Hace veinte años España se incorporó a la Comunidad Económica Europea. Este hito marcó de manera definitiva nuestra agricultura, tanto por los retos y oportunidades que trajo consigo la integración en el mercado común, como por la obligada adaptación a una compleja normativa comunitaria que tuvimos que acometer, incluidas las reformas de 1992 y la más reciente de 2003. La agricultura española ha asimilado perfectamente una PAC en la que en un primer momento predominaron los mecanismos de regulación de mercados y que, a lo largo de los años, ha dado paso a un apoyo basado en ayudas a la renta que ha resultado clave para el mantenimiento de la actividad agraria en nuestros campos. Otro elemento muy presente en este periodo ha sido el incremento de requisitos en materia de medioambiente y salud a los que se han visto sujetos los agricultores, reflejo claro de las demandas de una sociedad Europea, cada vez más urbana, que no percibe el abastecimiento alimentario como un problema y deriva sus preocupaciones hacia cuestiones como la calidad de los alimentos o el medio ambiente.
INTRODUCCIÓN
Estos veinte años también han venido marcados por la liberalización del comercio mundial, plasmado en los acuerdos en el seno de la Organización Mundial de Comercio, que por otra parte han tenido una influencia decisiva en la evolución de la política agrícola europea. Lo sucedido en estos veinte años sienta las bases del escenario futuro en el que deberán desarrollar su actividad nuestros agricultores: un mercado mundial cada vez más abierto, una Política Agrícola Común basada en ayudas a la renta y desacopladas de la producción, y un aumento del los requisitos medioambientales y de salud en el marco de las políticas de sostenibilidad en el uso de los medios de producción y de protección de los recursos naturales, sobre todo agua y suelo. La adaptación a este futuro pasa por una agricultura que produzca mirando al mercado, bajo prácticas que garanticen la salud y el medio ambiente, aprovechando las oportunidades para la exportación en aquellas producciones que tienen este potencial, como las frutas y hortalizas, y ofreciendo al consumidor europeo un producto de calidad y de alto valor añadido.
A continuación pasamos a realizar un estudio sectorial sobre la evolución en cuanto a las superficies y producciones en estos últimos veinte años, con una breve descripción de los hechos más relevantes que han podido influir en ella.
Cultivos herbáceos
En primer lugar, conviene precisar lo que se entiende por el sector de los cultivos herbáceos para poder centrar los temas y analizar separadamente cultivos y grupos de cultivo que, tienen la misma consideración agronómica y productiva, ya que son complementarios en el uso de la tierra y en su aportación a la alimentación humana y animal, suministrando energía unos, como los cereales y el arroz, y proteína los otros, como las leguminosas grano (lentejas, garbanzos, vezas y yeros), las proteaginosas (guisantes, habas y haboncillos y altramuz), los cultivos forrajeros (maíz y veza forrajeros y alfalfa) y las oleaginosas (girasol, colza y soja) que además suministran aceite de distinta calidad.
Desde el punto de vista estrictamente reglamentario los cultivos herbáceos abarcan exclusivamente los cereales, las proteaginosas y las oleaginosas antes citadas, pero por las razones expuestas hay que añadir a ellos el arroz, que tiene un tratamiento específico en la reglamentación comunitaria, las leguminosas de grano y los cultivos forrajeros que también lo tienen, junto con el barbecho que no encaja en la reglamentación comunitaria, pero sí que ha tenido que ser tenido en cuenta en la reglamentación española de aplicación de la política agrícola común, por su importancia técnica y económica en la producción y rendimientos de los cereales y las oleoproteaginosas. Son cultivos y aprovechamientos que rotan en el uso de la tierra tanto en secano como en regadío y que exigen un tratamiento unitario.
Dicho esto, conviene resaltar que el grupo de los cereales es con diferencia el más importante desde el punto de vista superficial y económico y que para el análisis de su evolución como consecuencia de las sucesivas reformas de la política agrícola común, se ha tomado como origen de referencia temporal el año de 1980 y como final el año 2007, todavía con datos provisionales, y se han recogido en el cuadro adjunto los valores que las superficies dedicadas a estos cultivos tienen en los años característicos de los quinquenios 1980 a 2005, ampliados con los años 2006 y 2007. Esta serie temporal se ha utilizado para todo el conjunto de los cultivos que se van a analizar por considerar que representa adecuadamente su evolución hasta la fecha.
