Por un inevitable contagio repetitivo, y después de todo lo que ha caído en las economías nacional y mundial, se tiende a llamar crisis cualquier alteración que sufra una actividad productiva.
Sin embargo, no parece lógico pensar que la situación actual del sector citrícola sea una crisis similar a la existente a nivel nacional ni que tenga relación con ella.
Las dificultades en el sector citrícola surgieron, en la campaña 2003/04 y desde entonces solo hubo un ligero alivio en la campaña 2005/06 (excepto en la variedad Clemennules) por un apreciable descenso de la producción como consecuencia de la helada de enero de 2005.
Las dificultades actuales, más bien permanentes, tienen su fundamento principalmente en:
- Una sobreproducción por encima de lo absorbible por los mercados
- Por una parte la pasividad de las administraciones públicas, y por otra, la carencia total de la autogestión que debiera tener el sector a través de sus interprofesionales, da como consecuencia la imposibilidad de administrar una mínima regulación de las campañas.
- Un desajuste estructural en la oferta, derivado del reducido tamaño de empresas y cooperativas, frente a la concentración de la demanda correspondiente a las grandes superficies.
La actual situación de sobreproducción, tiene su fundamento principalmente en el crecimiento de la superficie plantada debido a la facilidad de las nuevas transformaciones con el empleo del riego por goteo, el menor riesgo de heladas severas en los últimos 25 años, y la disminución de la vocación hortícola en las explotaciones.
El exceso de producción era previsible e inevitable considerando que, entre los años 1991 y 2006, se vendieron 70.719.940 plantones del conjunto de variedades de cítricos por los viveros de la C. Valenciana, lo que representa una superficie media anual de 9.823 hectáreas.
Las cifras de exportación alcanzaron un máximo de 3.610.407 toneladas en la campaña 2006/07 y, aunque se mantienen altas, no es suficiente para evitar excedentes, dado que el mercado nacional no tiene crecimientos acusados y la industrialización, no tiene un papel decisivo en la absorción de la producción y más después de la reforma de la OCM.
Posición competitiva actual
Cuestionar la competitividad del sector suele ser muy frecuente en situaciones difíciles. Para su evaluación, una primera estimación comparativa puede efectuarse a través de las cifras de comercio exterior en años de creciente globalización.
El crecimiento de las exportaciones españolas de cítricos se ha manifestado con una tendencia creciente, y entre las campañas 1991/92 y 2006/07 el incremento gradual ha tenido un valor medio anual de 75.000 toneladas. El sector se ve competitivo, a pesar de las amenazas, tanto por vía nacional como internacional.
El predominio español se manifiesta en la proporción que representan sus exportaciones respecto al total del Área Mediterránea, que es del 70% en mandarinas, 50% en naranjas y 68% en limones. Por otra parte, la cuota de España en las importaciones de la Unión Europea procedentes de los países mediterráneos es superior al 75% en cualquiera de las tres especies mencionadas, una posición dominante que no se refleja en los precios, por la competencia entre sus empresas.
Actuaciones en el sector
Antes de proponer actuaciones, y considerando la realidad en su justa medida, señalamos algunas acciones en marcha, o en proyecto, y sus efectos.
La reconversión varietal, planteada como reforma fundamental, es una cortina de humo, en la que con una actuación en 3.600 hectáreas anuales, el 1.08% de la superficie plantada (332.626 ha según la ESYRCE) se pretende remediar un desfase oferta-demanda de carácter varietal que apenas existe. La sobreoferta afecta a todo el sector.
Aunque la innovación varietal sea un factor importante en la competitividad de la citricultura española, no parece racional volcar sobre las explotaciones la que puede llegar a ser una desmesurada cifra de nuevas variedades y creer que va a ser la solución principal. Actualmente hay equipos científicos suficientes para la obtención y experimentación, y legislación que regula las diferentes fases del proceso. No obstante, siempre quedara pendiente el comportamiento real de cada variedad hasta que haya superado varias campañas con fases completas de producción / comercialización. En la dilatada historia de la citricultura los fiascos varietales no han sido raros, y los costes que representan mas bien invitan a pensar cual puede ser el número idóneo de variedades absorbibles, con independencia de los méritos de los investigadores y las voces influyentes de viveristas y exportadores.
Se perfila, en un futuro inmediato, la formación de clubes de producción limitada de determinadas variedades que alcanzarán precios superiores a las variedades más comunes; siempre será positivo pero nunca una solución importante para el sector. Las presentaciones son deslumbrantes, pero el movimiento se demuestra andando.
