Sección: Opinión
Investigar, ¿es sufrir?. No, por cierto, porque quienes se dedican a ello saben de antemano cuál es el camino.
Pero, ¿tienen todo lo que necesitan para desarrollar su búsqueda?. Si así fuere, tendríamos muchos más investigadores en todos los frentes que precisan de tal labor. Hay que tener un espíritu determinado y concreto, porque investigar es renunciar a lo fácil. Incluso contando con todos los medios necesarios, investigar constituye una labor que precisa de una firmeza de carácter que no es fácil; hay que saber cuándo hay que volver a empezar, porque has equivocado el camino. Si nos paramos a contemplar a los grandes investigadores, a los que ha dejado su nombre en la Historia del Mundo, observamos lo fría que tenían la cabeza para poder juzgar sin el propio apasionamiento lo que iban dando a luz, calibrando seria e impersonalmente lo conseguido, para darle el valor concreto.
Se precisa un gran espíritu para saber qué camino tomar al llegar a un punto donde aparecen varias direcciones y coronar el objetivo buscado, sin que la duda te lleve a alejarte del punto que buscas, porque en el camino aparecen vías distintas que parecen acercarlo... cuando te alejan del mismo. Esa determinación es lo que hace y da el valor del que investiga. ¿No es mucho más lo que desconocemos que lo que dominamos? Y estamos refiriéndonos a lo que parece sencillo, la obtención de un nuevo producto, la determinación de una variedad de un fruto, una nueva por distinta mecánica que hace más fácil algo de uso habitual.
¿Tienen todo lo que precisan para el estudio y puesta en práctica de lo que van dando cima? Días atrás, hablando con alguno de ellos, su respuesta fue "siempre hace falta más". Y tengamos presentes que estamos en un país que años ha, una persona ilustre y preparada dijo aquello de "que inventen ellos", refiriéndose al extranjero.
De ahí, que cuando necesitándola por creer haber llegado al punto clave, hayan de ser personas que no renuncian, que buscan la confirmación con perseverancia, medida superior del tiempo, que saben hurtarse del error.
Si no olvidamos a la sociedad en que vivimos, nos daremos cuenta con mayor profundidad de lo difícil que resulta investigar aquí, tan llevados del "pensat i fet", como si todo fuera fácil y lo tuviéramos en la palma de la mano. Y gracias a que hayamos ganado algo, y ya no nos pueda suceder como en los casos del autogiro y del Talgo de La Cierva, así como en los del submarino de Isaac Peral y de Monturiol, que naciendo su idea aquí fueron patentadas en el exterior. Veamos los casos de Soria, así como de Barbacid, como también los demás que han tenido que emigrar y obtener sus éxitos fuera de este país.
Creo, de otra parte, que podemos darnos con un canto en los dientes a la hora de pensar en los investigadores que conocemos de cerca, tales como los del IVIA (quizá el mejor centro de investigación sobre cítricos, pese a los conocidos de Riverside y de Israel), así como el resto de los existentes en este país.