Lo primero que conviene destacar es que el conjunto de los cereales ha disminuido sensiblemente desde aquel lejano 1980 hasta el 2007 actual, en más de un millón de hectáreas y que, por lo tanto, desde que se estableció la reforma de 1993 no ha dejado de disminuir en contra de la tendencia de crecimiento observada desde 1980 y nuestra entrada en la entonces Comunidad Económica Europea. En efecto desde que hubo expectativas de ingresar en la Comunidad y en los primeros cinco años posteriores a la entrada efectiva de la misma, las superficies de los cereales aumentaron ligeramente. A partir de la reforma de 1993 en la que se estableció un precio de intervención único, más bajo que el mismo precio pagado hasta la fecha para cada cereal, y compensado con una ayuda por hectárea, en función de la capacidad productiva de cada zona, comienza a disminuir lentamente y sigue haciéndolo en la actualidad.
Esta misma evolución se constata en el conjunto de los cereales de invierno y del total del trigo aun cuando en este caso el que verdaderamente sigue esa pauta es el trigo blando a diferencia del trigo duro que sufre un incremento verdaderamente espectacular hasta el 2005, año en que comienza a aplicarse la reforma de 2003 del sistema de pago único desacoplado de la producción, y que supone una caída verdaderamente significativa e importante de más de 400.000 ha, pasando de casi un millón a casi medio millón de hectáreas en tres años. La cebada, que es el principal cultivo desde el punto de vista superficial sigue la tendencia general de los cereales como era de esperar, mientras que la avena de mucha menor representación superficial, unas 8 veces menor, observa una tendencia contraria incrementándose en unas 100.000 ha en todo el período que se considera. El centeno al igual que la cebada y el conjunto de los cereales, observa una disminución paulatina a lo largo de todo el período y el triticale en cambio sufre un ligero incremento desde 1990 hasta el momento actual. El maíz es el único cereal que se cultiva de forma casi exclusiva en el regadío, tiene un período inicial creciente para luego disminuir con cierta regularidad, que va ligada a las disponibilidades de agua para el riego en los distintos años y en las diferentes cuencas hidrográficas productoras.
En relación con el arroz conviene destacar que como consecuencia de la liberalización del cultivo en nuestra entrada en la Comunidad Económica Europea se incrementó notablemente la superficie y si no alcanzó valores mayores en la década de los 90 fue por las enormes restricciones de agua de riego disponible para este cultivo que hubo en las principales cuencas productoras como la del Guadalquivir y la del Ebro. A partir del año 2000 y sobre todo en el año 2005 en que se modifica la reglamentación comunitaria que afecta a este cultivo y se nos otorga una superficie máxima garantizada de 104.000 ha la superficie cultivada crece hasta rebasarla ampliamente salvo en los dos últimos años, en los que las restricciones de agua disponible para riego en la cuenca del Guadalquivir han sido muy estrictas y se ha llegado a respetar este límite reglamentario.
Las proteaginosas han observado una tendencia creciente a lo largo de toda la serie temporal analizada con un incremento de casi 100.000 ha que está pivotando sobre la positiva evolución del cultivo del guisante proteaginoso. Las leguminosas de grano han observado una evolución contradictoria, creciente desde el comienzo del período hasta que en el 2003 la reforma de la política agrícola común las incluye en el pago único desacoplándolas totalmente y haciéndolas perder 150.000 ha, situándose en 100.000 ha y contrastando con las casi 400.000 ha que llegó a haber con el sistema de ayudas anterior.
Las oleaginosas que prácticamente quedan reducidas al girasol, han observado también una evolución creciente hasta el año 1995 como consecuencia de la alta ayuda de que gozaban durante la vigencia del período transitorio de adhesión. A partir de ese momento la ayuda se ha reajustado en dos ocasiones, la última en la Agenda 2000 y como consecuencia han disminuido sensiblemente las superficies de cultivo hasta casi medio millón de hectáreas y en los dos últimos años comienzan a repuntar situándose en las 625.000 ha. También comienza a ser significativa en estos dos últimos años la superficie destinada a colza, aunque todavía tiene un valor simbólico, ligada al desarrollo de los biocombustibles.
De los cultivos forrajeros el único que tiene importancia reglamentaria es la alfalfa que ha experimentado una caída permanente de su superficie de cultivo de casi 100.000 ha situándose en el momento actual sobre las 250.000 ha. Esta disminución ha sido debida a la fuerte disminución del mercado de heno de esta leguminosa forrajera que solo ha sido parcialmente sustituida por el también incrementado mercado de alfalfa deshidratada que, sin embargo, no ha bastado para compensar la disminución de aquél.
