Durante estos últimos veinte años los parásitos fúngicos que afectan en la postcosecha a nuestros cítricos no han variado. Son los mismos. Alguno de ellos, Botrytis y Colletotrichum), han aumentado un poco, principalmente como consecuencia del aumento del cultivo y la desaparición de fungicidas. También las resistencias a Penicillium son hoy más amplias y frecuentes. Si bien la aplicación de las nuevas técnicas microbiológicas y físicas pueden frenar el desarrollo de los hongos, actualmente la lucha química, bien organizada y utilizada, constituye la base del control de las enfermedades postcosecha.
INTRODUCCIÓN
A finales de los años 70 del siglo XX escribíamos que "las enfermedades de la postrecolección constituyen en la actualidad uno de los mayores problemas patológicos de nuestra citricultura". Treinta años más tarde tenemos que reconocer que nada o muy poco ha cambiado, más bien ha habido un incremento de la incidencia de las mismas, sí bien en porcentajes pequeños. Por lo tanto, las enfermedades de la postrecolección continúan siendo hoy uno de los asuntos más preocupantes del sector citrícola.
Las enfermedades de la conservación de los frutos que originan el podrido son debidas: a) causas parasitarias, en las que el agente productor es siempre un hongo; b) causas fisiológicas donde no existe un agente parasitario primario y su resulta se debe a factores internos del fruto o a una conservación defectuosa. Posteriormente, en un estado más avanzado de la alteración, agentes secundarios (hongos, bacterias, insectos y nematodos) colaboran en la misma.
Es sabido que aun realizando un buen uso de la técnica en todas las operaciones que comprenden: recolección, acondicionado, conservación y transportes, en los frutos cítricos se producen, normalmente, porcentajes de podridos debidos a los hongos comprendidos entre un 4 y 6% de todo el producto manejado en una campaña de comercialización. Estos porcentajes pueden aumentar, lo que sucede muchas veces, especialmente cuando las condiciones de manejo de la fruta no están muy perfeccionadas y, sobre todo, si la misma es introducida en los almacenes en periodos donde la humedad del aire (lluvias y rocíos) es elevada o con temperaturas superiores a los 24-25ºC. En tales casos es fácil encontrar tasas medias de podridos que sobrepasan en mucho las cifras indicadas.
La producción de agrios en nuestro país es alrededor de los 6 millones de toneladas, de la que destinamos a la exportación un 54-56%, a la industrialización un 16-17% y al consumo interior un 20-21%. Con estas cifras, podemos comprender que las pérdidas por podridos debidos a los hongos en una campaña de comercialización pueden llegar a ser considerables, lo que preocupa al sector citrícola y nos debe situar con realidad ante este importante problema fitopatólogico.
Principales hongos causantes del podrido
Prácticamente son los mismos hongos. Hay pocas modificaciones. Algunos han adquirido una mayor relevancia, debido principalmente a las técnicas culturales, la conservación frigorífica y la desaparición del mercado de productos fungicidas. No obstante, el porcentaje mayoritario de podridos continúan siendo el mismo. A continuación resumiremos las principales podredumbres que aquejan actualmente a nuestros cítricos.
Los hongos más activos en nuestro ambiente son los Penicillium. Tanto P. digitatum, el más dañino, como el P. italicum continúan siendo el primer enemigo a combatir. Alcanzan cotas superiores al 80% de frutos podridos. Su saprofitismo es evidente y constituyen, por la abundancia de sus conidios secos, el problema más común durante la postrecolección. Ambos son típicos parásitos de heridas.
Las Alternaria, especialmente las especies A. citri y A. alternata, son los segundos patógenos de nuestros frutos cítricos en la actualidad, especialmente durante la conservación frigorífica. Componentes habituales de las llamadas "negrillas", son introducidas en el almacén a través de las micro heridas, roturas de la cutícula, zona estilar y peduncular de los frutos. Pueden crecer a bajas temperaturas (entre 2ºC y 6ºC) y producen masas miceliares negruzcas subcuticulares.
La "podredumbre gris", debida a Botrytitis cinerea, si bien con un comportamiento bastante errático, no ha dejado de aumentar su incidencia. Es un típico patógeno de "tecnificación" del cultivo. Su presencia activa se acrecienta cuando más mejoras técnicas incorporamos a los huertos cítricos. En estado saprofitarió sobre las ramas, ramillas y hojas secas su patogenecidad principal la realiza en el almacén, al cual llega como conidios situados en la superficie de los frutos. Su evolución es rápida causando podredumbre blanda de color marrón claro, interesando partes importantes o a todo el fruto. Desarrolla con humedad y temperatura un fieltro miceliar de color gris ceniza muy pulverulento. Generalmente, a partir de un fruto infectado y por contacto, esta podredumbre avanza en las cajas, mallas y contenedores. Es una podredumbre de "nido".
