El concepto de mala hierba es un concepto muy relativo. De acuerdo con la definición dada por Pujadas y Hernández Bermejo (1988), las malas hierbas son plantas que crecen siempre o de forma predominante en situaciones marcadamente alteradas por el hombre y que resultan no deseables para él en un lugar y momento determinado. El que una planta sea deseable o no para el hombre dependerá de todo un conjunto de razones técnicas, económicas, medioambientales, culturales e, incluso, estéticas. Y dependerá del lugar y del momento. En unas determinadas circunstancias una cierta planta puede resultar claramente indeseable mientras que en otras puede ser indiferente o, incluso, deseada.

Este cambio de valoración se ha producido recientemente, en cierta medida, en algunos países europeos tales como Gran Bretaña y Alemania. De tratar de combatir enérgicamente a todas las plantas presentes en los cultivos se ha pasado a protegerlas por su valor como fuente de alimento para diversos animales (principalmente aves) o como hospedantes de organismos beneficiosos en la lucha contra otras plagas.

En esta coyuntura parece oportuno volver a plantearse algunas viejas cuestiones: ¿Qué daños causan las malas hierbas en los cultivos? ¿Tienen alguna utilidad estas plantas? Para tratar de darles respuesta vamos a considerar un caso muy concreto: la presencia de malas hierbas en cultivos de cereales.

 

¿Qué daños causan las malas hierbas en los cereales?

Obviamente, la respuesta a esta pregunta no es simple. Los daños causados dependerán de la zona, de las especies predominantes y de la abundancia de las mismas.

 

Influencia de la zona

En zonas semiáridas (con rendimientos potenciales en torno a las 2 tm/ha) el riesgo asociado a la presencia de malas hierbas no suele ser muy alto.

Por dos razones: a) las especies predominantes no son muy agresivas (principalmente dicotiledóneas) y b) con el nivel de pérdidas esperado (5-20%) es probable que la inversión realizada en herbicidas no justifique su coste. Por el contrario, en zonas subhúmedas o húmedas (con rendimientos potenciales superiores a las 4 tm/ha) la presencia de especies de alta nocividad tales con Avena (avena loca) o Galium (lapa) y el hecho de que los niveles de pérdidas (20-40%) implican un valor económico elevado, hacen que los tratamientos herbicidas sean generalmente necesarios.

Estudios llevados a cabo en la provincia de Madrid, con densidades bastante elevadas de avena loca, en dos años diferentes y con diversos herbicidas para el control de esta especie, han mostrado niveles medios de pérdidas (en el testigo sin herbicida) de un 25% (FERNÁNDEZ-QUINTANILLA et al., 2006). Estudios similares llevados a cabo en la zona norte de Navarra pero con densidades de avena loca bastante más bajas mostraron que las pérdidas de rendimiento en los testigos sin herbicida oscilaban entre un 6 y un 24%, dependiendo de la localidad y del nivel de infestación presente (TIEBAS, 1999).

Sin embargo, en relación con este tema, es muy importante considerar que las infestaciones de avena loca en los campos de cereales no suelen ser uniformes y que, en realidad, sólo una proporción reducida de los campos presentan densidades elevadas. Prospecciones realizadas en el momento de la cosecha en 31 campos comerciales de cereales infestados por avena loca en Albacete, Valladolid, Lérida y Tarragona han mostrado que solo un 7% de la superficie total muestreada presentaba infestaciones serias (más de 10 panículas/m2) mientras que un 47% de la superficie estaba absolutamente libre de esta mala hierba (Figura 1). En base a estos datos se estimó que, en el caso de no aplicarse herbicidas al año siguiente, las pérdidas de rendimientos medios estarían próximas a un 7%. Considerando el coste del tratamiento y los rendimientos esperados en cada zona se concluyó que dichos tratamientos solo hubieran sido rentables en los campos de Tarragona, con rendimientos próximos a las 5 tm/ha (RUIZ et al., 2006).