Desde el punto de vista de su evolución futura, cabe considerar, por un lado, a los cereales y las oleaginosas que presentan unas expectativas de mercado altamente positivas a corto y medio plazo y que se espera que inicien un repunte suave de acuerdo con la evolución de la demanda, que es alcista. Algo parecido se puede prever para el arroz cuyo mercado está dotado de una fortaleza considerable y una tendencia al alza ligera, pero constante, de su precio. Entre las plantas suministradoras de proteína cabe diferenciar las leguminosas grano que han llegado a su techo mínimo prácticamente y no se espera que reaccionen a un mercado creciente, pero dominado por los productos de importación, de las proteaginosas, especialmente del guisante, que puede seguir creciendo de forma sostenida y ligera adaptándose así a la evolución del mercado de proteínas que, a corto plazo, va a tener una competencia fuerte con las proteínas procedentes de las tortas derivadas de la transformación de las oleaginosas.
Por último, hay que referirse a los barbechos, que están disminuyendo de forma permanente y significativa en todo el período y que incluyen las retiradas obligatorias y voluntarias de cultivo, derivadas de la reglamentación comunitaria de herbáceos. Estas retiradas pueden desaparecer, como consecuencia de la revisión médica del 2008 y podría reducirse la superficie actual de barbecho en casi un millón de hectáreas, quedando el barbecho tradicional en una magnitud similar a los dos millones y medio de hectáreas, en un futuro no muy lejano por seguir siendo agronómicamente necesario.
Casi todos los grupos de cultivos aquí analizados han perdido en su conjunto superficie que, en parte, ha pasado a cultivos leñosos y, en otra gran parte, ha pasado a prados y pastizales mucho menos a terreno forestal y una parte relativamente significativa a utilizaciones urbana e industrial del suelo.
Se puede considerar que en el conjunto de este sector seguirá reduciéndose la superficie destinada a estos cultivos de una manera suave, aunque se incrementará su producción global y su aportación a la producción final agrícola, como consecuencia de la mejora tecnológica de estos cultivos y de las perspectivas favorables de mercado y precio que presentan los principales grupos de los mismos.
Olivar
El sector del olivar ha sido el sector agrícola que ha evolucionado más positivamente en los últimos años, pasando en apenas tres décadas de una situación de pesimismo en que se arrancaban olivos, a la situación actual de optimismo, en la que la superficie de olivar en España continúa creciendo, no siendo negativa para el olivar la aplicación de las nuevas ayudas de pago único, que en este sector han supuesto un desacoplamiento del 93,61%.
El incremento de superficie desde la campaña 1985/86, en que se produce la adhesión de España a la Comunidad Económica Europea, es del 20%, al pasarse desde 2.087.000 hectáreas hasta las 2.513.000 hectáreas cultivadas de olivar hoy día.
Aún más significativo es el incremento que han tenido las producciones, ya que se ha pasado, en aceituna de mesa, de producciones que apenas llegaban a las 200.000 Tm hasta los momentos actuales en que no es raro superar las 500.000 Tm; en aceite de oliva las producciones medias españolas superan 1.000.000 de Tm, cuando las producciones medias de mediados de la década de los ochenta se acercaba a las 500.000 Tm.
En la evolución que ha tenido el olivar han jugado un papel muy importante las ayudas a la producción que desde nuestro ingreso en la Unión Europea ha estado recibiendo el sector. La aplicación del régimen de pago único en España que se inicia el 1 de enero de 2006 sustituye el régimen de ayuda a la producción del aceite de oliva y de las aceitunas de mesa. El conjunto de las ayudas que recibe el sector con este modelo es de 1.034 millones de euros.
El futuro puede mirarse con optimismo, dada la creciente tendencia del consumo mundial. No obstante, la irrupción de nuevos países productores con producciones competitivas y el incremento de producciones de países de tradición oleícola fuera del Unión Europea, hace que el camino no sea fácil y que sea fundamental seguir incidiendo en competitividad productiva, calidad del producto y promoción del mismo.
Viñedo
La superficie de viñedo ha sufrido una importante disminución en los últimos 20 años, como consecuencia de los intensos programas de arranque de viñedo que tuvieron lugar a comienzo de la década de los 90, y que afectaron a más de 400.000 ha de viñedo, con lo que la superficie española de viñedo para vinificación se ha situado en las 1.104.512 ha. Hay que tener en cuenta que en los últimos años, la superficie de viñedo apenas ha tenido variación debido a la prohibición de nuevos plantones y al régimen de derecho de replantación de viñedo.
