Sistemas estandarizados de "muestreo" de plagas, para determinar la necesidad o no de realizar una intervención fitosanitaria, se han incluido sistemáticamente en las normas de calidad que han ido apareciendo a lo largo de los últimos años, como son las de Producción Integrada. La fijación de "umbrales de tratamiento", se ha considerado otro elemento básico, a partir del cual se justifica la necesidad de realizar un tratamiento.
En este artículo se evalúan los cambios que se han ido produciendo, durante las dos últimas décadas, en las estrategias de control fitosanitario y la validez de los sistemas de muestreo y umbrales de tratamiento establecidos, inicialmente, para sistemas de lucha básicamente química.
Se concluye que, en numerosas escenarios hortícolas, habría que sustituir los términos "muestreos" por el de "evaluación fitosanitaria" y el de "umbrales de tratamientos" por "dinámicas poblacionales". Estas son herramientas flexibles, que deben adaptarse a cada situación y cultivo, y que tienen que ser adecuadamente manejadas por técnicos bien formados.
INTRODUCCIÓN
Hacia mediados de los 80, cuando empecé mi andadura en el Servicio de Sanidad Vegetal de Murcia, el control de plagas se basaba, en la mayoría de casos, en una serie de calendarios de tratamientos sistemáticos, para cada uno de los cultivos de interés, de los que incluso se facilitaban pequeñas publicaciones. En esos momentos, se pensaba que el control químico lo podía solucionar todo y existía muy poca preocupación y vigilancia por los posibles efectos nocivos de los plaguicidas.
Con gran rapidez, los Servicios de Plagas y el propio Sector agrícola, se va tecnificando, a lo que contribuye muy decisivamente la creación de las ATRIAS y de otras figuras, como ADVs. Sus técnicos han servido de enlace para transferir las nuevas tecnologías fitosanitarias desde los Servicios Oficiales al campo, y viceversa, facilitar una gran cantidad de datos, realización de experiencias y conocimientos, que llegan a los Servicios. El intercambio de información y experiencias entre técnicos, ha enriquecido su formación.
Se va produciendo un cambio hacia un Control Químico de plagas más racional una "lucha química dirigida", en la que los controles del técnico va determinando la necesidad o no de realizar una intervención. Aquí, el establecimiento de las técnicas de muestreo y de los umbrales de tratamiento, juegan un papel tan importante que, hasta la fecha, no se habían cuestionado.
A principios de la década de los 90 comienzan a implementarse en algunos cultivos hortícolas, como tomate en Almería, estrategias de "Control Integrado de Plagas", en las que ya se incluye la suelta masiva de artrópodos beneficiosos. En sus protocolos, desarrollados por Ramón Moreno y su equipo, que suponen un gran avance en los planteamientos fitosanitarios, se definen las técnicas de muestreo a utilizar, el análisis de datos y los niveles o umbrales para algunas intervenciones.
Durante los años posteriores, algunos técnicos hemos aprovechado estos protocolos para coger experiencia y conocer mejor las dinámicas poblacionales de algunas plagas y auxiliares. Sin embargo, la ejecución de estos muestreos requería mucho tiempo de trabajo, lo que lo hacía prácticamente inviables económicamente para el Sector. Además, con el tiempo, los técnicos implicados nos dábamos cuenta de que con un ligero recorrido por la plantación, y una conversación con el agricultor, se podía percibir, con bastante precisión, la situación fitosanitaria de la parcela y su evolución.
La llegada a España de importantes epidemias de virus en hortalizas, transmitidos por insectos vectores y el desarrollo de nuevas herramientas biológicas, tecnológicas y genéticas, favorece que la fitosanidad de los cultivos se plantee desde un punto de vista más global, en el que se da una gran importancia a las medidas de higiene, a los cerramientos y estructuras en cultivos protegidos, a las rotaciones, medidas de preparación del terreno, variedades, marcos de plantación o fertirrigación, dentro de un nuevo contexto de Producción Integrada.
Estas normas, se desarrollan inicialmente en las Comunidades Autónomas y, posteriormente, a nivel nacional, constituyendo una gran referencia práctica, de manejo de los cultivos, para los técnicos.
Su aplicación práctica, en algunas situaciones es compleja, por la gran cantidad de controles y documentación que hay que manejar, apareciendo también otras "Normas de Calidad" alternativas, que o bien se ajustan mejor a algunos sectores o son las demandadas por determinadas cadenas de distribución de alimentos.
