En cualquier época que se considere del desarrollo de la humanidad, uno de los factores básicos del hombre, para no decir vital, ha sido el de satisfacer sus necesidades en cuanto a alimentación.
A medida que la población iba creciendo, y por otro lado su status de vida mejorando, los requerimientos, en cuanto a la disponibilidad de alimento, se hacían cada vez más notorios.
A lo largo de los siglos esta progresión en ambas vertientes ha sido geométrica, de tal manera que tras la revolución industrial de finales del siglo XIX, se hizo más palpable la demanda y la necesidad de satisfacerla.
INTRODUCCIÓN
Como consecuencia de ello, lógicamente surgió la necesidad de incorporar nuevos sistemas de producción y tecnologías de cultivo que permitieran a los procesos ser más operativos y aumentar las cosechas.
Una de estas nuevas tecnologías fue la incorporación en las prácticas habituales del cultivo del uso de los productos fitosanitarios para proteger las cosechas, de una manera más eficaz que hasta la fecha, de las agresiones de que eran objeto por parte tanto de insectos como de hongos, así como de la competencia que se establecía con las malas hierbas para el consumo de los nutrientes y agua del suelo.
Se desarrolla el primer insecticida de síntesis del mundo
Así fue como en 1892 se patentó el primer insecticida de síntesis del mundo, el Antinonnin de la empresa Bayer, que se erigió rápidamente como un eficaz remedio para la defensa de los bosques alemanes de la temible plaga de la Lymantria dispar.
A partir de entonces se ha ido desarrollando una potente industria de investigación cuya misión ha sido facilitar nuevas y mejores soluciones a los viejos y nuevos problemas que permanentemente acechaban a las cosechas.
Sin embargo también hay que hablar de otros factores que permitan establecer el necesario puente entre el problema a resolver y la solución en el campo que aporta la molécula investigada. Es lo que llamaríamos la transferencia tecnológica al mercado.
Por un lado está Formulación. Su técnica se basa en llevar el ingrediente activo a una presentación que permita al aplicador su uso, y que posibilite la distribución uniforme de una pequeña cantidad de dicho principio activo sobre una gran superficie.
El método de aplicación del producto (distribuido como granulado, en pulverización ó incorporado en la semilla) determina la elección de la formulación más idónea, además de otros factores intrínsecos de la materia activa, y del tipo y sistema de cultivo al que va destinado.
Criterios de evaluación de una formulación y su desarrollo
Durante todo el proceso de desarrollo de una formulación se tienen en cuenta criterios tan importantes como la fitocompatibilidad, la toxicidad y el comportamiento medioambiental, así como la estabilidad bajo diferentes condiciones de almacenamiento.
Dado que la forma más usual de aplicación es la pulverización, es para atender este método donde se han desarrollado un mayor número de soluciones, desde las sólidas como los Polvos mojables (WP), Polvos solubles (SP) ó Granulados dispersables en agua (WG) hasta, y sobre todo, las líquidas como:
Concentrados emulsionables (EC), Concentrados solubles (SL), Suspensiones concentradas (SC), Microencapsulados (CS), Emulsiones de aceite en agua (EW) y las más modernas Dispersiones en aceite (OD).
Por otro lado está Desarrollo. De las más de 50.000 moléculas anuales que se experimentan en las primeras fases de investigación, los "screening" que se llevan a cabo tanto a nivel de laboratorio como de invernadero y microparcelas en campo durante aproximadamente 3-4 años, dejan reducidas las posibilidades de viabilidad a 2-3 moléculas.
Es a partir de este momento cuando se transfiere la actividad a los países más importantes ó significativos para la molécula, para su posterior desarrollo a través de los equipos de ensayos, cuyos técnicos comprueban y ajustan en parcelas pequeñas y en las condiciones climáticas existentes, aquellos elementos que caracterizan al producto y van a ser su señal de identidad en el futuro: eficacia biológica, idoneidad de la formulación, ecotoxicología, otros aspectos medioambientales, ?
Paralelamente se analizan y examinan todos los perfiles del producto para que pueda cumplir con los estrictos criterios que hoy demanda la sociedad, a la hora de conceder las autoridades una autorización de uso.
Tras estos dos procesos, que suele prolongarse también durante 3-4 años, sólo 1 molécula de las 50.000 iniciales anuales puede ser presentada a registro, con las mayores garantías de éxito.
El lanzamiento de un nuevo producto y la transferencia de sus características
Pero aquí no acaba la actividad previa al lanzamiento.
Hay otro colectivo, Responsables de Cultivo y/ó Producto, Técnicos de Marketing y de Comunicación, Equipos de Ventas y Logística que, durante el período de registro preceptivo, cuidan de todas aquellas facetas que faciliten al futuro aplicador la comprensión del perfil del nuevo producto, su forma de actuar, su técnica de aplicación, su manejo en una estrategia antiresistencia -si fuera necesario-, los requerimientos en seguridad tanto para el aplicador como para el futuro consumidor de la producción final, los canales de comercialización más adecuados, los tipos de envases más idóneos,?
En fin todo aquello, que una vez obtenido el registro ? hablamos de más de 10 años desde el momento de la síntesis y 200.000 de inversión ? permita desarrollar al producto sus mejores características en el mercado y constituirse en una nueva herramienta a disposición del agricultor para seguir mejorando la calidad de sus cosechas y su perfil profesional, en un sector tan estratégico como es el de la producción de alimentos.
Los nuevos retos
Sin perder de referencia a este ciclo de actividades que se renueva año tras año con la aportación continuada de nuevos recursos para I+D, otros factores, fruto de la propia evolución de la sociedad, imponen nuevos retos que debemos asumir la industria fitosanitaria como propios.
Van ligados de un manera general a la mayor sensibilización y concienciación sobre nuestro propio bienestar y el de nuestro entorno. Y particularmente, en el tema de la fitosanidad, a seguir potenciando algo que ya hace tiempo se viene manejando como son las técnicas de Control Integrado de Plagas (IPM) en las que junto con medidas culturales y biológicas, se utilizan productos fitosanitarios cada vez más selectivos.
Esto lleva sin duda a una mayor profesionalización de todos los sectores que intervienen en el ámbito de la producción agrícola, si queremos seguir manteniendo y mejorando nuestra presencia en el mercado y nuestro alto nivel de competitividad, sobre todo en aquellos sectores especialmente sensibles como es la producción de frutas y hortalizas en fresco.
La crisis alimentaria de la que se hacen permanentemente eco los medios de comunicación en los últimos meses, tanto en lo que se refiere al incremento de precios de muchos productos agrícolas como al desabastecimiento de importantes capas de la población mundial, los temas bioenergéticos, los desafíos del cambio climático, no hacen más que poner de relieve y con mayor grado de exigencia la necesidad de dicha profesionalización a la búsqueda de un desarrollosostenible, que ya la Comisión Brundtland lo definió en 1987 como "aquél que satisface las necesidades de la generación actual sin sacrificar las posibilidades de satisfacer las suyas las generaciones futuras".