El Reglamento (CE) nº 1493/1999 del Consejo por el que se establece la OCM vitivinícola, contempla una sustitución y renovación de viñedo que ha permitido una importante modernización de nuestro patrimonio vitícola, a la vez que ha producido un importante cambio en la estructura y variedad de nuestro viñedo. Gracias a esta medida, se han reestructurado cerca de 200.000 ha de viñedo en nuestro país (18% superficie del viñedo español), lo que ha permitido que la superficie de variedades tintas también haya superado a las blancas, siendo la variedad Airen la más cultivada con 284.509 hectáreas, alcanzando la tinta Tempranillo las 213.686 hectáreas.
El acuerdo político de la nueva OCM vitivinícola adoptado el pasado 19 de diciembre de 2007 contempla continuar con el régimen de prohibición de nuevas plantaciones hasta el 1 de enero de 2015, con la posibilidad, a discreción de los Estados miembros, de continuar con régimen de derechos de replantación hasta finales de 2019. Por otro lado, y con el fin de lograr un equilibrio del mercado vitivinícola, está previsto un programa de arranque voluntario de viñedo a lo largo de los 3 primeros años de aplicación de la nueva OCM que afectaría a 175.000 ha a nivel comunitario, y con unas primas superiores, en los 3 primeros años en un 20 y 10% a los niveles actuales. Por ello es previsible que exista una disminución de superficie en los próximos años.
Algodón
El cultivo del algodón ha sido tradicional en regiones del Sur español especialmente de Andalucía y Murcia, en los años anteriores a nuestra entrada en la Unión Europea se obtuvieron producciones sobre superficies que se situaban en el entorno de las 70.000 ha. Desde nuestra entrada en la Comunidad Económica Europea en 1986 se ha aplicado el Régimen de Ayudas derivado del Protocolo 14 del Tratado de Adhesión de España que, hasta la campaña 2005/2006, estaba basado en un régimen de ayuda a la producción. La superficie media en ese período ha sido de 82.000 has, con una superficie mínima de 32.000 ha en 1993 y una máxima de 135.000 has en 1988.
El nuevo Régimen de Ayudas aplicado en los años 2006 y 2007 ha supuesto una disminución de la superficie cultivada del 27% y un descenso de la producción del 60%.
Las 70.000 hectáreas establecidas como superficie máxima nacional para el cobro de la ayuda acoplada suponen que de superarse significativamente se vería reducida la ayuda unitaria; por el contrario, de no alcanzarse esa superficie, dejan de percibirse fondos comunitarios asignados al sector del algodón.
A las ayudas procedentes del régimen del algodón en los últimos años se ha incorporado una ayuda agroambiental. Puede afirmarse que para el sector productor estas dos campañas de aplicación, desde las posibilidades que ofrecía la radical reforma aplicada en este sector, presenta un balance positivo. Los productores que han cultivado algodón ganan más que lo que ganaban con el anterior régimen de ayudas. La ayuda acoplada como máximo se concede para 70.000 hectáreas. Cobrarían igual si se hubiesen alcanzado las 89.000 has que se tomaron como referencia para los cálculos de las ayudas iniciales.
La evolución de las superficies cultivadas de algodón en los próximos años dependerá del nuevo régimen que se apruebe como resultado de la Sentencia emitida por el Tribunal de Justicia al recurso presentado por España a la modificación del anterior Régimen, pero en cualquier caso es previsible que se mantengan las superficies en el entorno de las 60.000 ha.
Remolacha azucarera
En el periodo 1990-2007, la superficie dedicada al cultivo de la remolacha azucarera se ha reducido, pasando de 168.600 has hasta 76.333 has. La superficie sembrada prevista para la campaña de comercialización actual, 2007/2008, es de 64.237 has.
Sin embargo, la producción de remolacha azucarera ha disminuido de forma más paulatina, de 7,3 millones de toneladas a 5,5 millones de toneladas, es decir, un 25% aproximadamente (con records de producción en los años 1993 y 1998 donde se alcanzó más de 8,8 millones de toneladas); esto es debido a la modernización del sector, con el consiguiente incremento de rendimientos desde 43,8 t/ha hasta 72,6 t/ha, lo que supone un incremento del 66%.
La nueva organización común de mercados del azúcar, aprobada en 2006, exige una adaptación del sector, habiendo disminuido la superficie desde algo más de 100.000 hectáreas en 2005 a las 64.000 has previstas.
