ataca únicamente al algodón y que tradicionalmente se asocia a su cultivo en secano o bien cuando se riega de forma deficiente en suelos ligeros. Hay zonas donde sus daños son habituales desde hace tiempo, pero el actual manejo del cultivo está conduciendo a un aumento en la incidencia y a la generalización de sus ataques. En muchas comarcas están aumentando las parcelas en las que no se riega y apenas se interviene con fitosanitarios. Allí las poblaciones se multiplican y cuando son suficientemente elevadas y a menudo han agotado los órganos fructíferos en esas parcelas, invaden zonas próximas afectando a parcelas que no necesariamente reúnen las condiciones óptimas para el desarrollo de la plaga pero que son aprovechadas.

Puede desarrollar hasta 6 generaciones, alternando entre diferentes parcelas de una zona. A lo largo de su ciclo la población va en aumento, de leves ataques iniciales en los terminales de las plantas antes de la aparición de botones, a una o dos generaciones que a menudo pasan casi desapercibidas, mezclados con los daños de heliotis, hasta que a finales de agosto y en septiembre sus ataques son ya muy llamativos.

Afecta sobre todo a cápsulas pequeñas, aunque también puede dañar botones e incluso cápsulas grandes. La incidencia de esta plaga se agrava por el solapamiento de las generaciones, lo difícil de

detectar la puesta y la baja eficacia de los productos disponibles para su control.

Los daños van aumentando cada año. En las comarcas tradicionalmente afectadas y en otras donde han aumentando el tipo de parcelas citadas los ataques van en aumento en el periodo medio del ciclo, siendo de señalar el caso de Córdoba, pero a partir de mediados de agosto los ataques se están generalizando.

En 2009 los daños han sido más graves, a lo que ha debido contribuir el prolongado periodo de altas temperaturas que hemos tenido durante todo el verano e incluso el inicio del otoño.

La mosca blanca, Bemisia tabaci, es una plaga de gran severidad en numerosos países que en nuestro caso se ha considerado generalmente secundaria, exceptuando algunos episodios de gravedad asociados generalmente al empleo de productos polivalente y especialmente a los piretroides. Por otra parte, en nuestra zona venía siendo una práctica habitual el empleo de la sustancia activa metomilo contra otras plagas, en especial heliotis, lo que suponía varias aplicaciones a lo largo de la campaña. Este producto tiene un contrastado efecto indirecto contra mosca blanca, ya que sin ser de una eficacia muy alta, la controlaba a niveles razonables. Desde su retirada viene aumentando la incidencia de esta plaga.

La enfermedad más grave que afecta al algodón es provocada por el hongo Verticilliumdahliae. Su incidencia, muy importante desde la aparición de su cepa defoliante a principios de los 80, se encuentra a la baja. Si en las últimas décadas el manejo de la enfermedad se basaba fundamentalmente en la rotación y el empleo de variedades tolerantes, desde hace cuatro años el desarrollo de esta enfermedad se ve limitado por el reducido aporte de nitrógeno y de agua que se viene realizando, así como por el acortamiento del ciclo del cultivo.

 

Conclusiones

Podemos concluir que todos los aspectos agronómicos del algodón se han visto drásticamente afectados por las nuevas condiciones económicas que ha impuesto la reforma del régimen de ayudas. En ese difícil equilibrio que siempre hay que buscar, la rentabilidad de éste cultivo se basa más en la reducción de los insumos que en el aumento de la productividad. También el control fitosanitario se ha visto muy alterado, agravado en este caso por la reducción en las sustancias activas disponibles y en especial por la falta de herramientas para controlar una plaga que puede limitar el cultivo, como es Helicoverpa armigera.

Nos vemos impelidos por una parte a la reducción en el empleo de fitosanitarios y por otra parte a lograr una producción suficiente para rentabilizar la inversión efectuada, pero disponiendo de menos armas y en un escenario en el que es necesario adaptarse a plagas emergentes y a unas condiciones agronómicas en que se ha reducido muchísimo el margen de error en la toma de Larvas de Heliotis en cápsulas. decisiones.

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