Al cumplirse 20 años de la aparición de la revista PHYTOMA, sirva este artículo de reflexión sobre la evolución del sector fitosanitario español y europeo en estas dos décadas de profundos cambios en nuestro sector agrario. Echando la vista atrás, la primera y evidente conclusión es que la Industria para la Protección de las Plantas ha realizado un enorme esfuerzo inversor en I+D+i para adaptarse tanto a las nuevas necesidades de los agricultores, como a la legislación comunitaria y a las exigencias de los consumidores. El resultado es evidente: hoy los europeos disponen de alimentos de calidad, durante todo el año y a un precio razonable gracias, entre otros factores, a la labor de la industria fitosanitaria.
INTRODUCCIÓN
La transformación que la agricultura española ha sufrido en los últimos 20 años ha sido verdaderamente espectacular, y como es lógico no exenta de problemas y dificultades que se han ido resolviendo hasta llegar a conseguir un sector agrario verdaderamente dinámico, rentable, eficaz y sostenible. España es hoy en día la "huerta" de Europa y nuestras exportaciones agroalimentarias son un factor clave a la hora de analizar nuestra balanza exterior.
En toda esta evolución, que no es motivo de este artículo, la industria fitosanitaria ha jugado un papel fundamental, teniendo que hacer un enorme esfuerzo, muy pocas veces reconocido, para adaptarse a las múltiples exigencias en todos los ámbitos: los agricultores que necesitaban nuevas y mejores soluciones para producir más y mejor; las administraciones aumentando las restricciones reglamentarias de manera muy importante; y los consumidores elevando el listón de sus exigencias y preocupaciones sobre la calidad de los alimentos y del impacto en el medioambiente.
La industria fitosanitaria, tanto la europea como la española, sólo tiene un arma eficaz que poner sobre la mesa: la inversión en I+D+i para producir nuevas materias activas que respondan a las necesidades del mercado. Los productos fitosanitarios, al igual que los medicamentos, no se pueden improvisar, sino que son fruto de muchos años de investigación y sufren un largo proceso hasta obtener el visto bueno para usarse en nuestros campos.
Por ello, el primer dato que queremos reflejar en este artículo es que la industria fitosanitaria europea ha empleado cerca del 10% de su facturación anual (entre los 6.000 y 7.000 millones de euros de ventas) en inversiones en I+D+i.
Antes de que una nueva sustancia activa alcance el mercado, transcurren como media nueve años; supone un coste superior a los 200 millones de euros, y se presentan más de 100 pruebas específicas sobre sus efectos en la salud y el medio ambiente.
Está inversión, ha generado una significativa renovación de las materias activas que se utilizaban hace 20 años, tanto en la agricultura extensiva como intensiva.
Las sucesivas restricciones legislativas y la apuesta del sector fitosanitario por el modelo de Producción Integrada, que combina el control químico de las plagas y enfermedades con la lucha biológica, han supuesto una importante aportación a la sostenibilidad, seguridad y eficacia de nuestra agricultura, que responde en mayor medida a las exigencias de productores y consumidores.
La Protección de las Plantas en cifras
Observando la evolución de ventas de productos fitosanitarios, tanto en España como en Europa a lo largo de esta década, la primera conclusión es que estamos ante un mercado relativamente estable, con una demanda estacional y siempre condicionado por la meteorología. Resulta en este sentido muy gráfico lo que está ocurriendo este año, en el que la falta de disponibilidad de agua para el riego, teniendo que garantizar el creciente consumo humano, afectará a muchos cultivos de regadío.
En España vemos como en los últimos 10 años las cifras de negocio del sector de la protección de las plantas, oscilan entre los 500 y los 600 millones de euros. La excepción tuvo lugar en el año 2003, en el que se alcanzaron los 650 millones de euros en ventas, provocado por una climatología favorable al desarrollo de plagas.
Si analizamos la evolución desde otra perspectiva y tomando la cifra de facturación correspondiente a 1987, que ascendió a 50.878 millones de pesetas (305,78 millones de euros), y le aplicamos un revisión del 4,2% de inflación media, la cifra resultante equivaldría a 693 millones de ?, muy inferior a los 575 millones de ? de ventas durante 2007, esto significa que en realidad durante estos años el mercado ha seguido una leve tendencia a la baja.
Curiosamente, esta evolución es casi idéntica en Europa y, según los datos de nuestros homólogos europeos de ECPA, las cifras de negocios se mueven entre los 6.000 y 7.000 millones de euros al año. Sin embargo, hay que destacar que estos niveles de facturación se mantienen aún con una importante reducción de las materias activas permitidas, de lo que luego hablaremos, por lo que la industria está compensando estas reducciones con productos de más alto valor añadido.
En cuanto a las familias de productos, el mercado español tiene un sector muy importante de insecticidas, acaricidas y nematicidas, que suponen un 30% del mercado, a diferencia de los datos en Europa donde sólo suponen un 14%.
