"Sine agricultura nihil". Este lema que campa en nuestra Escuela y en nuestros viejos escudos, tuvo una profunda significación interior hace siglos y exterior hoy. Pero antes y ahora su vigencia fue y es total. Sin agricultura, sin alimentos ... nada. El hombre, se dice ahora, es su alimentación. Y si esa afirmación se retrotrae en el análisis lógico hay que concluir que esa alimentación no es nada sin la agricultura que la nutre. Ciertamente antes esta afirmación siempre estaba referida al interior, a la agricultura y alimento de los españoles. Y ello porque la economía agraria era cerrada, se consumía lo que se producía, se importaba escasamente y sólo los "ultramarinos", aquello que nos llegaba desde nuestras colonias, más allá de los mares, era bien aceptado en la metrópoli.
Me extenderé algo sobre lo que ocurría en el siglo anterior a la creación de la Escuela y que justifica, explica, su nacimiento. Tengo escrito que la política agraria que conduce a la creación de la Escuela nace en la etapa de Carlos III y se inspira en ideas de la época que proceden, a mi juicio, de varias fuentes. Richard Cantillon en su "Ensayo sobre la naturaleza del comercio en general" (1755) ya afirma que "La tierra es la fuente o materia de donde se extrae la riqueza y eltrabajo del hombre es la forma de producirla". Tiempo después el famoso médico francés François de Quesnay, aporta a la economía en los años 1756-57 su Tableau economique, y destaca cómo la producción se origina exclusivamente a través del sector agrario lo que da origen a la teoría fisocrática. Y Adam Smith publica en 1776 su celebre "Ensayo sobre la riqueza de las naciones", que hace gravitar sobre el trabajo y no sobre la tierra la fuente de la riqueza, pero cuya atención a la renta de la tierra le hace escribir "no hay capital que en igualescircunstancias ponga en movimiento mayor cantidad de trabajo productivoque el labrador". Estas ideas, además de las de Hume, Condillac, Mirabeau, Danvila, Uztáriz, Alcalá Galiano, Foronda, Peñaranda, y al fin del siglo Jovellanos, el gran Jovellanos, etc. influyen en la corte del XVIII, en una España que era agrícola y rural. Domínguez Ortiz dice que "la Corte estaba llena de ideas fisiocráticas".
No es de extrañar, por tanto, que la famosa "Instrucción reservada" que se aprueba cuando en 1787 se crea la Junta de Estado, antecedente directo del Consejo de Ministros, 21 de sus 395 artículos estén consagrados a la agricultura, vinculaciones, mayorazgos, canales de riego, regadíos, libre comercio de granos, replantación y conservación de los montes, baldíos, etc. Y de ahí nacen diversas acciones de política agraria clásica como la construcción de acequias y canales, los asentamientos y reforma agraria, los precios y comercio de granos, la creación de las cátedras de botánica, historia natural y agricultura, las expediciones botánicas y el fomento de la industria manufacturera derivada de la agricultura (azúcar, cervezas, algodón, bodegas, corcho, harinas, sedas, aguardientes, etc.).
Unido a todo ello nacen las "Sociedades Económicas de Amigos del País" que pronto centran su actividad en las técnicas y prácticas agrarias, la de Valladolidexperimentó la siembra del azafrán, la de Granada prueba en 1793 un trilloinventado por Panón. Luis Miguel Enciso ha destacado que " la principal actividad de las Sociedades fue la agricultura, tan potenciada en la época, merced a los políticos que aceptaban el pensamiento fisiocrático". Incluso las Sociedadesde Lérida y La Coruña nacen bajo la forma de "Sociedades Agrarias".
La de Segovia sugiere al Consejo la creación de una Cátedra de Agricultura. Las Sociedades ?escribí hace años (1992)? fueron, sin duda, la cuna de la experimentación agraria. Y de la de Madrid, merced a la portentosa pluma e inteligencia de Jovellanos (1795) nace el famoso Informe sobre la Ley Agraria, de obligada lectura, actualidad y cita todavía hoy.
Cuando el siglo termina han aumentado las superficies de laboreo, han progresado los "rompimientos", la ganadería está en auge y la Mesta en acentuado declive, ambos procesos provocan un aumento acelerado del las cabezas de ganado.
Al tiempo la lana castellana encuentra un mercado singular: la industria textil catalana y cambia la agricultura colonial, España se llena de azúcar cubano, de cacao de Venezuela, de café de Colombia, de cueros y carnes saladas de las pampas argentinas, etc.
Y las ideas fisocráticas o mercantilistas van siendo sustituidas por el librecambio, el liberalismo económico, cuya obra, al amparo de la de Adam Smith, se extiende por toda Europa con gran fuerza. Se fomenta la exportación de manufacturas.
Ha prosperado ya el catastro nacido en Cataluña y extendido a Castilla por Fernando VI. La guerra de la independencia, la quiebra del Antiguo Régimen y la perdida de buena parte del Imperio colonial transforman la sociedad.
Además el siglo XIX corre a lomos del crecimiento demográfico que exige cambios. Entre principios del XIX y mediados del mismo la población pasa de 10,5 millones de habitantes a 15,5 con un aumento de un 50%, (sobre todo entre los años 1830-1860). Esa población pide "pan" y para eso hace falta una propiedad familiar que asiente la población que ya empezaba a enfrentarse a movimientos migratorios importantes. Tales cambios aceleraron ?pidieron? un cambio profundo en la propiedad de la tierra. Las desamortizaciones civil y eclesiástica (entre 1810 y 1860), aunque no produjeran buena parte de los efectos deseados, sí movilizaron miles de hectáreas para la producción. En 1855 (con Espartero al frente del gobierno tras la Vicalvarada de1854) se acuerda la LeyDesamortizadora General que el 14 de septiembre de 1856 queda suspendida.
