Los paisajes rurales configuran nuestra historia a través de la acción conjunta de la naturaleza y del hombre. Francisco Rodríguez López, Ingeniero Agrónomo, por motivos de su profesión, ha recorrido con asiduidad y entusiasmo estos paisajes rurales, captándolos con su cámara y ofreciéndonos ese "saber ver" en su libro "El alma del paisaje rural", recientemente editado por el Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino. La revista PHYTOMA-España quiere ofrecer a sus lectores una breve pincelada del mismo como colofón del veinte aniversario de la revista: "20 años, 20 temas: El hombre en la agricultura".

 

 

Todos admiramos los grandes paisajes formados por las enormes fuerzas de la Naturaleza a lo largo de la historia geológica: las grandes cadenas montañosas, los inmensos desiertos de arena, las inacabables extensiones de hielos, las playas paradisíacas, las selvas impenetrables, las atronadoras cataratas...

Sin embargo, hay otros paisajes que, siendo generalmente mucho menos espectaculares, no resultan por ello menos bellos.

Me refiero a los paisajes rurales, que se han ido configurando, poco a poco, a lo largo de la historia humana, por la acción conjunta y armoniosa de la naturaleza y del hombre, razón por la que estos paisajes poseen una importante característica esencial que no tienen los anteriores: el encanto entrañable que dimana de la huella laboriosa de incontables generaciones de hombres y mujeres que se han afanado, día tras día, siglo tras siglo, realizando su trabajo paciente y constante, arañando la corteza de esa tierra, esa madre tierra, evidente y sencilla, tan próxima, tan querida y tan necesaria, y a veces tan hostil y tan odiada, y de ese modo, han humanizado la pétrea, ciega y pura naturaleza, labrando sus campos, sembrando sus parcelas, suavizando horizontes, construyendo pacientemente ribazos y hormas en sus bancales, plantando con esmero árboles y arbustos, edificando sus moradas y dependencias y las de sus animales, con características adaptadas a su suelo, a su clima y a sus hábitos; en resumen: cuidando con amor y tenacidad sus pedazos de tierra, tierra en la que nacieron, tierra que les sustentó durante su vida, a veces con benignidad, otras con hosca dureza, y tierra que, finalmente, les acogió en su propia entraña al terminar su tránsito por este mundo.

 

 

EN SUMA, EN MI PUEBLO LOS HOMBRES MIRAN AL CIELO MÁS QUE A LA TIERRA, PORQUE AUNQUE A ÉSTA LA MIMEN, LA SURQUEN, LA LEVANTEN, LA PEINEN, LA ARIQUEN Y LA ESCARDEN, EN DEFINITIVA, LO QUE HAYA DE VENIR VENDRÁ DEL CIELO. LO QUE OCURRE ES QUE LOS HOMBRES DE MI PUEBLO AFANAN PARA QUE UN BUEN ORDEN EN LOS ELEMENTOS ATMOSFÉRICOS NO LES COJA UN DÍA DESPREVENIDOS; ES DECIR, POR UN POR SI ACASO.

MIGUEL DELIBES

 

 

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