España es un país cálido, con problemas de insectos y se traduce en el consumo de productos específicos.
En cualquier caso, desde esta perspectiva si se ha producido una importante evaluación que a continuación se detalla gráficamente:
Respuestas a una legislación cambiante y restrictiva
Como ya hemos remarcado en varias ocasiones, la industria fitosanitaria se ha tenido que adaptar a una legislación europea cambiante y restrictiva, que en muchas ocasiones ha significado un importante reto para el sector.
Los productos fitosanitarios, están regulados por una amplia normativa, que va desde la Directiva Marco de Aguas, hasta la de Protección de las Aves y Hábitats, pasando por la de Gestión de Residuos Peligrosos o las normas de Protección Laboral. A estas regulaciones hay que añadir los protocolos de Buenas Prácticas Agrícolas creados por las grandes cadenas de distribución, que igualmente les afectan de forma directa.
A todas ellas se ha ido dando respuesta desde la industria, con productos de buen perfil medioambiental y seguros para el consumidor, y con acciones de protección para el medioambiente y los aplicadores. Recordemos aquí que desde la industria fitosanitaria se ha creado un manual de Buenas Prácticas Agrícolas; un Sistema Integrado de Gestión de envases fitosanitarios (SIGFITO); y se ha lanzado el Proyecto de Uso Seguro, para formar y proteger a los aplicadores.
Se ha realizado una fuerte apuesta por la Producción Integrada y se siguen desarrollando nuevas iniciativas, la última la del proyecto TOPPS, que pretende formar y concienciar a los agricultores para que eviten la contaminación puntual de los cursos de agua.
Pero, a nivel de normativas, en estos 20 últimos años la que más ha afectado al sector es, sin lugar a dudas, la Directiva 91/414/CEE, que ha supuesto toda una revisión de los productos fitosanitarios utilizados hasta ahora, con un endurecimiento de los criterios de aprobación de los productos. Esta revisión ha supuesto un esfuerzo impresionante para la industria, que ha tenido que revisar y presentar a aprobación todas las materias activas con las que va a trabajar de cara al futuro. En el camino se han pasado de 850 materias activas a las 250 aprobadas actualmente que, además, tienen marcado un periodo de renovación cada pocos años.
Aunque la Directiva aún está en su fase de revisión de sustancias, y, actualmente, trabajando con la Lista 3 y la Lista 4, ahora nos enfrentamos a una propuesta de Reglamento para sustituir la Directiva, que ha sido realizada por la Comisión Europea en 2006 y, actualmente en proceso de codecisión entre el Consejo y el Parlamento Europeo. El texto en discusión introduce una serie de criterios de exclusión de sustancias, que de aprobarse tal y como quedó en el Pleno del Parlamento Europeo, vendría a reducir en un 85% las materias activas actuales, especialmente los insecticidas, con grave impacto en la agricultura mediterránea. La propuesta de reglamente pretende excluir del abanico de soluciones fitosanitarias toda sustancia cuyo perfil caiga dentro de alguna de las categorías de preocupación: cancerígeno, mutagénico, etc. sin analizar el riesgo real debido a ella. Debemos recordar que hasta ahora se analiza y se evalúa en función del riesgo que es el resultado de multiplicar la peligrosidad de una sustancia por la exposición a ella.
Desde la industria a nivel europeo (ECPA) y a nivel nacional (AEPLA) se ha dado la voz de alarma: una reducción de este calibre, no sólo afectaría a la industria fitosanitaria (con todo el empleo, tejido industrial y facturación que genera), sino que pondría al borde de la desaparición a miles de agricultores y crearía enormes dificultades de abastecimiento a la industria agroalimentaria.
Ya se han publicado estudios como el elaborado por el Instituto de investigación italiano Nomisma, que hablan de las pérdidas en cultivos y las dificultades de abastecimiento de la industria agroalimentaria en un momento en el que a nivel mundial hay una demanda creciente de productos agrarios, tanto para alimentación como para su uso como biocombustibles. La Unión Europea parece ir a la contra, y puede tomar decisiones que van a perjudicar gravemente a sus agricultores y consumidores: los primeros perderán su competitividad y su medio de vida, y los segundos verán aumentar los precios y disminuir la oferta de frutas y verduras. Esto puede provocar la importación de productos de terceros países, en los que irónicamente existen menores niveles de calidad y control, si los comparamos con los que imponen a nuestros agricultores.
Problemas sin resolver
Además de los problemas legislativos que hemos repasado, existen otros problemas que parece que con los años no se resuelven sino que empeoran.
Uno de estos problemas es el retraso en los registros de productos fitosanitarios por parte del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. No parece lógico que materias activas que han pasado todas las exigencias y controles de la UE y cuyos productos son registrados sin problemas en el resto de países comunitarios, no puedan serlo en España por la ineficiencia de nuestra Administración.
