Sección: Opinión
La agricultura, en general, se enfrenta a un problema grave. No es capaz de ver que existe un factor de tiempo que la condiciona.
El sistema actual de vida en las grandes concentraciones humanas mide el tiempo como nunca hizo. Este es el éxito de eso que se llama "comida rápida", tenga el valor que tenga. No se aprecia a mediodía el tiempo que precisa una comida normal, de ahí su éxito. Porque, a la vez, busca el lugar más cercano a su puesto de trabajo para darle cumplido, más allá de otras cuestiones. Cuenta, asimismo, con otros factores que los agricultores tienen olvidado o no reconocido: la publicidad de los componentes importantes de ese tipo de comida.
Basta comprobarlo abriendo y pasando las páginas de las revistas que se compran o las que van como regalo en los periódicos los domingos. Muchas páginas son de publicidad de partes integrantes de ese pequeño yantar en lo que se ha convertido la comida del mediodía. Pero, en verdad, los productos agrícolas así como las frutas gozan poco o casi nada de las páginas donde recrean sus grandes ventajas de todo orden. ¿No estamos comprobando que el vino, cuando se produce como nunca, buscando en su elaboración graduación no pesada, sabor, perfume y todo lo que ello conlleva, también acusa la crisis de consumo?. Estamos, de otra parte, en vísperas de un cambio en los horarios de ocupación en todos los campos del trabajo, lo que incidirá a su vez, en los cortos momentos que se dejarán para la comida.
No es poco lo que ha perdido la agricultura, cuando más se trata de mejorar su calidad, frescura, sabores y efectos de buena salud. Mucho tememos que vayamos a copiar de los horarios que también son parte del problema.
Es imprescindible que el ánimo y espíritu de los agricultores cambie, si pretendemos salvar ese noble espacio de trabajo. Va su suerte en ello. Y si los dirigentes de los mismos no lo ven que se compren gafas y aún lupas para verlo con claridad.
Hubo un momento, hace años, que algunos lo vieron, lo dijeron, lo volvieron a decir, lo editaron de nuevo, pero nada se admitió. Y ahí está nuevamente la cuestión quizá agravada. Hace muy pocos días he tenido ocasión, gracias a los muchos amigos con que cuento, de saber que en Italia -que apenas exporta en cítricos menos de un 10% de lo que hace unos años hacia- está prestándole una atención mayor al relanzamiento de sus variedades de cítricos de pulpa roja "porque son las que prefieren los consumidores; es decir, los italianos, debida a ciertas razones científicas". De los viejos guerreros de los cítricos, son ellos, los italianos, los que en la Europa de hoy, más mandarinas y naranjas comen y beben, sin olvidar el alto consumo de sus verduras. ¿Llegarán a tiempo los agricultores españoles a despertar en la admisión de los nuevos medios que aumenten el consumo?