Sección: Opinión
Es ya innegable el efecto y las consecuencias derivadas del cambio del Medio Ambiente (climático). Poco hace que se nos ilustraba sobre el que tiene relación con el aumento o acortamiento de las playas, según su situación geográfica, relacionado ello con el deshielo de algunos glaciares. ¿Cabe pensar el efecto que puede tener en la producción agrícola?. Así es.
El hombre y la mujer de la calle, especialmente los que viven en el campo ya relacionan a su modo el hecho de que tengamos veranos bastante más cálidos e inviernos más fríos; a la vez esa relación la llevan a la prolongada sequía de algunas zonas de nuestro país. Pero, a la vez, se cuestionan, cuáles serán las consecuencias de todo ello en sí mismas, en las personas.
En principio, todo ello se relaciona con la explotación del espacio, pero también en lo que la modernización técno-científica ha puesto al alcance de todos. El crecimiento de la automoción no queda en el olvido. Porque los gases se nos ha dicho y repetido que tienen su importancia. De ahí, los acuerdos de Kyoto, en los que el principal país contaminador no quiere tomar parte, porque, al parecer, ello reduce en cierta forma su desenvolvimiento industrial. ¿Estamos todos coadyuvando a perjudicar los normales condiciones ambientales indispensables para tener CALIDAD DE VIDA?
Así lo parece. Porque el efecto es ya visible. Se hace indispensable que una selección de hombres de ciencia y de tecnología estudie a la luz de cuanto está sucediendo, y dictaminen qué es y qué no debemos hacer el resto. Lo que esta viendo y aceptando como algo contra lo que nada podemos hacer, puede ser en el correr del tiempo, muy perjudicial para la existencia. Hay, pues, que saber a qué atenerse y cómo actuar en función de la nueva situación medioambiental.
Y pensamos también que sin menoscabo de seguir investigando en dirección a conocer la existencia o no de otros mundos posibles en el infinito espacio, ¿por qué no dedicamos la suficiente atención a erradicar el hambre del mundo? Ese mundo que no está en las antípodas, que lo tenemos a trasmano, a menos de cincuenta kilómetros de distancia desde Europa, por donde vienen desafiando a la muerte los que no tienen ni siquiera una cazuela de arroz hervido, sin otra adición. ¿Sabremos algún día cuántos son los que perdieron la vida en el sueño de alcanzar la orilla europea, cuyos cadáveres, en cierta forma, está devolviendo el Atlántico a sus playas?