Sin entrar en el debate de este proceso ?que sería largo? digamos que estas transformaciones abrieron la puerta al gran cambio agrario ? "revolución" la llama Vicens Vives? de mitad del XIX.
Según los datos del historiador citado la superficie en cultivo aumenta en 4 millones de hectáreas nuevas y la consagrada al trigo crece un 75% hasta los 5,1 millones de hectáreas, su producción un 64% hasta los 29,5 millones de toneladas, la de vino pasa de 3,8 millones de hectolitros a los 10 millones y la de aceite de oliva se duplica. A partir de 1860 las superficies se reducen pero crecen los rendimientos. Y se expansionan los cultivos y las producciones de almendra, cítricos, frutas y legumbres, etc. Y aparece una nueva agricultura que cristaliza en innovaciones técnicas, intensificación de cultivos, pequeños regadíos, sigue la construcción de canales ya iniciados con Carlos III, control de plagas (las primeras estaciones ampelográficas datan de 1893 por razón de la filoxera y como dice Vicens Vives "La viña fue...el alcaloide de la revolución de latécnica agraria española en el siglo XIX"), etc.
En esta coyuntura era normal que comenzara a interesar las enseñanzas agrarias, desde mediados?finales del XVIII y que la mitad del XIX fuera una época propicia, aunque tardía, para tal creación. Y con ello se venía a dar respuesta a los clamores que muchos escritores y pensadores, con Jovellanos a su frente lanzaban a favor del "arte" de la agricultura. Así cuando Jovellanos afirma "el arte de cultivar la tierra...es la primera y más necesaria de todas las artes"; recuerda al Conde de Bufón cuando afirma que el trigo que se cultiva no es ninguna variedad silvestre sino que ha sido creado por el hombre; y pese a ello se pregunta: ¿qué nación hay en que la primera de las artes no sea la más atrasadade todas? Y así en los epígrafes 347 a 361 del capítulo denominado "Segundaclase" de su Informe dice: "la teórica del cultivo debe ser la más extendida y multiplicada"."¡En que abandono está lamentable en nuestro sistema de instrucciónpública!" y en su epígrafe 343, que no voy a repetir por extenso, razona con abundancia de motivos la necesidad de crear los instrumentos de enseñanza para convertir el arte de la agricultura en una ciencia y remover así los "estorbos" ? una constante de su pensamiento? al progreso. Y concluye proponiendo la creación de institutos y el favorecimiento de la instrucción pública. Esto será una constante en multitud de escritores posteriores clamando siempre por la enseñanza, que culminarán con la creación de la Escuela.
Y por ello no es de extrañar que, tras varios intentos de 1821 y de 1835 para crear una Escuela de Agricultura que no llegaron a fraguar, la reina Isabel II tuviera el acierto de firmar la creación de la Escuela. En junio de 1854 la Reina llama nuevamente a su lado al general progresista Baldomero Espartero y le entrega el poder. El 28 de julio entra en Madrid bajo grandes aclamaciones y se abraza con O?Donnell. Pero, cosas del siglo, en 1856 Espartero abandona el poder.
En este bienio y mediante Decreto de 1 de septiembre de 1855 a propuesta del Ministro de Fomento Manuel Alonso Martínez, se crea la Escuela de Agricultura, nacida en Aranjuez, en "La Flamenca", y que tras varias vicisitudes acabará en Madrid, en La Florida (Moncloa) en 1869 sobre terrenos que fueron del Príncipe Pío de Saboya y le fueron expropiados por Carlos IV, donde hoy continúa.
(Sobre las enseñanzas en la vieja Escuela tiene muy escrito Saturnino de La Plaza algunas líneas por lo que no procede comentarlo aquí).
Más tarde, ya a comienzos del siglo XX, y así nos lo constata Julio Alcaide Inchausti, vivían en España unos 18,4 millones de habitantes, 8,9 varones y 9,5 mujeres. La agricultura daba ocupación al 66,7% de la población ocupada y generaba el 37,8% del PIB. Se cultivaban 6,3 millones de hectáreas de cereales, 1,4 de viñedo y 1,1 de olivar, se producían 3,4 millones de toneladas de trigo, 1,5 de cebada, 176.000 de aceite de oliva y unos 20 millones de hectolitros de vino, tal vez unas 50.000 toneladas. de naranjas y 170.000 toneladas de arroz, y se sacrificaban 479.000 cabezas de bovino, 2,3 millones de ovino, 371.000 de porcino, y 221 millones de docenas de huevos. La gran revolución agraria continuaba.
No soy capaz de afirmar ?aunque me gustaría? que aquella Escuela fuera la causa inmediata de la gran expansión agraria de finales del XIX. Pero sí fue el fermento, la cuna de grandes expertos, de grandes Ingenieros Agrónomos, técnicos y superiores según nuestra actual terminología, ?la lista sería muy larga y no es propia de estas líneas apresuradas? que ya en esos años y mucho más a lo largo de todo el siglo XX revolucionaron la agricultura y la ganadería española merced a sus trabajos, sus esfuerzos y sus sacrificios, que continúan sin pausa en el XXI. Esa historia está por escribir. Pero cuando se haga se verá que todo ello se debe a aquella Escuela que ha formado miles de ingenieros agrónomos, técnicos y superiores, en sus 150 años de vida y cuyo aniversario celebramos con orgullo este año.