Es, sin duda, el complejo que menos cuesta en instalación. Nos viene dado como un regalo de la Naturaleza. Y parece que no lo tratamos con el debido respeto. Cualquier otro trabajo, nos exige cuidado, más inversión, éste lo tenemos porque sí. Ahí está él, pidiendo muy poco para producir. Y lo da todo, casi sin pedir nada. Pero, eso sí, demanda cariño, buen trato, con darle agua limpia y pura, añadiéndole poco más, nos da frutos, nos da vida, nos da patatas, cebollas, alcachofas, tomates, pimientos..., y todo sólo el sabe fructificar y cuidar con esmero, si las personas saben darle cariño, atención, y siempre como una madre con sus hijos, nos pide una sonrisa, un mimo cuando haces el trabajo que luego, al cabo del tiempo, te brindará con la cosecha.
También llora y se queja, cuando las condiciones ambientales, como una enfermedad, impiden su trabajo, lo cuestionan con el exceso de lluvia o la falta de la misma, y si el sol, su benefactor quema lo que produce, calla y se esfuerza en mejorar para seguir produciendo. ¿Lo tratamos bien? Precisa cariño, porque todo lo da a fuerza del mismo, y queda satisfecho, cuando su producto hace felices a los humanos.
Es una dádiva que viene del amor por la Naturaleza, pese a no tratarla con el cariño y dedicación que ella nos ofrece sin demanda alguna. Es así en su multiplicada producción, especialmente cuidada al máximo, en cualquiera de sus producciones. Y sufre con los excesos del clima, que no merece. Lo tenemos tan fácil a nuestras demandas, que casi no le damos importancia. Y sufre con los reveses que le envía quien más quiere: el ambiente fuera de naturalidad, el tiempo que no es del tiempo.
¿Pero lo tratamos bien, con cuidado? No, cuando amanece un día que no es del tiempo, clamamos en su contra. En la vida cotidiana existen bajas y alzas. A él no le perdonamos que no este en su momento normal. ¿No pasa lo mismo en la llamada realidad de las personas, al que han dado en llamar el Rey de la creación?. Y al campo y su circunstancia no le personamos que nos de días no aptos para su trabajo, entrega que exige solamente algo de cariño y cuidado.
A veces, nos perdona con su raciocinio callado y su Sol, que viene a ser la química natural que lo cuida y lo fecunda, con el agua limpia de los nacimientos. ¿Existe algo que se le parezca y que haga más por los humanos, sin pedir nada?
Solamente cuando alcanzamos edad mayor, nos damos cuenta de cuánto le debemos. Es entonces cuando, sin darnos cuenta, hemos adquirido sabiduría, entendimiento, cultura... Y también es entonces, cuando comprendemos tantas cosas de la vida que en su momento, no nos explicábamos.
Ahí lo tenemos, como un amigo y compañero entregado a nosotros, dispuesto a dárnoslo todo, sin pedir nada más que algo de cariño, de atención y cuidado como el que debemos darnos a sí mismos. Porque es él quien nos facilita lo mejor de su existencia, con la ayuda del Sol, del agua y de la brisa, que mueve sus hojas con alegría y se mueve con gracia. ¿Qué más podemos pedir?
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