El algodón ha sido cultivado en España desde la época musulmana, pero su apogeo se alcanzó en la segunda mitad del siglo XX, llegándose a cultivar 346.000 hectáreas a principios de los 60. Desde el punto de vista fitosanitario no ha dejado de ser un reflejo de la agricultura española, siendo en su día un paradigma de la aplicación de la revolución verde, con un uso intensivo de los fertilizantes, insecticidas, herbicidas,... Podríamos establecer para este modelo de cultivo un punto de inflexión en el año 1979, con el inicio de una transformación que ha llegado hasta nuestros días. Ese año se creó en Andalucía la primera ATRIA, Agrupación para el Tratamiento Integrado del Algodón (posteriormente este "del Algodón" se transformaría en "de la Agricultura"). Aquella actuación pionera y germen del modelo que durante dos décadas marcaría la práctica fitosanitaria de gran parte de nuestra agricultura, fue consecuencia de la inquietud de algunos miembros del por entonces Servicio de Defensa contra Plagas (hoy Sanidad Vegetal) de Andalucía, especialmente Manuel Alvarado y Francisco Limón.

 

INTRODUCCIÓN

En estos casi 30 años se ha aplicado una estrategia de control que ha ido afectando directamente a unos 3.000 agricultores, pero que sobre todo ha creado un modelo de control fitosanitario. Entre 1979 y 1998 funcionaron anualmente una media de 34 ATRIAs en este cultivo. Se ha creado un soporte técnico basado fundamentalmente en dos pilares: la información y el personal técnico. Desde el primer momento se hizo hincapié en la necesidad de estudiar la problemática fitosanitaria del cultivo a nivel local, estableciendo metodología de muestreo, estudio de daños, umbrales económicos, insectos auxiliares,... Por otra parte se ha ido creando un conjunto de personal técnico especializado que a lo largo de tantos años se ha ido renovando, pero que cuando salía del sistema llevaba con ellos una formación que impregnaba su actividad profesional. Alrededor de 350 especialistas se han ido formando en los diferentes cursos impartidos. Gran parte del éxito del modelo ha sido la estrecha relación que ha habido entre estos dos pilares, de forma que la información obtenida era rápidamente trasladada al sector, que a su vez veía atendidas sus demandas y prestaba toda su colaboración. En la implantación de esta relación jugó un papel esencial José Luis Jiménez Sánchez-Malo.

 

Uno de los factores en los que desde el principio se hizo más hincapié fue en la adecuación de la maquinaria de tratamiento. Se creó una Unidad, en la que destacó la labor de Enrique Aranda, para la experimentación y puesta a punto de técnicas de aplicación adaptadas a las condiciones de nuestro cultivo. Con el asesoramiento y el apoyo de la administración, los agricultores fueron dotándose de modernos equipos, en una transformación que repercutió rápidamente en la calidad de las aplicaciones, tanto desde el punto de vista de la eficacia como de un menor impacto medioambiental, aspectos ambos que han estado presentes a la hora de evaluar todas las propuestas de control.

La información fitosanitaria generada se ha ido traduciendo en publicaciones, tanto de carácter técnico como divulgativo. En este sentido también fue un cultivo pionero, en el que, con la imprescindible colaboración de José Manuel Llorens, se editó un primer vídeo en 1992, al que siguieron dos más, todos ellos galardonados a nivel internacional. Un hito más en el que quedan de manifiesto estas innovaciones es el programa informático TRIANA. Mediados los 90 se vio la necesidad de poder gestionar la información que se generaba en el trabajo de campo de los técnicos/as. A nadie se le escapa la conveniencia de tener informatizados los datos y con el paso del tiempo aquel programa se ha llegado a ser una herramienta esencial, convertido en la actualidad en el cuaderno de explotación. Hoy en día existen versiones para 10 cultivos y su evolución sigue activa, siguiendo el modelo de relación directa y cercana entre la administración y el sector, el programa se va adaptando a sus demandas.

Desde el punto de vista fitosanitario, la situación ha evolucionado en estos años. A finales de los 70 el algodón, como la mayor parte de los cultivos intensivos, respondía a un modelo de lucha química, en el que las Estaciones de Avisos intentaban introducir avances técnicos. Las plagas principales eran la araña roja (Tetranychus urticae), los pulgones (Aphis gossypii), el Heliotis (Helicoverpa armigera) y el gusano rosado (Pectinophora gossypiella), algo que a grandes rasgos no ha cambiado, pero en lo que es necesario introducir algunos matices.

