Una necesidad primordial de la agricultura actual, es la obtención de productos de alta calidad, a través de prácticas de cultivo respetuosas con el medio ambiente.

La Producción Integrada trata de dar respuesta a estas exigencias, optimizando los recursos y mecanismos de producción naturales e introduciendo métodos de control y técnicas que compatibilicen la protección del medio ambiente y la productividad agrícola a corto plazo. La agricultura ecológica (biológica, orgánica) profundiza en esta línea, con criterios mucho más estrictos en cuanto a insumos de síntesis (también en la industria transformadora agroalimentaria) y con un enfoque a largo plazo donde predomina la preservación y mejora de las condiciones del suelo y en general del medio agrario.

Podríamos decir que la Producción Integrada es un sistema a mitad de camino entre la agricultura convencional y la ecológica. En ella se permite el uso de agroquímicos (abonos, fertilizantes, etc) pero de forma controlada y justificada, cumpliendo las normas que regulan este tipo de producción. Sus objetivos son: conseguir una producción de alta calidad organoléptica y sanitaria, con énfasis en la seguridad; conservar el medio ambiente, dentro de parámetros establecidos y asegurar la viabilidad económica de las explotaciones. Su base es la elección de los métodos de producción más apropiados y la reducción del uso de inputs, tales como fertilizantes, productos fitosanitarios o combustibles fósiles, de manera que se utilicen solamente cuando sea estrictamente necesario y siempre con una justificación técnica.

Las frutas y hortalizas cultivadas bajo las normas de la Producción Integrada responden a las demandas de los consumidores, ofreciendo productos de alta calidad garantizada. Es un sistema que favorece la utilización racional de los medios de producción, mejorando así también la rentabilidad de las explotaciones.

A la vez, reduce los índices de contaminación, así como la erosión y en general ayuda a preservar el medio.

Además de existir una regulación general establecido por el MAPA, la mayoría de comunidades autónomas han desarrollado diversas reglamentaciones específicas. Los Reglamentos Técnicos Específicos para cada cultivo definen las prácticas agrícolas obligatorias, prohibidas y recomendadas para cada uno de ellos. Los productos que cumplen con estas normas, son etiquetados con las marca de garantía que los certifican.

 

Las superficies registradas, que vienen experimentando crecimientos cercanos al 30%, representan del orden de 400.000 Ha. De ellas, dos tercios se encuentran en Andalucía. Los cultivos principales son el olivar (con gran diferencia), el arroz y el algodón.

Sin embargo, el impacto de las Producciones Integradas en el mercado no es especialmente visible. Esto se debe a que las cadenas de distribución suelen plantear sus propias denominaciones especiales de calidad, cada una con sus propios requisitos, de manera que los sellos genéricos de Producción Integrada o no aparecen o quedan diluidos.

Como ha quedado dicho, la Producción Integrada, permite la utilización de productos agroquímicos de síntesis (abonos, pesticidas, etc.), si bien esta utilización está restringida en las normas específicas de cada producción. Esta percepción de producción con cierta flexibilidad, y la ausencia de una marca de calidad fuerte, hace aparecer la Producción Integrada en gran parte como una vía de transición a la Producción Ecológica. De hecho, en sociedades con una sensibilidad medioambiental fuertemente arraigada, como puede ser la Suiza, la Producción Integrada hoy es vista prácticamente como la agricultura "normal", y se entiende que las producciones de alta calidad son las ecológicas.

La producción agraria ecológica (ó biológica u orgánica) consiste en un conjunto de técnicas agronómicas avanzadas, destinadas a obtener una producción abundante y de alta calidad, a la vez que favorecen el mantenimiento de la fertilidad de la tierra, sin producir contaminación para el medio, el consumidor o el agricultor.

Se basan en la utilización de abonos orgánicos y emplean labores mecánicas que no favorezcan la erosión. Controlan las plagas y enfermedades por medio de rotación de cultivos, fomentando la presencia de predadores naturales, apoyando la biodiversidad y favoreciendo las variedades más resistentes y naturalmente adaptadas, con actuaciones mecánicas, biológicas y térmicas y con la intervención de productos no de síntesis.

El ganado se maneja extensivamente y se alimenta únicamente con producciones asimismo ecológicas. Y en el caso de los productos elaborados no se utiliza tampoco la química de síntesis (aditivos, etc.).

 

Estos sistemas agropecuarios, y por tanto sus productos, presentan ventajas en tres áreas:

 

1. En el medioambiente: mejoran la calidad del suelo, frenan la erosión, mejoran el aire y el agua (en las capas freáticas, los ríos y los mares), no perjudican la capa de ozono, favorecen la biodiversidad, consumen menos energía.

 

2. Sobre la salud: aportan alimentos de mayor calidad, debido a la ausencia de residuos y de ingredientes químicos de síntesis, tienen en general un mayor contenido de materia seca (por tanto de nutrientes y de minerales), y se presentan menos desnaturalizados.