La "podredumbre amarga" (sour rot) debida al hongo Geotrichum candidum, microorganismo muy polífago, presente en los suelos, es otra podredumbre que se ha implantado con bastante fuerza en los almacenes. El drencher es su principal favorecedor por lo que su incidencia en los frutos cítricos es importante en las etapas húmedas (generalmente por lluvia) de la campaña. También causa un podrido en "nido" y resulta dificultoso su control.
Colletotrichum gloeosporioides, agente causante de la "antracnosis" de los agrios, es un hongo muy polífago y muy común en todas nuestras plantaciones.
Su papel en nuestra citricultura es saprofitario o con un parasitismo muy débil en el campo, pero en el almacén frigorífico con temperaturas superiores a los 6-7ºC y humedad elevada, su incidencia aumenta y constituye actualmente una podredumbre a tener en cuenta. Necesita piel no turgencente y por lo tanto es en los frutos de la segunda parte de la campaña cuando su presencia activa se dispara. No obstante, también en la desverdización es preocupante pues el etileno favorece la germinación de los conidios. Actualmente no puede ser relegado y menos olvidado.
Un grupo de micromicetes cuya participación en el podrido postcosecha de los agrios es más pequeña, la constituyen: Clodosporium herbarum, Rhizopus oryzae, Phytophthora citrophthora, Trichothecium roseum, Aspergillus niger, Sclerotinia sclerotiorum y los Fusarium sp. Todos ellos afectan de forma puntual pero con una presencia continuada y acompañan a las anteriores constituyendo una patología parasitaria postcosecha de una entidad considerable.
Nunca ésta debe de ser ignorada ni menos relegada.
La presencia de los mencionados microorganismos fúngicos causando podridos a nuestros frutos cítricos en estos años ha sido claramente aumentativa.
Varias razones y motivos corroboran lo indicado, como:
- La expansión considerable del cultivo, lo que ha obligado a alargar las campañas favoreciendo así las alteraciones de la piel de los frutos.
- El aumento de frutos podridos caídos al suelo, lo que incrementa el inóculo de los hongos.
- El empleo de una lucha química, muchas veces no bien dirigida hacia los microorganismos causantes del podrido, nos ha creado problemas, como: poca actividad fúngica, interferencias en el equilibrio biológico, aparición de razas resistentes.
- Reducción continuada de las moléculas con actividad fungicida presente en el mercado que puedan ser empleadas en postcosecha.
Este panorama de la postrecolección de los cítricos es preocupante y nos obliga a estudiar mejor el control, especialmente el químico, pues hoy por hoy es la mejor arma para defender los frutos de los ataques de los hongos.
La problemática de la resistencia
Las resistencias a los fungicidas en los tratamientos postcosecha de nuestros agrios ya constituye una realidad. En estas últimas dos décadas, las incipientes manifestaciones iniciales han recabado en que un gran número de aislados fúngicos claramente muestran resistencia a algunas moléculas. Los hongos más afectados son los Penicillium y los fungicidas participantes los derivados del benzimidazol. Los ensayos de fungitoxicidad "in vitro" e "in vivo", realizados al comienzo de este siglo nos han confirmado para estos fungicidas valores de resistencia elevadas (>350). También esta extendida la resistencia a los derivados del imidazol, si bien con niveles más bajos y lo que es más preocupante la constitución cada día mayor de la resistencia cruzada, tanto entre los fungicidas benzimidazoles como con los imidazoles. Esto obliga a no aplicar dosis de estos fungicidas mayores de los autorizados, pues con ellos no conseguimos disminuir los podridos y si producir presiones en los aislados fúngicos que revierten en claras resistencias.
La resistencia a los fungicidas se produce principalmente en el almacén. En el campo, nuestras condiciones climáticas no favorecen a los hongos y con ello no obligan a tratar los árboles con fungicidas con normalidad, lo que nos mantiene a los aislados salvajes de estos hongos con un nivel de resistencia nulo o muy bajo. Es en el ambiente del almacén donde se mantienen los conidios de los aislados resistentes. Estos, que generalmente no inician el podrido (son los aislados salvajes los que la producen) si que ensucian el área de corteza afectada (manchas con pocos milímetros de diámetro) de los frutos, y, como su crecimiento no es detenido por los fungicidas, continúan el pudrimiento. No es que los aislados resistentes sean más patógenos que los salvajes si no que aquellos no son frenados con la lucha química y son los más detectados en los análisis.
