Desde que la agricultura surgiera en el Neolítico el hombre ha domesticado plantas y animales, modificando el entorno, para garantizar el abastecimiento de alimentos. De esta forma comenzó la actividad agraria como una respuesta a las necesidades básicas de los seres humanos.
Desde entonces hasta la actualidad, la agricultura ha evolucionado hacia una actividad económica que ha aprovechado los avances científicos y tecnológicos para mejorar los rendimientos de los cultivos, intentando asimismo asegurar la protección de las plantas contra plagas y enfermedades. En este ámbito es donde la sanidad vegetal adquiere su relevancia al establecer el marco legal apropiado para la protección de los vegetales, y sus productos, contra los daños producidos por organismos nocivos. Entre los objetivos se encuentra tanto mantener a los organismos nocivos en niveles de población económicamente aceptables, en los casos en que ya están establecidos en parte o en todo el territorio español, como impedir la introducción y extensión de aquellas plagas procedentes de otras áreas geográficas. En la actualidad, la legislación española sobre sanidad vegetal se basa principalmente en la normativa comunitaria incorporada a nuestra legislación a través de diversas disposiciones entre las que destaca la Ley 43/2002, de 20 de noviembre, de Sanidad Vegetal.
La integración de España en la Unión Europea, en 1986, supuso el punto de partida para la apertura de nuestras fronteras a un espacio común de libre circulación de mercancías de los distintos Estados miembros. En este contexto, la protección de los vegetales contra los organismos nocivos constituye una de las prioridades de la política comunitaria, no sólo para evitar una disminución de los rendimientos agrícolas, sino también para mantener una situación fitosanitaria adecuada máxime cuando el contexto actual demanda una agricultura multifuncional, sostenible y competitiva.
De la diversidad productiva de la agricultura española cabe destacar a los cultivos mediterráneos tales como viñedo, olivar, cítricos, y hortalizas, entre otros. La producción hortofrutícola supone aproximadamente la mitad de la producción agrícola española. El auge de los cultivos hortícolas se ha debido al desarrollo de los sistemas de cultivo que han evolucionado con la aplicación de nuevas técnicas agrícolas dirigidas al control de las condiciones ambientales que, junto con la introducción de nuevas especies y variedades, han favorecido una mayor intensificación y solapado de ciclos de cultivo, incrementando los rendimientos, así como la calidad de los productos obtenidos. En lo que se refiere a superficie y producción, en 2005 los cultivos hortícolas alcanzaron las 407.000 ha con una producción total que superó los 13,5 millones de toneladas y cuyo valor ascendió a 6.794 millones de euros. Por cultivos destacan el tomate y el pimiento que, conjuntamente, representan el 24% de la superficie total destinada a cultivos hortícolas y el 43% de la producción total de hortalizas.
Por otro lado, en términos de comercio exterior, la balanza comercial del sector agroalimentario arroja resultados positivos. En este sentido, una de las principales categorías de exportación se encuentra en el sector de las hortalizas frescas, cuyo saldo positivo en 2006 ascendió a 2.626 millones de euros. Asimismo, en el sector de productos transformados las hortalizas también proporcionan una balanza comercial con saldo netamente exportador. En este último caso, destaca el cultivo de tomate destinado a la transformación cuya producción se sitúa en 2,6 millones de toneladas correspondientes a una superficie aproximada que supera las 39.000 ha.
Paralelamente al desarrollo de los cultivos hortícolas, la problemática fitosanitaria se ha incrementado significativamente, siendo las enfermedades causadas por virus vegetales el principal problema fitosanitario que afecta a estos cultivos. Entre los virus que afectan a las plantas hortícolas en España se encuentran el "Bronceado del Tomate (TSWV)", el "Rizado Amarillo (Hoja de Cuchara) del Tomate (TYLCV)" y el virus de las "Venas Amarillas del Pepino (CVYV)". A la problemática de la propia enfermedad vírica se debe añadir la presencia de insectos que actúan como vectores de dichos virus tales como las "Moscas Blancas (Bemisia tabaci y Trialeurodes vaporariorum)" y los "Trips (Frankliniella occidentalis)".
La complejidad existente en el sector hortícola por la interdependencia entre cultivos, zonas y productores, incide en la dinámica de las plagas y enfermedades, haciendo necesario planteamientos y estrategias globales en la utilización de los medios de control. En el caso concreto de los virus vegetales y los insectos que actúan como transmisores de los mismos, el objetivo fitosanitario se centra en controlar a los insectos vectores para así reducir la incidencia de las virosis en los cultivos sensibles, con el apoyo de otras medidas fitosanitarias. En este sentido, los estudios y pruebas experimentales llevadas a cabo en los últimos años han mostrado que las estrategias fitosanitarias basadas en la combinación de diferentes métodos de manejo de plagas, dando prioridad al control biológico y tecnológico, proporcionan los mejores resultados.
En cualquier caso, cabe destacar que el empleo exclusivo del control químico, en este caso, presenta problemas debido a la alta capacidad de los insectos vectores para adquirir resistencias a las materias activas empleadas con la consiguiente necesidad, en su caso, de tener que elevar las dosis, así como el número de tratamientos, con la posible deriva a problemas de residuos. En este contexto, y ante la necesidad de una agricultura en un marco de desarrollo sostenible con la producción de alimentos seguros, el control biológico destaca como instrumento fitosanitario idóneo.
