Sin duda, existe una serie de incertidumbres sobre las estrategias actuales y de futuro para el control eficaz de las plagas agrícolas, tanto en España como en toda la Unión Europea. Por un lado, se ha avanzado de manera muy notoria en cuanto a las diferentes tácticas y tecnologías disponibles para el control de plagas.
Hoy en día existen nuevos métodos de control mas dirigidos hacia el control selectivo de las plagas a la vez que se dispone de mayor información sobre cómo y cuándo combatir las plagas. Pero por otro lado, la necesidad de obtener alimentos con precios de mercado competitivos implica una reducción en los gastos de producción. Esto no siempre es posible puesto que los métodos de control tecnológicamente más sofisticados suelen ser más caros de producir.
Este es el caso de los métodos de control biológico basados en la producción y suelta masiva de enemigos naturales que en general son caros y difíciles de manejar (requieren mayor mano de obra, personal especializado para su aplicación y no pueden ser almacenados por mucho tiempo). Todo ello supone un incremento del coste real de producción y aplicación especialmente si se compara con los costes del control químico tradicional. Por otro lado, la sociedad actual demanda alimentos cada vez mas seguros y con menor cantidad de residuos químicos, lo que obliga a fomentar métodos alternativos de control no contaminantes y que además estén bien vistos por los consumidores.
Es indudable que el control biológico en España ha tenido un auge muy importante en los últimos años especialmente en las zonas hortícolas del litoral mediterráneo. En dichas zonas el control biológico basado en sueltas masivas de depredadores y parasitoides ha tenido una adopción muy rápida por los agricultores, especialmente en cultivos protegidos de pimiento o tomate, que requerían hasta hace muy pocos años una gran cantidad de tratamientos con plaguicidas convencionales. Es cierto, que ahora el control biológico en España esta siendo mucho mejor aceptado por los productores y por las propias empresas de agroquímicos, que hasta hace pocos años eran muy escépticas con su implantación. En otros países europeos como Holanda, el control biológico se ha estado aplicando de forma muy generalizada desde hace varias décadas, pero en España, sólo hasta hace muy pocos años ha tenido un auge importante.
En ello ha contribuido sin duda, el que ahora dispongamos de enemigos naturales mejor adaptados a nuestras condiciones climáticas y características de cultivo, lo que hace que su grado de eficacia sea mayor que la que venia siendo en el pasado.
El mercado de agroquímicos, sigue siendo muy importante en el sector agrícola español pero se esta diversificando hacia nuevos productos y materias activas menos nocivas para el medio ambiente. Las propias empresas que hace unos años sólo ofrecían insecticidas químicos de síntesis están extendiendo su mercado hacia productos biológicos incluyendo la venta de enemigos naturales e insecticidas biológicos, feromonas y otros productos relacionados con el control biológico. En todo ello ha contribuido de manera importante la nueva legislación, como la nueva Ley de Sanidad Vegetal (Ley 43/2002 de 20 de noviembre de 2002, de Sanidad Vegetal, BOE num. 279) y otros Reglamentos y normas nacionales y europeas. Sin duda, otro factor determinante es que cada vez existen menor cantidad de materias activas disponibles para el agricultor, debido a que la legislación europea es cada vez más exigente en los protocolos de seguridad medioambiental y ecotoxicológica de dichos compuestos. Todo ello, obliga a las empresas a obtener nuevas materias activas cada vez más selectivas y más respetuosas con los organismos no diana. En un futuro no muy lejano el agricultor tendrá que suplir la falta de materias activas con otras estrategias de control que hasta la fecha han sido poco explotadas en la agricultura europea y española.
Pienso que en pocos años se incrementará el uso de métodos físicos y culturales de control, que permitan manejar los cultivos adecuadamente y reducir el ataque de plagas y los daños en post-cosecha. En cultivos hortícolas ya se ha visto como el uso de mallas o barreras selectivas pueden reducir de forma considerable la incidencia de virosis transmitidas por vectores. El uso de cultivos transgénicos para el control de plagas que en otros países fuera de la Unión Europea han permitido mejorar el rendimiento de muchos cultivos y reducir el uso de agroquímicos, tendrá que imponerse tarde o temprano en todo el mundo. En este sentido, la sociedad española y los consumidores en particular tendrán que cambiar la concepción equivocada de que los alimentos transgénicos son menos seguros que los demás alimentos. Aún existe una desinformación muchas veces mal intencionada que aparece en los medios de comunicación incitando a la sociedad a no aceptar alimentos procedentes de cultivos transgénicos. Hace unos días recibí una llamada invitándome a escribir un artículo para que fuera publicado en un periódico de gran tirada nacional donde se resaltara todos los riesgos y aspectos negativos de los cultivos transgénicos. Lógicamente, me opuse a escribir un artículo de dichas características pues la mayor parte de los datos existentes hasta la fecha sobre posibles riesgos medioambientales y sobre la salud humana indican que los cultivos transgénicos son un método eficaz y seguro para el control de plagas. La principal ventaja de los cultivos transgénicos es que las propias plantas están preparadas para defenderse del ataque de las plagas y enfermedades desde el momento de la siembra, al igual que cualquier variedad resistente obtenida por mejora clásica y que venimos cultivando desde hace cientos de años. Pero además, en el futuro, por ejemplo, podremos reducir el daño por patógenos transmitidos por insectos ya que se podrá incorporar en el genoma de las plantas determinadas moléculas que puedan interferir con los procesos de patogénesis o con los lugares donde se retienen los virus y otros patógenos en sus respectivos vectores. En este sentido, los avances tecnológicos de los últimos años están permitiendo conocer mucho mejor los mecanismos y procesos biológicos que ocurren en las interacciones insecto-patógeno-planta lo que permitirá desarrollar nuevas moléculas que interfieran y protejan los cultivos frente a plagas y enfermedades.
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