En favor de las rentas mencionamos los pagos únicos y el seguro de ingresos que se cita como proyecto. El pago único, y definitivo a partir de 2010, la verdad es que no sirve de mucho y no será extraño que la UE con sus disposiciones tan absurdas en la PAC cualquier día lo elimine.
Respecto al seguro de ingresos, de momento es un proyecto solicitado y anunciado. En España hay experiencias en la patata de media estación y tardía con escasa aceptación, pero es un tema nuevo para los agrios. En otros países (Estados Unidos y Canadá) se han aplicado diversos modelos de seguros de ingresos.
En principio, en España, por parte de Agroseguro hay capacidad y organización para la implantación. El problema es la debilidad de los ingresos cuya frecuencia le da carácter estructural. Cuando hay el mas mínimo exceso de producción las caídas de precios son muy acusadas y si no hay exceso tampoco suben significativamente porque se recurre a las importaciones. El seguro no va a ser instrumento de subvenciones masivas con cargo al Estado para compensar unos precios insuficientes un año tras otro; su verdadera misión es la estabilización de los ingresos y compensar años irregulares.
Una consecuencia que se puede derivar, tanto de los pagos directos como de una posible implantación de seguros de ingresos, es el descenso del nivel de marginalidad en las explotaciones; habría menos abandonos, menor descenso en la producción y oferta a bajos precios, lo que favorecería aun más la posición de las grandes cadenas de distribución que actualmente dominan el proceso comercial.
Se han comentado algunas de las medidas, que no consideramos decisivas y a continuación se señalan las que parecen más fundamentales.
En principio, excluimos el minifundio y los costes como origen de todos los males de la citricultura, y nos centramos en la clave de la difícil situación que se asienta en el proceso de formación de los precios en un mercado que no es concurrencial.
Para un reducido número de cadenas del comercio minorista en la Unión Europea, en las que las 6 primeras acumulan más del 65% de las ventas, existe en España un conjunto de empresas exportadoras y cooperativas con dimensiones insuficientes. La actuación y comportamiento de las grandes cadenas es la de un oligopolio de demanda, con imposición de normas y precios en descenso. Su escaso número podría permitirles la formación de cartels, al menos por acuerdo tácito, pero parece obvio que ni siquiera lo precisan, dadas las facilidades del comportamiento individual y la carencia de responsabilidad colectiva del subsector exportador español.
En síntesis, como en el proceso comercial ("o cadena de valor y formación de los precios") quien aporta el producto es quien tiene más riesgo de cobrarpor bajo de sus costes, o no cobrar, se proponen las siguientes medidas dentrodel ámbito legal y comercial:
- Resulta imprescindible, ante la concentración de la gran distribución, concentrar la oferta a través de un reducido número de entidades o grupos exportadores, cada grupo debe elegir el modelo empresarial más conveniente.
- Regular los márgenes parece difícil de legislar, pero obligar a que el precio al productor en una etiqueta sea proporcional al precio final, según una escala debidamente establecida, podría ser posible. No se hundirían los principios liberales.
- Mayor autogestión del sector por parte de las interprofesionales Intercitrus y Ailimpo.
- Interprofesionales del sector y administraciones han de planificar cada campaña, con asignaciones de cosecha a comercialización e industrialización, seguimiento semanal de las salidas, y comunicando la previsión de importaciones.
- Sería conveniente reducir el número de marcas, especialmente las que son propias de un consumo más general. Quedarían aparte las marcas de gran calidad con precios superiores a la media general.
- Legislar si es legal o no la venta "a resultas".
- Trazabilidad, no sólo la sanitaria y comercial, también la "administrativa y legal". Cada parcela debiera tener posibilidad de seguimiento, con uncontrato válido y devolución del IVA, sin que el propietario tenga que admitirque le usurpen este derecho.
- Por todos los poderes públicos exigir a la UE que se eviten los perjuicios de la globalización y de los acuerdos preferenciales. El denominado Fondo de Crisis parece que, de momento, duerme, como otras medidas de protección.
- Parece difícil y dudoso que la garantía de unas retribuciones dignas al cultivador pueda proceder de seguros o subvenciones. Los productos deben tener unos precios justos, pagados por el consumidor, y con una comercialización correcta.
Finalmente, las medidas más fundamentales están relacionadas con la comercialización; en la etapa de producción es necesario actuar sobre el aumento de los rendimientos que es la vía más adecuada para rebajar los costes unitarios, racionalización de tratamientos fitosanitarios, optimizar la renovación y reestructuración de plantaciones y racionalizar la recolección.
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