Uno de los problemas más discutibles que se ha ido viendo en la implantación en campo de estas normas, bajo mi punto de vista, es la rigidez con la que se determinan los controles fitosanitarios a realizar en las plantaciones, con frecuencias y número de plantas y elementos a muestrear, así como el establecimiento de umbrales de tratamientos. En ellas, no parece valorarse la capacidad del técnico, así como la viabilidad económica que implican los muestreos. Tampoco parece tenerse en cuenta la introducción de nuevas estrategias de manejo biológico y tecnológico de plagas.
Además, su fiabilidad, desde el punto de vista estadístico, es cuanto menos dudosa, máxime cuando las plagas no suelen tener una distribución aleatoria sino, habitualmente, agregativa, lo que puede implicar tamaños muestrales mucho mayores o nuevas estrategias de evaluación.
A diferencia de los cultivos hortícolas, el establecimiento de las técnicas de muestreo y los umbrales de tratamiento establecidos en especies leñosas, con ciclos de cultivo y de plagas más homogéneas, ha demostrado una mayor utilidad.
Este artículo no debe interpretarse como una crítica a las normas de Producción Integrada de hortalizas, del que soy un gran defensor y uno de los partícipes en su elaboración, tanto a nivel de la Comunidad Autónoma de Murcia como del Estado Español. Las Normas son un referente técnico, a nivel práctico, para realizar una agricultura racional, moderna y sostenible. Sin embargo, debería darse una mayor flexibilidad a algunos aspectos, como el de los muestreos, que siendo válidos para muchas situaciones, no pueden generalizarse a otras.
Algunos planteamientos de interés
En cierta ocasión, en la que realizaba una visita a unos invernaderos de pimiento del Campo de Cartagena, con grupo de compañeros, los sometí al siguiente planteamiento:
"Nos encontramos frente a un invernadero de 2 hectáreas de pimiento, que cuenta con 50.000 plantas, en el que hay un par de focos iniciales de pulgón, de no más de 3 plantas cada uno, ¿Qué procedimiento debemos utilizar, que garantice la detección de esos focos, para poder decidir las medidas correctoras que pudieran derivarse?
La respuesta es bien sencilla, hay que recorrer, una por una, las 50.000 plantas del invernadero, pero ¿quién realiza periódicamente este recorrido?: pues el agricultor o sus operarios.
Cuando un técnico llega a una plantación, que puede estar formada por varias hectáreas, distribuidas en diferentes naves, echa un vistazo general, comprueba los resultados de problemas anteriores, habla con el agricultor sobre su evolución y la aparición de nuevas incidencias que pudieran haber surgido, como en este caso los focos de pulgón, visita esos puntos para verificar su extensión, especie de pulgón presente, nivel de parasitismo que pudiera existir y otros datos de interés, con los que determinar la actuaciones a realizar. En muchos casos, el agricultor o sus operarios, dejarán marcas, cintas de colores u otras indicaciones fácilmente localizables por el técnico.
El técnico no puede ser el responsable de localizar estos focos, su función es registrarlos, dar las mejores soluciones frente al problema y seguir su evolución.
Para ello tiene que existir una buena coordinación entre técnicos y agricultores, que deben ser bien instruidos por éstos.
Siguiendo la visita con mis colegas, llegamos a una plantación de lechuga minirromana próxima a 1,5 hectáreas, unas 200.000 plantas. Tras señalar la dificultad que tiene la realización de muestreos sistemáticos, que sean lo suficientemente representativos, se debate sobre como evaluar la situación fitosanitaria y tomar las decisiones más oportunas y se propone al técnico de la plantación que realice una demostración práctica.
El técnico se dirige a unos puntos concretos de la plantación y en unos minutos sale de la misma diciendo que debería realizarse un tratamiento urgente contra pulgón y Stemphyllium. Se le piden explicaciones de cómo ha concluido eso en tan poco tiempo y sin recorrer ni siquiera toda la plantación.
El primer comentario que realiza es que, para recorrer sistemáticamente todas las plantaciones que tiene que llevar un técnico para que su trabajo sea rentable, los agricultores deberían contratar atletas, además no es necesario pasar por toda la parcela para conocer los problemas que estas pueden sufrir.
La justificación que hace de la recomendación de tratamiento es la siguiente: cuando entra a la plantación se dirige a los puntos (por la presencia de obstáculos o determinadas orientaciones) y plantas (algunas fuera de tipo, más desarrolladas) donde se localiza con mayor facilidad el pulgón, en el caso de estar presente, confirmando efectivamente su presencia. Además, lleva todo el día, toda la semana y toda la campaña viendo plantaciones de lechuga y sabe, por la incidencia en otras parcelas y la época del año en la que nos encontramos, que el riesgo del pulgón rosado de la lechuga "Nasonovia", es elevado y que la variedad que hay en esa parcela no tiene resistencia al mismo.