La araña roja (Tetranychus urticae) era considerada la plaga principal. A ella se dedicaron gran parte de los esfuerzos de estudio a principios de los 80.

Se estableció un muestreo simplificado, se caracterizó la fauna auxiliar, la dinámica poblacional, la colonización de las parcelas y sobre todo, el importante papel de los restos vegetales y de la vegetación espontánea en lindes y en el interior.

Con el manejo de ésta se redujo en gran medida la gravedad del problema.

A ello contribuyó la disponibilidad de acaricidas de gran eficacia y relativamente bajo impacto sobre la fauna útil.

Los pulgones supusieron un importante problema a finales de los 80 cuando, coincidiendo con otras partes del mundo y otros cultivos, apareció la resistencia de Aphis gossypii a los aficidas que se venían empleando. Diferentes estudios permitieron encontrar, de entre los insecticidas entonces autorizados en el cultivo, aquellos que solventaban el problema.

El Heliotis no solo continúa siendo importante sino que se ha convertido en la plaga clave, llegando en algunas campañas a poner en peligro la viabilidad del cultivo. Las causas hay que buscarlas en condicionantes de su dinámica poblacional, pero muy relacionado con la disminución en el número de insecticidas autorizados y la baja eficacia de la mayor parte de ellos.

El gusano rosado tiene un carácter más localizado, si bien en las zonas consideradas endémicas es una plaga de primer orden, situación sostenida a lo largo de estos años. Las dificultades de su control, debido a su biología, hicieron que a mediados de los 80 se pusiera a punto una estrategia de control mediante aplicaciones con piretroides durante el vuelo de los adultos, apoyada en el empleo de trampas de feromona sexual. Desde el inicio del programa ATRIA se ha venido estudiando también la técnica de confusión sexual contra este lepidóptero.

Se han ensayado diferentes formulados y técnicas de aplicación, pero hasta principio de esta última década no se ha dispuesto de unos difusores que sí han permitido su aplicación en campo en condiciones económicamente viables.

 

La aparición del algodón-Bt despertó en su día grandes expectativas, ya que mostró que podía solucionar el principal problema fitosanitario del cultivo: las diferentes orugas de las cápsulas. La no autorización de su uso en España no ha permitido evaluar posibles inconvenientes que pudieran darse, en este cultivo y en nuestras condiciones.

A principios de los 80, la principal enfermedad que tenía el cultivo en la zona, la verticilosis producida por el hongo Verticillium dahliae, comenzó a producir unos daños muy graves en la zona del Bajo Guadalquivir. Se debía a la aparición de una cepa defoliante que posteriormente se iría extendiendo por todo el Valle del Guadalquivir, afectando a éste y otros cultivos. Rápidamente comenzaron los estudios para su control, con prometedores resultados con el empleo de la solarización, pero finalmente la convivencia con esta enfermedad ha venido de la mano del desarrollo de variedades tolerantes. No obstante, en los veranos frescos su virulencia puede llegar a ser importante y en todo caso implica la dependencia de un conjunto de variedades que no siempre responden a todas las necesidades.

La otra enfermedad que tiene relevancia en este cultivo es la denominada caída de plántulas, que en su vertiente patológica se debe fundamentalmente a Rhizoctonia violacea, Thielaviopsis bassicola y Pytium ultimum. Su incidencia es variable, muy asociada a las condiciones climáticas del periodo de nascencia, pero en términos generales la calidad germinativa de la semilla y su tratamiento fungicida, unido a una buena técnica de siembra, hacen que su incidencia no suela ser importante.

 

Cuando mediados los 90 comenzó la implantación de la Producción Integrada, el algodón se encontraba en una disposición muy adecuada para incorporarse a este sistema. A la experiencia en lucha integrada alcanzada con el plan ATRIA, se unía un gran conocimiento sobre su agronomía, tanto por parte del propio sector, como del equipo de investigación que lideraba Juan Carlos Gutiérrez. Sin embargo, al no ser un cultivo de uso alimentario, en el que no existen LMR,... no había una demanda urgente y cuando en 2.002 se publicó el reglamento específico de Producción Integrada, surgió sobre todo con el fin de optimizar el modelo de cultivo y mejorar su relación con el medioambiente. Las siguientes campañas una superficie creciente, de 10.000-20.000 hectáreas en torno al sector cooperativo, se fue acogiendo a esta práctica.