En los próximos años, en virtud de la aplicación de la normativa comunitaria es previsible una disminución de las superficies sembradas de remolacha azucarera, debido a que el incentivo de ayudas por el abandono del cultivo está llevando al sector a solicitar el abandono por el 50% de la cuota española de azúcar.
Tabaco
En los últimos años la superficie de tabaco ha presentado una tendencia decreciente, descendiendo desde el año 1989, en el que se llegaron a alcanzar las 26.000 hectáreas, hasta las cerca de 10.000 hectáreas, superficie cultivada actualmente.
No obstante, el incremento de rendimientos por mejoras en el cultivo ha supuesto que las producciones hayan mantenido una cierta estabilidad.
La reforma del régimen de ayudas al tabaco, que supuso la incorporación de las ayudas a este cultivo en el pago único, con un desacoplamiento de las ayudas del 40%, ha supuesto un descenso de la superficie, en el primer año de aplicación (2006) de cerca de 2.000 hectáreas, continuando en el cultivo las explotaciones más competitivas. La superficie se ha estabilizado en el año 2007, en valores próximos a las 10.000 has mencionadas.
El futuro del sector va a depender de la evolución de la aplicación de la normativa comunitaria. Ésta prevé un desacoplamiento total de las ayudas a partir de 2010, por lo que podrían producirse variaciones importantes en la producción tabaquera. No obstante, tanto el sector como algunas administraciones de países productores (entre ellas, la española) están intentando que se prorrogue la normativa para este segundo período, de forma que continúe más allá del 2010 la legislación que se está aplicando ahora, con lo que la situación del cultivo sería de estabilidad.
Principales productos del grupo de frutas y hortalizas
La superficie de frutas y hortalizas ha registrado una disminución a lo largo de las dos últimas décadas, pasando de cifras del orden de 2,1 a 1,7 millones de hectáreas, aunque los distintos subsectores han evolucionado de manera diferente.
Los mayores descensos de superficie corresponden a la patata cuya superficie actual de cultivo se sitúa en una cifra próxima a la tercera parte de la registrada a mediados de la década de los 80. El subsector de hortalizas ha experimentado una reducción del orden del 20% y los frutales de frutos secos en un 12%. Se mantienen estabilizadas las superficies correspondientes a la fruta dulce y a plátanos. Por el contrario, hay que resaltar un incremento de la superficie de cítricos próximo al 20%, tendencia al alza especialmente significativa en la última década.
No obstante, a pesar de la disminución de superficie cultivada en frutas y hortalizas, las producciones han experimentado, en el mismo periodo, un incremento del orden del 5% pasando de cifras algo inferiores a los 25 millones de toneladas a una superación de los 26 millones de toneladas.
Al igual que las superficies cultivadas, las producciones han registrado una evolución diferente para los diversos sectores. Así, se observa un significativo retroceso en las producciones de patata y de frutos secos y una estabilización en los plátanos. Por el contrario, se registran incrementos interesantes en los productos de mayor interés para nuestras exportaciones, concretamente en hortalizas, cítricos y fruta dulce. Los incrementos registrados en estos subsectores oscilan entre el 20 y el 30% a lo largo del periodo considerado.
En consecuencia, puede señalarse que existen unos subsectores, como son las hortalizas, los cítricos y la fruta dulce, con elevados índices de productividad, que le permiten competir en mercados cada vez más abiertos y cuya producción y comercio se esta consolidando significativamente .
No obstante, se precisan constantes mejoras de la competitividad, tanto en adecuación de variedades, como en calendarios de comercialización, presentación de productos, etc., y especialmente en una mejora de la concentración de la oferta que permita una mejor comercialización, donde los sectores y las propias administraciones central y autonómica están apoyando líneas de mejora.
Por el contrario, productos como los frutos secos o los plátanos, cuya competitividad en los mercados se asegura en base a importantes ayudas comunitarias, se encuentran estabilizados, debiendo competir en mercados abiertos a importaciones muy competitivas de países terceros, por lo que su subsistencia está fuertemente condicionada al mantenimiento de dichas ayudas.
Caso especial puede considerarse la patata donde existen unas producciones tempranas y extratempranas que se defienden con precios aceptables, dados los calendarios favorables de producción respecto a otros países productores, y unas producciones de media estación y tardías que deben competir con las producciones del resto de los países comunitarios y que están perdiendo mercado gradualmente, normalmente por su atomización y su falta de organización en entidades asociativas, a pesar de los apoyos en medidas estructurales que las administraciones están aplicando.
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