Es bastante más que difícil resolver el problema citrícola que afecta al conjunto de la producción nacional y, en consecuencia, a su colocación tanto en la exportación como en el consumo interior de España. Recuerdo mi primer artículo en prensa, en 1956, lo fácil y concreto que pudo ser, cuestión esta difícil hoy.
El crecimiento de la producción, en parte por ser natural y exógeno de otro lado, nos ha llevado a pensar que contamos con un exceso de producción, a la vez que lo que antes se complementaba, hoy es motivo de disputa porque lo que sobra hace daño a la totalidad de la producción, y con ello a los mismos que la producen. Se olvida que en muy pocos años hemos aumentado de un modo excesivo a la par que otros países, especialmente de esos que se llaman emergentes que se han colado por un agujero en el mercado que antes dominábamos tan sólo dos países, en cuanto se refiere a la exportación y al llamado mercado propio, o sea, el de la llamada Unión Europea.
Y el modo de superar la crisis en la que está en particular nuestro país no admite nada más que un solo camino, a saber, moderar en forma el exceso de producción. Esto es algo más que conocido en economía y política de ventas.
Muy especialmente en el añadido que tiene para los países que, como el nuestro, se han situado a unos niveles en sus costes que antes no eran lo mismos, pues su cortedad jugaba en beneficio de los propios costes. Entre tanto, son varios los países del área del Mediterráneo, a los que estamos acostumbrados a denominar países del CLAM, que cuentan con una economía que facilita los costes de producción, entre ellos los jornales que se pagan en Marruecos, Túnez, Egipto, Turquía, incluso Grecia y Chipre, aún siendo miembros de la Unión Europea.
Así las cosas, si a ello añadimos el peso de hoy de los millones de plantones puestos en la Comunidad Valenciana, especialmente en mandarinas-clementinas y navel lane late, habremos de comprender donde está el problema. El resto son elucubraciones en torno a la nada. Nos sobra producción o nos falta mercado, pero es mayor lo primero para un mercado que tiene una oferta mayor de la que puede consumir a un precio "x", pero concreto. Y, sin embargo, los costes son fijos, tanto para el pequeño propietario como para el mediano, quizá con la exclusión del que tiene mayormente estructurada su propiedad.
He estado dando previsiones de muchos años que jamás fueron escuchadas. No se admiten las uniones en el cultivo de una misma unidad de venta, por ejemplo, la que podría efectuar, especialmente, las cooperativas, lo que mejoraría sus costes de producción; el no competir las cooperativas de una misma población. ¿Y qué decir del exportador? Esta es la lógica del comercio. Pero se olvida que la base es que hemos llenado de arbolitos los campos, sin tener en cuenta otros factores. Y esto también lo han hecho otros países de los citados, sea cual sea su organización de ventas, cooperativa o exportación libre. Difícilmente, los costos irán hacia atrás. Por lo tanto, hay que estudiar la situación y ver qué se hace. Pero sí digo que es más que imposible que se vuelva a los tiempos en que teníamos 900.000 toneladas de naranja sanguina, es que se vendía la naranja en enero y se cobraba en marzo, aún no exportada.
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