Racionalidad es la palabra que puede definir a dónde va el nuevo espíritu de la citricultura española. Es decir, sin dejar de estar atentos y vigilantes sobre todo lo nuevo que va apareciendo en cuanto a variedades, es preciso en la actualidad poner freno a las nuevas plantaciones, ceñido todo ello en relación con los mercados que vayan a trabajarse y en el monto de sus poblaciones respectivas. El problema de estas tres últimas campañas lo produce la creencia de que siempre hacia falta más toneladas productivas. Y la catástrofe fue motivada porque fueron casi 50 millones de plantones los que llenaron las tierras que el riego a goteo permitía fueran trabajadas sin los esfuerzos y penurias de toda la vida.
Lo fácil dio paso a que se contara con un exceso de producción, porque, a la vez en el Mediterráneo, tanto Turquía como Egipto, contando con agua, especialmente la segunda, y así mismo otros países más veteranos en la explotación de la actividad, pensaron aumentar sus propias producciones, como es el caso de Marruecos, Israel así lo anunció también e Italia estudiaba poner en práctica la ampliación de sus variedades de pulpa roja, tales como Sangiinello, la Moro-Catania y la Torocco. Casi todos, incluida España, olvidó que sus penurias en orden a obtener resultados satisfactorios de sus producciones cítricas, se veía dificultado por la presencia en los mercados de "otros" postres, que iniciaron su batalla amparados con un derroche de publicidad que les permitía aumentar sus ofertas, olvidando los citricultores que las naranjas propiamente dichas precisan la ayuda de la mano del consumidor para ser mondadas.
Esto favorecía a las mandarinas/clementinas/híbridos, pero era un factor de baja en la venta y consumo de aquellas otras parientes en producción.
Esto y la práctica de que "el buen paño, en el arca se vende", fueron la causa esencial de la catástrofe sucedida en las campañas o años. En España el año no es de enero a diciembre, sino el de septiembre a agosto, o sea, el natural de la entrada en madurez del fruto y su iniciación, en el caso de España, de la exportación a los países de la Unión Europea, así como a otros 50, entre los que se encuentran los EE UU, que reciben en torno a los 70.000 toneladas, especialmente de mandarinas/clementinas, Suiza, Noruega, Canadá, Rusia, Bielorrusia, Croacia..., por citas a los que más reciben.
Pero tan sólo si miramos las estadísticas de los últimos cincuenta años, las cifras de hoy son espectaculares porque los niveles de vida existentes hoy, superan a los de esos 50 años hacia atrás.
O sea, que la exportación de todos los países, especialmente del Mediterráneo, ha sido fructífera, en general, contemplándose en la actualidad la posibilidad que China se convierta al unísono con su impacto industrial y financiero, en potencia citrícola, si deriva su agricultura hacia el cambio de sus viejas producciones hacia el abanico de variedades hoy en vigor.
Estos días el Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA) ha puesto en el mercado nuevas variedades del tipo de mandarinas/clementinas (como podrán leer en la sección de Actualidad de este número), con unas características fundamentales que las hacen de no adquirir semillas, tardías, que es otra condición esencial. Ello puede ampliar con calidad el espacio de comercialización de mandarinas/clementinas fáciles de pelar, sin semillas.
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