Hay gente que tiene su medida de valor en la tozudez. Eso va por mis amigos los agricultores. Mira que no darse cuenta que su ciclo vital esta finalizando, que ya no cuentan en la vida, que sus valores (recios, duros, al calor del sol y del frío), no sirven para nada; que los niños los alimentan muchas madres -¿no son demasiadas?- con chucherías, que basta que se pongan ante el televisor para saber lo que han de comer, beber y hacer; que eso de las dietas para ser fuertes y sabios no se lleva ya tampoco, que basta con saber darle a la pelotita de uno u otro eso que antaño llamábamos deporte, pero que es hoy junto a la construcción el mayor generador de valores económicos, que es lo que cuenta. ¡Cuánto y cuántos amigos tengo que aún queman sus cejas en el estudio de sus profesiones, también descartadas en gran parte!.
La escala de valores ha cambiado sus miras, o sea, "cambalache", aunque tarde, ha llegado. Hay que estar al tiempo, en línea, viéndolas venir y sentarse a reflexionar. Pero, ¡cómo!, qué torpeza, perdóneseme la expresión, puesto soy yo mismo quien está fuera del tiempo, en otra órbita que no cuenta para nada en la circunstancia. Ahí está la clave básica de la época, la circunstancia.
Y es ella la que tira de la tierra a los agricultores que no han sabido reaccionar a tiempo, cuando tantas voces venían diciéndolo. Envío a cierto amigo, citricultor de la localidad valenciana de Torrent, recordándole "ni tros de paper tindras", algo que le dije hace ya más de 20 años. Pero en esto me equivoque de plano, pues tan sólo con que algún inversor piense hacer tres campos de golf o los "municipes" ampliar el polígono, o vete tú a saber qué otra cosa llegará... "tindras mes que un paper". Pero su vida de citricultor, sus ansias de hacer mejor cada año sus mandarinas o naranjas, habrán dejado de existir, porque ello ya no tiene vigencia, olvidará el tener que regar o quitarle leña al árbol, y esperar que se las lleven. Es decir, dejará de hacer lo que ha sido su vida, el tono de sus valores que son los que con el trabajo aprendió cuando era niño e iba con su padre y su abuelo aprendiendo las faenas del campo.
Tampoco empleará el tiempo en el casino discutiendo con los otros citricultores el mejor medio de hacerlas con calibre comercial. En suma, habrá perdido se escala de valores. Pero, ¿la venta y el "tros de paper" le servirán de consuelo?
A esto está abocado el agricultor con las nuevas ideas que imperan poco a poco, o quizá excesivamente rápidas y cercan el objetivo de esas vidas. ¿Y qué comeremos y qué comerán los niños esos que ahora desayunan chucherías de la tienda de la esquina o al poner la televisión les ofrecerán esas cosas que les hacen ser más hombres a destiempo, llenándolos de colesterol y otras cositas que son las que tienen los hombres.
Y a todo ello, se le llama progreso.