 

3. Sociales: permiten una mayor autonomía al productor, representan un apoyo a la permanencia de la población en las áreas rurales, representan un menor gasto para los estados.

 

España es uno de los diez países con mayor superficie dedicada a la agricultura biológica del mundo con un total de 988.323 hectáreas inscritas en 2007. Andalucía representa el 59% del total. Hay que señalar sin embargo que la mayoría de estas superficies inscritas corresponde a pastos y bosques; si considerásemos sólo las superficies plenamente dedicadas a producción agraria, nos encontraríamos con una cifra similar a la dedicada a la Producción Integrada.

Las mayores áreas están dedicadas a cereales y leguminosas y a olivar.

Cabe destacar también la existencia de unas 3.000 explotaciones ganaderas ecológicas, en su mayoría de vacuno.

El consumidor de productos biológicos (ecológicos) suele responder a dos grandes motivos de compra: la preocupación por la salud y la seguridad alimentaria, que lleva a buscar productos de calidad realmente garantizada; y la concienciación respecto a los problemas medioambientales. La educación es un factor básico para establecer el vínculo entre el problema (alimentos de valor nutricional cuestionable, garantía relativa y efectos perjudiciales sobre el medio) y la solución (alimentos de producción ecológica).

Pero hoy por hoy, hablar de agricultura ecológica (biológica, orgánica) en España, es hablar de producciones para la exportación. España es una potencia productora, apoyada en unas condiciones climáticas favorables con cultivos muy competitivos, sobre todo en determinadas temporadas.

La dependencia de los mercados exteriores es general en todo el país. Se calcula que un 80% de la producción española se exporta. Los más de 20.000 agricultores y ganaderos y 2.000 empresas elaboradoras registrados alcanzaron en 2006 un valor de producción superior a los 300 millones de euros, destinándose a exportación alrededor del 80%. El consumo interior, con una componente de importación importante, fue de unos 190 millones de euros, es decir, del orden del 0,23% del consumo general de alimentación. Si comparamos este nivel de penetración con el 1.6% de Italia, por citar un país similar a España, se hace evidente el largo camino que queda por recorrer.

 

Por otra parte, la dificultad para acceder con normalidad a puntos de venta, y a menudo la insuficiente e irregular disponibilidad del producto, hace que su consumo tarde en generalizarse. Un último obstáculo, que irá ganando importancia en la medida que se resuelvan los puntos anteriores, es el diferencial de precios. Nos encontramos hoy ante una situación en que, habría que decir que sorprendentemente, los alimentos no se valoran, y es muy grande la presión para reducir su precio, más allá de los costes lógicos de una producción normal.

El buen funcionamiento de los organismos de control y certificación es básico para el sector. La utilización de etiquetas y sellos identificadores permite al consumidor distinguir entre un alimento convencional y uno biológico. Sin embargo, la gran variedad de logos existentes genera dificultades al consumidor, al que le resulta imposible conocerlos todos. Esta diversidad de logotipos identificativos del producto biológico constituye un freno más a la generalización de su consumo ya que a muchos consumidores les resulta muy difícil diferenciar si el producto que está comprando proviene de la agricultura biológica o simplemente se trata de un alimento prebiótico. De hecho, los estudios de mercado realizados en puntos de venta no especializados revelan la gran confusión imperante al respecto. En este sentido, el nuevo logotipo europeo de Producto Ecológico, previsto para dentro de un año, está llamado a jugar un papel fundamental.

 

La agricultura biológica ocupa hoy en el mundo más de 30 millones de hectáreas, y se extiende por todos los continentes. Se trata de un mercado que mueve ya más de 30.000 millones de euros. En España, los actores tradicionales en producción biológica, presentan un fuerte compromiso hacia el producto pero a menudo no tienen acceso a recursos suficientes. De su interacción con los operadores de grandes volúmenes que incorporan estas producciones a su oferta dependerá la orientación que el sector tome. Para paliar esta debilidad relativa frente a los nuevos retos, se hace más necesaria que nunca la cooperación entre los operadores, posible hoy a través fundamentalmente de las asociaciones empresariales y de otros tipos. Si se confirman y se concretan medidas de apoyo público como las que propone el actual plan integral del MAPA, empezarán a darse las condiciones para reducir la gran distancia existente hoy entre nuestro potencial y nuestra realidad como productores y lo escaso de la implantación en el mercado nacional.

La consolidación de ese mercado nacional requiere la consolidación de marcas fuertes, sea de la producción o de la distribución, en las que apoyar la comunicación y conseguir el reconocimiento del consumidor, probablemente con el soporte básico de un logotipo de aceptación general. La logística, que ha demostrado su eficacia en responder a las necesidades de los compradores comunitarios, habrá de sofisticarse para cubrir eficientemente la distribución capilar a nivel nacional, sobretodo en lo referente a producto fresco. Y ello manteniendo un papel relevante también para los operadores de menor volumen, a menudo con especificidades locales, que son la garantía de vitalidad y diversidad del sector.

Comprar Revista Phytoma 198 - ABRIL 2008