Desde AEPLA se ha hecho, en este sentido, una queja al Defensor del Pueblo que ha sido admitida a trámite y que está a la espera de contestación.
El segundo problema sin resolver es el del mercado ilegal de productos.
Tanto desde AEPLA, como desde las distintas administraciones y desde el SEPRONA, se está haciendo esfuerzos por acabar con las redes mafiosas que trafican con productos ilegales y que tanto daño hacen a nuestra agricultura.
Después de la crisis que se produjo con la detección de pimientos españoles tratados con productos ilegales en varios mercados europeos, AEPLA con el apoyo de ECPA, ha lanzado una campaña de concienciación a finales de 2007 que creemos está ayudando a que los agricultores se recapaciten sobre el uso de estas sustancias. Además, ECPA ha creado un grupo europeo de lucha contra el tráfico ilegal que está dando igualmente sus frutos. En cualquier caso, acabar con este tipo de problema no resulta fácil y será una tarea todavía larga y difícil.
Un tercer problema de la industria, aún sin resolver, es el de su imagen ante la opinión pública, que no ha sabido o no podido cambiar durante este tiempo.
En los últimos 50 años la esperanza de vida de los españoles ha aumentando considerablemente, gracias fundamentalmente a la mejora en la alimentación, lo que significa que los alimentos producidos en España (y tratados con fitosanitarios) son cada vez mejores, más seguros y sanos. Sin embargo, nuestra industria siempre aparece ante el consumidor como alguien a vigilar y nuestro productos como algo a evitar. Parece contradictorio pensar en la imagen tan potente y positiva de los fabricantes de coches (en las carreteras mueren al año cerca de 3.000 personas) frente a la imagen negativa de los productos fitosanitarios (a pesar de su contribución al aumento de la producción, por ejemplo, de frutas y verduras y a la disminución en los precios). En mejorar esta imagen estamos trabajando y más aún con las nuevas propuestas que se manejan en la Unión Europea, aunque para ello habrá que contar con todo el sector agrario, también aquejado de una imagen negativa desde hace muchos años.
Mirando hacia el futuro
A pesar de estos problemas y condicionantes, la Industria para la Protección de las Plantas siempre mira al futuro con optimismo. En estos últimos 20 años el sector ha sabido responder a los retos que se le han planteado y ha vivido una reestructuración que ha supuesto la reducción del número de empresas y la fusión de varias compañías que hoy son grandes corporaciones a nivel mundial.
Para hacer un poco de historia, sólo citar que en el número cero de PHYTOMA en España se citaban las empresas que formaban la Junta Directiva de AEPLA y entonces eran: Grima Química, Agrocros, Cequisa, Agriplan-Reveex, Ciba Geigy, Massó, Dow Chemical, Du Pont Ibérica, Edefi, Agragonesas, Etisa ICIZeltia, INATRA, Argos, I.Q. Vallés, Insecticidas Cóndor, Kenogard, Sandoz, Schering, Shell, Unión Explosivos Riotinto.
Tras estos años difíciles, el mundo vive por primera vez un renacimiento de la agricultura como gran tema de debate entre los mandatarios a nivel mundial.
El tirón de los países emergentes y la necesidad de encontrar un sustituto a los combustibles fósiles ha puesto a lo agrario en el punto de mira y ahora se habla de cultivos energéticos y de mercados de futuro agrícolas en los grandes foros de la economía. Los precios de los denominados "commódities" están muy altos y las previsiones apuntan a un mantenimiento de los mismos en los próximos tres o cuatro años.
Ante esta realidad y la necesidad de aumentos de producciones agrícolas no hay más tierra disponible para extender la agricultura. Por ello, volverán a ser los productores de maquinaria y tecnología agrícola, de semillas, de abonos y de productos fitosanitarios los que tengan que buscar nuevas soluciones para aumentar la productividad en el terreno disponible y garantizar a la vez la sostenibilidad de la actividad para varias generaciones.
Nuestros productos serán por ello, más eficaces, específicos, selectivos, respetuosos con la fauna útil y con el medio ambiente en general, y con una presencia mínima en los alimentos producidos mediante ellos. Esta evolución es la que han seguido en los últimos 20 años y continuará en los próximos 20.
La industria fitosanitaria europea y española está preparada para afrontar el reto y para seguir invirtiendo en I+D+i de cara al futuro. Lo único que necesita es un marco estable de trabajo, unas normas claras y duraderas en el tiempo y un poco de apoyo para mejorar una imagen injustamente creada: al fin y al cabo, solo producimos medicinas para las plantas que aseguren que éstas crezcan sanas para que lleguen al consumidor final con la calidad suficiente, a un buen precio y durante todo el año.
Comprar Revista Phytoma 197 - MARZO 2008