Durante el recorrido observa algunos síntomas activos de Stemphillium, enfermedad a la que es muy sensible este tipo de lechuga y que puede dar serios problemas comerciales, al seguir evolucionando sus daños en post-recolección.
Esto justifica la aplicación del fungicida.
Detecta también la presencia de trips, sobre los que difícilmente tendría ya eficacia los tratamientos fitosanitarios, por el estado fenológico que se encuentra el cultivo, por lo que no tiene sentido realizar una aplicación antitrips.
¿Cuántas plantas sería necesario inspeccionar en un muestreo aleatorio o por zonas, para llegar a las mismas conclusiones que nuestros técnicos de campo?; ¿Sería viable económicamente el tiempo necesario para realizar estos muestreos?; y por último, ¿Aguantaría mucho tiempo un técnico experimentado realizado este trabajo tan laborioso y rutinario?
Conclusiones
Las hortalizas abarcan a un grupo de cultivos muy heterogéneo, con numerosas y variadas especies vegetales. Incluso para una misma especie vegetal, podemos encontrar diferentes ciclos y técnicas de cultivo, de estructuras de protección, con una problemática fitosanitaria característica de cada zona. Las dimensiones de las parcelas y estructura productiva de la región, van a ser también determinantes a la hora de definir actuaciones.
Al frente de una explotación tiene que haber siempre técnicos capaces de valorar globalmente una situación, para tomar una decisión de manera justificada (p.ej. un tratamiento fitosanitario, una suelta de auxiliares o la coloca ción o retirada de trampas cromatrópicas o cebadas con feromonas sexuales).
Igualmente, es fundamental la formación y colaboración de los agricultores o trabajadores, que son los que realmente conocen minuciosamente la explotación y la recorren continuamente, para detectar precozmente la problemática del cultivo.
No se puede generalizar ni simplificar las técnicas de evaluación en cultivos hortícolas a un muestreo aleatorio de un determinado número de plantas, aunque se repita en diferentes orientaciones de la parcela, ya que no siempre son operativos a nivel práctico, ni estadísticamente válidos.
La necesidad de una intervención, en concreto un tratamiento fitosanitario, va a venir marcada por la aparición de un problema, por su dinámica poblacional (no el nivel alcanzado), la de sus auxiliares, la fenología del cultivo, climatología, posible repercusión sobre otras parcelas y cultivos posteriores, la época del año o la sensibilidad de la variedad, entre otros factores, que deben ser valorados en su conjunto por el técnico y el agricultor.
En producción integrada, con prioridad de métodos biológicos y tecnológicos de manejo de plagas, el conocimiento y la experiencia sobre los factores que inciden en estas dinámicas poblacionales, adquieren una gran importancia.
El técnico, como profesional cualificado, tiene que dejar reflejado en el Cuaderno de Explotación la evolución de la problemática fitosanitaria y la justificación "escrita" de la recomendación de cualquier intervención que recomiende, en base a las evaluaciones realizadas. Para ello utilizará un sistema que, siendo técnicamente aceptable, esté protocolarizado en el cuaderno de campo y se ajuste bien a las características de la explotación y agricultor.
Existen diferentes sistemas de evaluación fitosanitaria, desde muestreos binomiales de presencia/ausencia (para determinar % de ocupación o parasitismo), muestreos con conteo de individuos o estimación mediante escalas (que establecen medias por elemento) o estimaciones visuales sobre el nivel de plaga alcanzado o de instalación de auxiliares. Cuanto más "intuitiva" es la evaluación, más experiencia y entrenamiento requiere el técnico. Además, en un mismo ciclo de cultivo, a veces deben realizarse muestreos puntuales, mientras en otras ocasiones es suficiente con una valoración más intuitiva o visual.
A modo de ejemplo, en el Cuadro I se dan los criterios de evaluación fitopatológica generales, que recomendamos a los técnicos de ATRIAS de cultivos hortícolas de la Región de Murcia, sin menoscabo de los muestreos adicionales que se realizan en ocasiones, especialmente en parcelas de Control Biológico de plagas, entendiéndolos, tanto en uno como en otro caso, como herramientas que utiliza el técnico para tomar las decisiones más adecuadas de cada momento.
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