El análisis de la sanidad del cultivo del olivo en España en los últimos veinte años hace referencia al periodo más prospero desde una perspectiva técnica y agronómica. La situación del olivar en la década de los años 70 con una sangría continuada en la reducción de la superficie, mostraba el desacoplamiento del mundo rural olivarero de la evolución socioeconómica del entorno, y en el que tenía mucho que ver la situación de su desarrollo agronómico. Dos circunstancias permitieron la aparición de un punto de inflexión en esta tendencia: por una parte las aportaciones técnicas de la nueva olivicultura que profundizaba en todos los aspectos del cultivo, y por otra, el apoyo en su momento al sector, que constituyó la incorporación de España a la CEE, con financiación específica que facilitó las inversiones necesarias para la adaptación de las explotaciones. En este ámbito, la sanidad del olivar también se pudo ver reforzada con investigaciones en diversos campos (Programa de Mejora de la Calidad de la Producción del Aceite de Oliva, Proyecto ECLAIR, etc...), que fundamentaron y optimizaron el control que venia realizándose no sin éxito, de diversas plagas y enfermedades.

 

La problemática fitosanitaria del olivo no se ha caracterizado por presentar un amplio catálogo de especies con incidencia severa. En general, un reducido número de plagas constituyen los elementos claves del cultivo: mosca del olivo, repilo y prays. Además la eficacia de las actuaciones que se han realizado en campañas de control de Bactrocera oleae a través del Programa de Mejor de la Producción de la Calidad del Aceite de Oliva, y con posterioridad en programas de actuaciones conjuntas, han reducido de forma significativa la percepción de los daños causados por una de las plagas clave. Sólo de forma ocasional, temporalmente o en determinadas áreas geográficas, han aparecido problemas específicos. Esta situación se puede observa en gran medida en plantaciones nuevas, fundamentalmente en los últimos veinte años, donde ya se habla de plagas emergentes: verticilosis, abichado, otiorrinco o glifodes. No obstante, en muchos casos la incidencia y severidad de los daños están asociadas a inadecuadas zonas de plantación o malas prácticas culturales. El problema se ha agravado cuando el comportamiento de eficacia de los métodos de control, no ha seguido las pautas a las que habitualmente está acostumbrado el olivicultor, o se requiere de intervenciones químicas particulares reiteradas para combatir un problema fitosanitario, un ejercicio poco frecuente en el cultivo.

La estabilidad en lo que respecta a la sanidad del olivar, unido a la importancia relativa del mercado para las empresas fitosanitarias y a las inversiones de los estudios específicos, ha influido también en el parco desarrollo de materias activas registradas. Además, las moléculas tradicionales que venían dando respuesta a la lucha contra plagas y enfermedades mantienen eficacias muy aceptables a costes relativamente reducidos. Sólo en la última década y tras su desarrollo en otros cultivos, nuevas materias activas o formulaciones más tecnificadas acuden al olivar, donde comienzan a ocupar un segmento importante con argumentos de especificidad, reducción de dosis y moderado impacto ambiental entre otros.

Quizás los herbicidas si han tenido un significativo adelanto sobre insecticidas y fungicidas en relación con la variedad de materias activas disponibles.

Al amparo de las prácticas de ruedos libres de malas hierbas, y con el empuje que en el ámbito de la nueva olivicultura se le ha dado al manejo del suelo, desde el no laboreo con suelo desnudo hasta la implantación de la cubierta vegetal, el uso de herbicidas está ganando terreno al laboreo desde final de los años noventa.

Las cubiertas vegetales se imponen como alternativa a la erosión, y se está constituyendo como un referente de la moderna olivicultura respetuosa con el medio ambiente. No obstante, es imprescindible una amplia gama de posibilidades en materias activas y formulaciones, que evite la concentración del uso de herbicidas en un reducido número de materias activas.

Los medios de control alternativos también han venido ocupando progresivamente un espacio cada vez más importante en el control de plagas. En estos últimos veinte años, el olivar ha incorporado los medios biotécnicos dentro de la estrategia de lucha contra algunas de las plagas claves, y han pasado de herramientas útiles en el seguimiento y evaluación de las poblaciones, a eficaces opciones en su control. Sin embargo, queda pendiente su diversificación y el desarrollo de posibilidades más extendidas en otros cultivos, como pueden ser los dispositivos de confusión sexual.

 

En el ámbito del control biológico, la utilización de auxiliares como lucha biológica en sentido estricto prácticamente no ha tenido repercusión en el cultivo. Las actuaciones más destacables se pueden citar en el control de cochinilla de la tizne y mosca del olivo, aunque en ningún caso en nivel comercial. En cambio, a lo largo de los últimos años se ha profundizado en la evaluación de las actuaciones de la fauna auxiliar autóctona, que unido a los estudios de riqueza específica y diversidad del olivar han dimensionado la importancia de este como agrosistema.

La transferencia de todos los avances en la interpretación de los parámetros que condicionan la sanidad del cultivo, encontraron en el sistema de ATRIAs durante la década de los años ochenta y noventa, un instrumento de divulgación muy eficiente del control integrado. La implantación de este sistema de agrupaciones de agricultores se constituyó también en un elemento dinamizador, que ha dado paso al concepto de producción integrada con la incorporación de todos los elementos productivos a la lógica de una agricultura respetuosa con el medio ambiente.

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