El control biológico, entendido como una estrategia de control contra las plagas utilizando enemigos naturales, antagonistas, competidores u otros agentes de control biológico, debe constituir el elemento principal de cualquier actuación contra los insectos vectores de virus en los cultivos hortícolas. Este método se acompaña de otras medidas fitosanitarias basadas en prácticas culturales, utilización de trampas o en recomendaciones en relación a instalaciones, suelo e higiene. Asimismo, en determinadas condiciones, se puede recurrir a tratamientos fitosanitarios con materias activas compatibles con los insectos beneficiosos o auxiliares utilizados en el control biológico. Con la integración de todas estas medidas se pretende conseguir una eficacia fitosanitaria que mantenga a la plaga en unos niveles aceptables para el desarrollo de los cultivos hortícolas, sin pérdidas significativas en los rendimientos, con la menor incidencia en el entorno natural de las zonas productoras.
En el ámbito de actuación anteriormente descrito, y sobre la base de las pruebas experimentales desarrolladas en diferentes Comunidades Autónomas, el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, tras consultas a todas las comunidades autónomas y a las entidades representativas de los sectores implicados, adoptó el Real Decreto 1938/2004, de 27 de septiembre, por el que se establece el Programa Nacional de Control de los Insectos Vectores de los Virus de los Cultivos Hortícolas, y de conformidad con la Ley 43/2002, de 20 de noviembre de Sanidad Vegetal. En el programa adoptado se establecen un conjunto de medidas fitosanitarias basadas en el control biológico y biotecnológico, calificadas de utilidad pública, dirigidas a prevenir el desarrollo de las poblaciones endémicas de los insectos vectores, constituyendo una alternativa eficaz a los tratamientos insecticidas convencionales.
Estableciendo el ámbito de actuación en aquellas comunidades autónomas que hayan declarado la existencia de la plaga y establecido las medidas obligatorias correspondientes para desarrollar lo dispuesto en el Real Decreto 1938/2004, de 27 de septiembre, cabe señalar que en la actualidad las comunidades autónomas implicadas son principalmente Andalucía, Islas Canarias, Cataluña, Región de Murcia y la Comunidad Valenciana, y en menor medida las comunidades autónomas de Islas Baleares y Extremadura (Figura nº 1).
El análisis de los datos obtenidos por la aplicación del programa nacional de control de insectos vectores, durante las campañas 2006 y 2007, muestra que la superficie incluida en dicho programa se ha incrementado significativamente, pasando de 4.611 ha, en 2006, a 17.396 ha, en 2007. En cuanto a la superficie incluida por cultivos, se ha producido un incremento notable, de la campaña 2006 a la 2007, que en el caso del tomate ha supuesto casi un 60%, mientras que en el pimiento el incremento ha superado el 350%. Además, se han incluido más cultivos hortícolas, sensibles a las virosis, tales como berenjena, calabacín, melón, pepino y sandia, que han contribuido a incrementar la superficie de manera muy significativa en una proporción que supera el 650%.
Los datos referentes a las superficies se muestran en las Tablas nº 1 y 2.
En referencia a los insectos beneficiosos o auxiliares utilizados en el control biológico, las sueltas se llevan a cabo de acuerdo a una planificación que es función del cultivo y de la plaga, con especial incidencia de los niveles de presencia de la misma. En la actualidad, se dispone de una amplia variedad de especies de insectos beneficiosos que pueden ser utilizados en el control biológico de los insectos vectores de virus de los cultivos hortícolas. En este sentido, y de acuerdo a los datos proporcionados por las comunidades autónomas (Tablas nº 3 y 4), de la campaña 2006 a la 2007 se ha producido un incremento significativo del número de sueltas, así como la introducción de nuevas especies, como consecuencia tanto por el aumento de la superficie incluida en el programa, como por la inclusión de nuevas especies vegetales. Entre los insectos beneficiosos que han mostrado un buen control de los insectos vectores cabe señalar, entre otros, Eretmocerus mundus, Eretmocerus eremicus, Nesidiocoris tenuis, Encarsia formosa, Amblyseius cucumeris, Amblyseius swiirski y Orius laevigatus. Para su correcta introducción y manejo, los agricultores y técnicos del sector son asesorados técnicamente por las empresas especializadas productoras y/o comercializadoras de insectos beneficiosos, complementando así el esfuerzo técnico y económico llevado a cabo por las Administraciones Autonómicas implicadas. Además, el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación colabora financieramente para el desarrollo de las medidas obligatorias de acuerdo al Real Decreto 1938/2004, de 27 de septiembre, y cuya aportación desde el comienzo de la aplicación del programa nacional ha supuesto más de 10 millones de euros.
Globalmente, los resultados obtenidos en el marco de actuación del programa nacional de control de los insectos vectores de los virus de los cultivos hortícolas, durante los últimos años, permiten hacer una valoración global positiva, habiéndose conseguido importantes avances en la reducción de los niveles de virosis en los cultivos hortícolas de las zonas productoras españolas, así como una reducción en el consumo de productos fitosanitarios. Sin embargo, es preciso seguir potenciando el desarrollo de este sistema de control fitosanitario integrado para poder asentar la técnica aplicada, comprometiendo a todos los productores y agentes del sector hortícola.
Como conclusión, y ante los retos a los que debe enfrentarse la agricultura en los próximos años, tales como el incremento de la demanda de alimentos, el cambio climático o la gestión del suelo y el agua, la Sanidad Vegetal con sus mecanismos de actuación, se erige en un instrumento imprescindible para el desarrollo de una agricultura multifuncional, donde la competitividad de la actividad agraria se integra en el marco de un desarrollo sostenible, y donde la seguridad alimentaria y el medio ambiente constituyen aspectos prioritarios.
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