En la campaña de 2006 entró en vigor la reforma del régimen de ayudas por la que se desacoplaba de la producción un 65% de la ayuda, quedando el resto condicionado a una siembra que no necesariamente se vincula con una determinada producción. Un porcentaje de productores ha optado por cobrar la ayuda desacoplada y sembrar otros cultivos, pero la mayor parte considera que el algodón sigue siendo una opción muy rentable. La disyuntiva está entre quienes tras haberlo sembrado prácticamente no vuelven a intervenir, ya que no pretenden alcanzar producción alguna, y quienes buscan obtener una cosecha acorde con unos insumos reducidos.

Dos años más tarde, habiéndose reducido un 30% de la superficie sembrada, con unos rendimientos unitarios que han caído a la mitad, nuestra producción de algodón ha descendido un 63%. Los síntomas indican un riesgo gravísimo para el sector. Hasta ahora no han sido los productores los más perjudicados económicamente, sino el resto del sector: la industria desmotadora, que ha entrado en una grave crisis, y el sector de servicios, pero sin olvidar los efectos que todo esto tienen sobre el entorno social de numerosas comarcas.

 

En la actualidad el 80% de la superficie dedicada al algodón se ha acogido a las prácticas de la Producción Integrada y a los métodos de producción agraria compatibles con el medio ambiente. Anualmente, cerca de 4.700 agricultores contratan, directamente o por medio de diferentes entidades (Cooperativas, Organizaciones agrarias, Desmotadoras,...) unos servicios técnicos que suman alrededor de 200 personas. Como valor adicional y al igual que en los demás cultivos en que se aplica la Producción Integrada, semanalmente la Consejería de Agricultura y Pesca de la Junta de Andalucía recibe, de 10 de las parcelas gestionadas por cada uno de dichos técnicos, toda la información referida al cultivo, tanto fitosanitaria como de operaciones de cultivo, tratamientos,... Los datos, por medio del programa TRIANA, llegan vía correo electrónico y tras ser procesados se traducen en gráficas y mapas de incidencia de plagas que alimentan la Red de Alerta e Información Fitosanitaria (RAIF) y que puede consultarse en la página web de la Consejería, www.juntadeandalucia.es/agriculturaypesca/raif. Esta labor, apoyada con reuniones quincenales con los responsables de cada API, dan continuidad a la coordinación que tradicionalmente venía existiendo.

 

En los aspectos fitosanitarios los modelos de cultivo que se realizan, con reducidos insumos y el consiguiente escaso desarrollo vegetativo, bajo número de frutos,... implica unas condiciones adversas para el desarrollo de la mayor parte de los parásitos. La presión de plagas está siendo menor de lo habitual, pero permanece la amenaza de que, ante circunstancias favorables para alguna plaga de importancia, los condicionantes económicos del cultivo harían prácticamente inviable su control. La reducción de materias activas disponibles a raíz de la aplicación de la Directiva 91/414 no hace sino agravar este problema.

Desde el punto de vista normativo, en enero de 2008 continúa la incertidumbre ya que el modelo de reforma que se aplicó en 2006 está pendiente de su modificación. En este contexto, la agronomía ha pasado a un segundo plano.

Los modelos de cultivo que se proponen se ciñen inevitablemente a unas nuevas condiciones en las que los costes de producción han de adaptarse al precio mundial de la fibra. Se deben reducir por tanto los insumos y aceptar un techo de producción en consonancia con ellos. Puede hacerse ajustando el modelo tradicional de cultivo o mediante nuevas técnicas entre las que cabría destacar el algodón de marco estrecho. Existe un hueco para las variedades híbridas en las que el precio prima la longitud de su fibra; en cambio parece muy difícil producir algodón ecológico en nuestras condiciones. Valores añadidos, como una denominación específica, vendrían a apoyar la posibilidad de mantener la producción de un cultivo que sólo tiene sentido si es transformado (desmotado), por lo que está ineludiblemente vinculado a la industria. Más allá de las adaptaciones que se puedan plantear en los aspectos agronómicos, el actual régimen de ayudas sitúa al agricultor en la tesitura de que aplicar un modelo de cultivo no productivo puede serle más rentable que el cultivar con vistas a lograr una producción, aun optimizando el aporte de insumos. Es precisa su modificación para asumir un cultivo que culmine en la entrega de una producción de calidad.

De no ser así comarcas con una agricultura altamente dependiente de este cultivo se verán muy afectadas.

Comprar Revista Phytoma 196 - FEBRERO 2008