En la postrecolección de los cítricos son los aislados salvajes los más activos patogénicamente. No obstante se deben mantener los almacenes con una buena limpieza a fin de que en su ambiente no perduren los inóculos (conidios principalmente) procedentes de aislados o cepas resistentes.
Metodologías para el control de los podridos
Como propuesta general, y posiblemente la más importante, el control de las enfermedades parasitarias postcosecha se debe orientar al menor uso de los medios químicos (productos fungicidas) potenciando los métodos culturales, biológicos y físicos. Sin embargo, en la postrecolección se debe actuar con precaución, no son fáciles los cambios, pues muchos aún no ofrecen garantías suficientes para conseguir una de las premisas claves del sector: la rentabilidad.
En el almacén se producen bastantes fracasos, con pérdidas considerables, si se actúa con precipitación en la incorporación de metodologías que pretenden eliminar total o parcialmente la tecnología clásica de los tratamientos fungicidas.
Como la tendencia en estos últimos años, y con mayor hincapié en los próximos, es la de acercarse a una producción más integrada, se hace necesario compaginar la utilización de los fungicidas autorizados (siempre a dosis prudenciales y con tendencia a disminuirlas) con nuevas sustancias naturales, antagonistas microbiológicas o métodos físicos para reducir los residuos y mejorar el posible impacto ambiental.
Teóricamente las estrategias para controlar las enfermedades parasitarias de postcosecha, deben seguir las pautas siguientes:
- Llevar a cabo una recolección y una manipulación cuidadosa de los frutos con el fin de disminuir las alteraciones de la corteza.
- Aplicar tratamientos con fungicidas, antagonistas microbiológicos, procedimientos físicos etc., adecuados.
- Conseguir un enfriamiento de los frutos lo más rápidamente posible.
- Fijar y mantener la temperatura y la humedad relativa apropiada durante el transporte y conservación frigorífica.
- Tener el ambiente del almacén lo más limpio posible, eliminando con prontitud los restos orgánicos del mismo.
Si ello no se hace o no se consigue por dificultades en el almacén o durante el transporte a destino (la realidad es siempre más imperfecta), en las condiciones actuales del comercio citrícola no es posible olvidar el control químico.
Este, lo vuelvo a indicar, tiene que emplear únicamente los fungicidas autorizados.
Hoy estos son pocos: ortefenil fenol, tiabendazol, myclobutanil, metiltiofanado, imazalil y, con un pie fuera de juego, guazatine. No obstante bien elegidos, conociendo los hongos activos que afectan a los frutos y utilizando técnicas de aplicación correctas: drencher (en tiempo seco), balsa (siempre) o duchas (principio de la campaña) podemos lograr resultados muy buenos y preservando la calidad de nuestros cítricos.
Las técnicas profilácticas puesta a punto durante estos últimos años, como:
- Los tratamientos con recubrimientos céreos.
- Los tratamientos térmicos, tanto simples como combinados con fungicidas, así como los intermitentes.
- La conservación en atmósferas modificadas.
- Estas técnicas son difíciles de aplicar de forma práctica y, por ello, sus resultados son pobres y, muchas veces, no satisfacen la calidad y la economía del comercio citrícola.
El control biológico, mediante el empleo de microorganismos antagonistas, principalmente levaduras, ha sido incorporado con resultados muy erráticos.
Es un campo a investigar pero tiene limitaciones grandes, como: la especificidad, la inocuidad del agente y la descomposición rápida del mismo.
Hoy esto, para los cítricos, debe ser más estudiado antes de aplicarlo industrialmente.
Las hormonas naturales (jasmonato de metilo y el ácido jasmónico) que a nivel de laboratorio son capaces de inducir resistencia a Penicillium sp., cuando se han aplicado de forma más industrial, no han convencido. En los cítricos, hoy por hoy, el procedimiento más factible para defender los frutos de las enfermedades parasitarias en postcosecha aún continua siendo el control químico (si bien éste empleado de forma razonable y conociendo mejor los hongos a combatir así como los formulados fungicidas a emplear) sirviéndose principalmente de la balsa. Las otras técnicas de aplicación de los fungicidas son todas menos eficaces. Esto debe saberse.
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