 

Especies de malas hierbas

Diversos estudios realizados tanto dentro como fuera de España muestran enormes diferencias entre las capacidades competitivas de distintas especies de malas hierbas. En Gran Bretaña se estableció que la especie más competitiva en cereales era Avena fatua seguida por Galium aparine, Matricaria perforata, Alopecurus myosuroides, Papaver rhoeas, Lamium purpureum y Verónica hederifolia (por orden de importancia). De acuerdo con estos resultados, una planta de Avena equivale a 2,7 plantas de trigo mientras que una planta de Verónica equivale sólo a 0,2 plantas de trigo (Figura 2). Las equivalencias respectivas para Galium, Matricaria, Alopecurus, Papaver y Lamium fueron 1,4, 0,5, 0,3, 0,3 y 0,2 (WILSON y WRIGHT, 1990). En estudios llevados a cabo en Madrid se estableció el siguiente orden de competitividad: Avena sterilis, Bromus diandrus, Galium tricornutum y Verónica hederifolia (TORNER et al., 2000). Estudios llevados a cabo con Lolium (vallico) en Lérida y en Madrid mostraron que la competencia ejercida por esta especie sobre el cereal es bastante menor que la causada por la avena loca. En dos de los tres experimentos llevados a cabo las pérdidas de rendimiento fueron muy bajas con densidades de hasta 100 plantas/m2 (IZQUIERDO et al., 2003).

 

Densidades de malas hierbas

En un trabajo previamente citado, llevado a cabo en Madrid con avena loca (FERNÁNDEZ-QUINTANILLA et al., 2006), se obtuvieron perdidas de rendimientos de un 12, 37 y 75% en tres años diferentes en los que las densidades medias de avena loca fueron 170, 220 y 1.200 plantas/m2 respectivamente. Estudios más rigurosos llevados a cabo con la misma especie y en la misma localidad muestran que, aunque con niveles de infestación medios (10-20 plantas/m2) las pérdidas de rendimientos previsibles están en torno a un 10%, estas pueden llegar a alcanzar hasta un 50% con densidades de avena loca de 150 plantas/m2 (TORNER et al., 1991) (Figura 3).

Otros estudios de competencia han mostrado las grandes diferencias que pueden existir entre localidades y entre años en las pérdidas de rendimientos causadas por el vallico. Las densidades de esta mala hierba que eran necesarias para causar un 20% de daños en el cultivo oscilaron entre 100 plantas/m2 en Madrid y 350 plantas/m2 en Lérida en uno de los años (en el otro año no se obtuvieron diferencias significativas en los rendimientos a ninguna de las densidades evaluadas) (IZQUIERDO et al., 2003).

A estos daños directos causados en los rendimientos del cultivo habría que añadirle los daños indirectos asociados a los trastornos en la cosecha y a depreciación del grano como consecuencia de su menor tamaño y de la presencia de impurezas.

 

¿Qué beneficios se pueden derivar de la presencia de malas hierbas?

En estos últimos años, y como consecuencia principalmente del creciente interés de la sociedad por la biodiversidad, se han tratado de cuantificar los beneficios producidos por estas plantas. Sin embargo, hay que decir que estos beneficios no están todavía tan bien documentados como los daños.

La mayoría de las referencias disponibles proceden de Gran Bretaña, país donde se le ha dado una gran importancia a estos aspectos. Los estudios realizados muestran que muchas especies de malas hierbas británicas son el sustento de una gran diversidad de especies de insectos. Por consiguiente, es previsible que la reducción en la abundancia de malas hierbas conseguida mediante un control más eficaz de estas infestantes pueden llevar asociada una reducción en las poblaciones de insectos y de otros animales. De hecho, en los últimos 30 años se ha observado una marcada reducción en las poblaciones de diversos grupos de insectos y de aves (MARSHALL et al., 2003). Estudios de correlación han señalado que muchos de esos cambios están asociados con cambios en las prácticas agrícolas. En concreto, la reducción en las poblaciones de varias especies de aves, y muy particularmente de la perdiz, ha sido asociada a las reducciones en la disponibilidad de alimento (semillas y artrópodos) durante el invierno y durante la época de nidificación. Sin embargo, no esta clara la importancia relativa que han podido tener en este sentido la presencia de malas hierbas y diversos otros factores (cultivos, fechas de siembra, aplicación de insecticidas).

