Es interesante ubicar las conquistas tecnológicas de estos últimos 20 años dentro de su contexto histórico y social. Resulta curioso que, para algunos la globalización tuviera como hito de inicio la caída del muro de Berlín en el año 1989 hace casi 20 años. Poco tiempo antes, 22 años, España había entrado en un nuevo entorno como el de la Unión Europea. Podemos ver como nuestro medio agrícola a lo largo de estos últimos 20 años se ha encontrado con un mercado más abierto, en libre competencia y en el que la economía -en especial la de la Unión Europea- está orientada hacia el conocimiento y las ideas, es decir hacia la ciencia y la innovación tecnológica.
La agricultura ha sido siempre permeable y también promotora de nuevos desarrollos. Se podría decir que se han sucedido diversas revoluciones dentro del campo agrícola de forma ininterrumpida. La primera de ellas habría sido la revolución industrial (hace 200 años) en la que las máquinas sustituyeron aquellas labores repetitivas realizadas por el hombre, surgen de ella el tractor y las cosechadoras. Paralelamente se produjo, también, una revolución química con el desarrollo y la aplicación de abonos de síntesis y fitosanitarios; revolución que culminaría allá por los años 40 en la llamada "revolución verde".
En la actualidad vivimos inmersos en dos revoluciones de carácter similar.
Tenemos la revolución de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), en las que las máquinas han desarrollado una mayor complejidad, y sobre todo la capacidad para manejar información. Paralelamente vivimos una revolución emparentada con la química, la Biotecnología.
Surge así de las TIC la "Agricultura de Precisión", una nueva forma de gestionar los insumos y máquinas agrícolas que pretende dar a cada trozo del terreno sólo lo que necesita para conseguir máximo rendimiento, ahorrando costes y daños medioambientales. Se trata de un conjunto de tecnologías que cada vez se van haciendo más familiares dentro del medio rural. Primero su aplicación se centró en los cultivos extensivos, cereales principalmente, y paulatinamente se ha ido aplicando a cultivos con un alto valor añadido (vino). La agricultura de precisión nace de la unión de los sistemas de posicionamiento global con la sensórica y la automática. No está lejos un horizonte en el que la máquina agrícola conozca exactamente dónde está, pueda conducir automáticamente hasta otro lugar, captar información del ambiente (fertilidad del suelo, humedad?), del cultivo (vigor, color, peso, dulzor,?) y actúe automáticamente en consecuencia (dosis de abono, riego, cosecha?), todo ello con una mínima supervisión humana, incluso a distancia.
Y la otra revolución reciente es la biotecnológica, que en la agricultura se llamaría "biotecnología verde". Tiene un hito importante en el año 1983, hace 25 años, con la aprobación, en EE UU, de los alimentos transgénicos producidos por la empresa Calgene. Lo cierto es que se trata de una de las revoluciones más controvertidas y no sólo dentro del mundo agrícola; con importantes implicaciones bioéticas, y desconocimiento sobre los posibles impactos de su aplicación desde el punto de vista social, económico y ecológico.
La biotecnología ha mostrado también que los agentes biológicos pueden ser útiles casi para todo: descontaminación (bioremedación), produciendo materiales (bioplásticos),? Idea que se ha traducido en la agricultura en una vocación más abierta, con la aparición de algo tan actual como la biomasa y los biocombustibles.
Nos muestra por tanto que la agricultura no solo sirve para producir alimentos, si no que también vale para producir energía. Aunque también nos muestra que es necesario un correcto uso de las novedades tecnológicas que permita minimizar sus impactos negativos (deforestación, aumento del precio?).
Así pues en estos inicios del siglo XXI nos encontramos con un mundo globalizado, en el que para competir desde nuestra posición europea se hace necesario crear una agricultura lo más tecnificada posible, una agricultura de las ideas.
Una agricultura que no sólo produce alimentos sino también energía, y que no debe olvidar tampoco su papel dentro de la ecología.
El siguiente paso, la siguiente revolución sería la de una Agricultura Multifuncional.
Una agricultura que no sólo produzca alimentos si no también energía y -por qué no- materiales, aprovechando que el carbono es uno de los elementos más versátiles que existen. Otra de los conceptos fundamentales que debería hacer propia la agricultura es el un reciclado global, es decir colaborar en completar el ciclo de los elementos, que los desechos de un proceso productivo sirvieran de materia prima en otro proceso productivo. Por último, y en un mundo cada vez más poblado, la tendencia seria la de desligar la agricultura de la tierra, algo herético casi por definición pero que permitiría controlar la contaminación y la continua necesidad de nuevas tierras fértiles para el cultivo. Hay varios proyectos, teóricos y prácticos, en marcha que demuestran que es posible una agricultura sin tierra, que produzca alimentos, materiales y energía en ciclo cerrado. Para ello sólo es necesario fusionar tecnologías ya muy conocidas (cultivo hidropónico) con otras más emergentes (robótica, nano y biotecnologías).
Cambios como los que se empezaron a producir hace 20 años van a ser una constante a lo largo del siglo XXI. En nuestra opinión, el ámbito agrícola se especializará en dos vertientes, la agricultura industrializada (global, multifuncional, automatizada) y una agricultura con fines medioambientales (mantenimiento de ecosistema rural). En conjunto, estas dos formas de ver la agricultura cubrirán los objetivos que perseguimos con nuestra forma tradicional de producción agraria: obtención de alimentos, textiles, mantenimiento del medio social rural, conservación del medioambiente? pero de forma más especializada, y por ello, efectiva.
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