Sección: Opinión
La moda es hablar y comentar la crisis de la agricultura en general.
Y así las "otras frutas", es decir, las de hueso y de pepita, también están incursas en el problema. Este año, sir ser nuevo, se ha hablado del "solapamiento" de las mismas con las procedentes de otras comunidades que han llegado de modo imprevisto antes, lo que ha tenido su efecto en los precios de venta al consumidor directo. Y todo ello sin contar con las producciones de nuestros primos de la Europa Unida, pues por algo ésta es un solo mercado.
Al tiempo han sonado voces que achacan a que las frutas han perdido su sabor normal, sin precisas las causas de todo ello. Al parecer, hay quienes estiman que ello se debe al cambio de patrones, otros que ello se deriva del cambio de variedades, pero también puede ser que el problema lo suscite la recolección. La mención al "solapamiento", puede dejar detrás la recolección a destiempo, más bien antes que después de su maduración, precisamente para evitar el que se pierda el buen mercado... económico. Pero esto, de ser así -si fuera posible verificarlo- es negativo de todo tipo. Porque pone en cuestión el hecho de llevar al mercado frutos sin las debidas condiciones organolépticas, es decir, en su grado de madurez interior y exterior, con lo que se deprecia sustantivamente el fruto. De ahí, pueden venir los sabores anormales de los mismos. Esto sucede por dar prioridad al mercado, lo que pone en cuestión el buen hacer, y es un serio perjuicio al conjunto de los productores y comercializadores.
Es, pues, un serio aviso para todos los productores e incluso para los viveristas ante la presencia de nuevas variedades, éstas han de estar bien testadas, comprobadas fehacientemente en sus condiciones, y no porque el valor máximo sea el de que se produce más, cuestión que cuenta, pero no hasta el punto de producir perjuicios imprevistos. También es algo que puede ser evitado, y debe serlo, en los frutos almacenados, a los que una mínima espera los hace mejores por su transformación en azúcares.
Sucede lo mismo con los cítricos, cuando éstos sin recolectados antes de tiempo, con exceso. Cierto es que estamos comentando algo que es el ABC del trabajo de productores y comerciantes, sean del tipo que sean. Pero la realidad es que viene sucediendo.
Estamos viendo, y comprobando, ciertas prácticas de algunas frutas que tienen asentada su calidad en los mercados, precisamente porque huyen de que sea el mercado y la urgencia de aprovechar los mismos lo que determine una recolección que puede echar por tierra lo ganado cualitativamente. Es un riesgo inútil, que no lleva a parte alguna.
Contra ello juegan las definiciones de origen, pues sería mucho peor dada la obligación en que están de respetar la propia definición. ¿Es que los malos tiempos han llevado a olvidar lo qué sería y rectamente debe hacerse y en cómo se ha ganado la primacía en el mercado? Puede suceder. Y sin creer que ello sea ya hábito, costumbre, queremos señalarlo porque no está la agricultura para tafetanes. Pensamos, a la vez, que las definiciones de origen son la mejor medida contra cualquiera de las acciones que hemos relatado, y que dan la impresión de no saber lo que se come por su sabor natural. La agricultura debe defenderse haciendo posible que sus sabores normales se mantengan, frente a cualquier otra cuestión.