Sección: Opinión
De un tiempo a esta parte, un sentimiento de pesimismo parece cubrir el Agro español como si una oscura nube amenazara con desastres irreparables. Diversos factores contribuyen a ello y todo parece indicar que el futuro inmediato no promete mejoras sustanciales. Incrementos en los costes de los carburantes y abonos, reformas de la Política Agraria Comunitaria que incluso amenazan con la extinción de algunos cultivos (v. gr. tabaco y remolacha), pérdida de la rentabilidad agraria (40% según la Comunidad de Riegos de Alto Aragón), segundo año de sequía, quizás como confirmación del anunciado cambio climático? Además de esto, o tal vez por ello, envejecimiento notable de la población agraria y un progresivo abandono de la agricultura como actividad principal por muchos de los productores. En definitiva, un negro panorama que está mermando la ilusión de nuestros agricultores, y no hay que olvidar que se trata de un sector muy sensible a cualquier signo positivo, como quien dice, cuatro gotas de lluvia son suficientes para devolverle la alegría.
Y hay más signos preocupantes que muestran la desilusión del sector, como el considerable descenso en la venta de maquinaria agrícola y la constante disminución del número de estudiantes en las diferentes disciplinas agrarias, desde las de Capacitación hasta la Ingeniería Superior, hecho éste que también les ocurre a nuestros vecinos del resto de la Unión Europea.
Parece que estamos asistiendo a una desmantelación del sector agrícola y no hay que olvidar que se trata de un sector primario básico en la economía de muchas regiones, y también estratégico, el principal fin de la agricultura es la producción de alimentos pero también la agricultura juega un importante papel en la fijación de la población rural, en la conservación del paisaje y de la biodiversidad. La Sociedad debería de ser consciente de que la agricultura es un patrimonio que no nos podemos permitir el lujo de perder.
¿Qué repercusión puede tener un panorama tan pesimista de la agricultura en el control de las malas hierbas? Es difícil hacer una valoración y es posible que ésta resulte muy diferente entre las zonas con agricultura rentable y las zonas más pobres donde se practica una agricultura de subsistencia.
La falta de ilusión no es el mejor estado de ánimo para buscar el aspecto positivo de esta situación. Como ejemplo, en la última campaña arrocera en la Comunidad de Aragón, entre un 4% y un 5% de la superficie inspeccionada fue desechada por la fuerte infestación de malas hierbas. Era la confirmación de la actitud de muchos arroceros que pretendieron ahorrar gastos prescindiendo de los tratamientos de control de malas hierbas más adecuados.
En los cultivos que se podrían definir como pobres, donde la rentabilidad está mermada, el agricultor, en un intento de disminuir costes, ha reducido, cuando no eliminado, las labores. Se sabe que esta reducción de labores requiere una buena gestión de las malas hierbas, pero es que, en muchos casos, la reducción de labores viene acompañada de una dejadez que conduce a una reinfestación de malas hierbas de la explotación.
La última reforma de la PAC, que desvincula los cultivos de la subvención, en lo que se conoce como "desacoplamiento", debería de ser un arma que el agricultor podría emplear para practicar la rotación de cultivos, sistema que tantas veces se ha preconizado como la mejor forma de controlar las poblaciones de malas hierbas. Pero para ello hace falta una programación de la gestión de la explotación a medio o largo plazo y esta programación solo se hace cuando existen perspectivas favorables o, al menos, de estabilidad, en la coyuntura agrícola.
Esta actitud positiva del agricultor también ayudaría a solucionar los vacíos que están previsto que ocurran tras los cambios producidos en el Registro Único, y que implicará la desaparición de cerca de un 40% de los productos registrados suponiendo una dificultad adicional en el control de ciertas malas hierbas en algunos cultivos.
Sin embargo, más allá del poco optimista panorama de la realidad socioeconómica inmediata de nuestra agricultura, es cierto que la Malherbología se enfrenta a nuevos retos, derivados principalmente de la mayor sensibilidad de nuestra sociedad hacia la seguridad medioambiental y la salud humana. Así, cuestiones como la aparición de resistencias a herbicidas, el registro de nuevas sustancias activas, la agricultura de precisión y su interés en la aplicación más eficiente de herbicidas, los efectos a largo plazo de los herbicidas sobre la salud humana, sus interacciones con otros compuestos químicos en el medioambiente, la presencia de residuos en las aguas superficiales y en los acuíferos, y los impactos a corto y largo plazo de los métodos de control sobre la biodiversidad, la productividad del suelo y la sostenibilidad de los sistemas agrícolas, constituyen sin duda nuevos estímulos para el progreso de la Malherbología.