En base a los diferentes estudios llevados a cabo en Gran Bretaña es posible precisar un poco más cual es la importancia de las principales especies de malas hierbas presentes en cultivos de cereales de cara a la protección de invertebrados y de aves granívoras (Tabla 1). Según estos datos, la avena loca, unos de nuestros peores problemas, no tiene ningún valor como fuente de alimento ni para insectos ni para aves. Sin embargo, estudios recientes realizados en Australia han mostrado que numerosas especies de hormigas y algunos vertebrados se alimentan de semillas de esta especie en grandes cantidades (JACOB, 2006). Otras especies tales como la lapa, el cien nudos o la mostaza silvestre son excelentes fuentes de alimentación para invertebrados, mientras que el albobol, el cien nudos y, en menor medida, la mostaza, proporcionan alimento para diversas especies de aves granívoras.

Por otro lado, existen numerosas experiencias, tanto en Europa como en los Estados Unidos, del empleo de franjas sin tratar con herbicidas, que sirven para estimular los enemigos naturales de las plagas de los cultivos (LANDIS et al., 2000). Este concepto, denominado habitualmente como "manipulación del hábitat" se basa en que la vegetación espontánea presente en el interior o en los márgenes de los cultivos puede jugar un papel muy importante en la conservación de insectos auxiliares.

En dichas plantas no sólo encuentran refugio o presas y huéspedes alternativos sinó que muchos parasitoides y depredadores también requieren alimentos en forma de néctar, polen, semillas o jugos de plantas.

Aunque en España no existen estudios equivalentes que nos puedan ilustrar, bajo nuestras condiciones específicas, los beneficios potenciales de conservar la vegetación arvense, existen algunos indicios de que los sistemas de producción más conservacionistas pueden promover una mayor biodiversidad.

Estudios realizados en las proximidades del Parque Nacional de Cabañeros para evaluar la eficacia de las medidas agroambientales enfocadas a la protección de aves esteparias, mostraron que los campos que habían utilizado esas medidas tenían generalmente una mayor riqueza florística y mayor número de especies de arácnidos (KLEIJN et al., 2006). Aunque el número total de especies de aves no varío significativamente, la abundancia de aves territoriales en peligro de extinción fue mayor en los campos con medidas agroambientales que en aquellos manejados convencionalmente.

Las medidas agroambientales incluidas en la norma incluyen el empleo de semilla sin tratar, unos límites máximos de aplicación de fertilizantes y plaguicidas, y el mantenimiento de las tierras sin labrar durante ciertos periodos y en ciertas zonas del campo.

 

¿Malas hierbas o plantas acompañantes?

No es el propósito de este artículo hacer un balance final de la cuenta de daños y beneficios. Eso es tarea de cada agricultor individual en función de sus condiciones específicas, de su aquí y su ahora. Sin embargo, la información aportada en este artículo debería ayudar a esclarecer algunos aspectos.

Así, parece claro que una especie como la avena loca, capaz de producir daños al cultivo aún a densidades muy bajas y sin ningún valor de cara al mantenimiento de la biodiversidad (Tabla 1), debería ser objeto de nuestros esfuerzos de control.

En cambio, el cien nudos, con una baja nocividad sobre el cultivo pero con unas semillas que sirven de alimento a numerosas especies silvestres, podría ser tolerada o incluso protegida.

Asimismo, los conejitos o la hortiga muerta podrían ser toleradas sin mayor riesgo de causar daños al cultivo, aumentando de esta forma la biodiversidad vegetal.

El reto para el agricultor es, por tanto, conseguir un compromiso entre un control adecuado de las malas hierbas más agresivas (incluyendo la prevención de la producción de semillas) y el mantenimiento de ciertas especies menores como fuente de biodiversidad. Este mantenimiento no tiene por que ser en todo el campo, sino que puede estar localizado en los márgenes o en franjas en el cultivo.

 

BIBLIOGRAFÍA

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