Agricultores, técnicos y empresarios del sector conocieron de primera mano numerosos proyectos e investigaciones en marcha durante la tradicional jornada de puertas abiertas del Centro de Experiencias de Cajamar en Paiporta (Valencia). Este año, destaca el incremento en las colaboraciones con otros centros tecnológicos, de investigación y empresas privadas del sector agroalimentario, lo que genera más sinergias positivas para todas las partes implicadas y favorece la sostenibilidad de los cultivos.
A la jornada asistió el presidente de Cajamar, Eduardo Baamonde, y el director territorial de la entidad en Valencia, Jesús García. En la presentación de las principales líneas de investigación que se están desarrollando, realizada con un recorrido por las instalaciones de la finca experimental, intervinieron el director de Sostenibilidad del Grupo Cooperativo Cajamar, Roberto García Torrente; el director de Fundación Grupo Cajamar, Manuel Lainez; y el director del Centro de Experiencias, Carlos Baixauli.
En el ámbito de la sanidad vegetal, el centro experimental está trabajando en el control biológico por conservación para favorecer, gracias al uso de cubiertas vegetales entre los cultivos, el establecimiento de los enemigos naturales y la eficacia del biocontrol. Así han conseguido, entre otros logros, mantener a raya la mosca blanca durante los últimos tres años sin tener que recurrir a los fitosanitarios.
Algunas de las investigaciones que se realizan pertenecen a proyectos piloto vinculados a Cajamar Innova, la incubadora y aceladora de empresas de alta tecnología del agua. Entre ellas, destaca un sistema de sensorización, a nivel de raíz, para conseguir ajustar las necesidades de riego y conseguir ser lo más eficientes posibles manteniendo la máxima productividad, consumiendo el mínimo de agua y evitando excesos que lavan los nutrientes y pierden abono. Con ese tipo de sensorización y las plataformas de las empresas con las que Cajamar está colaborando, el agricultor recibe información práctica, e incluso se generan riegos automáticos. Las empresas que trabajan en este programa de sensorización procedentes de Cajamar Innova son Brioagro e Ikos. Ambos proyectos están en una fase muy avanzada, y ya se están comercializando sus productos. “Son dos casos de éxito, son dos empresas de aceleración más que de incubación”, explicó Carlos Baixauli.
Con la multinacional Phillips, hay un proyecto de iluminación artificial con leds para las zonas más sombreadas del sistema vertical, con el objetivo de que tengan una luz similar a las partes altas. Con Fertinagro está en marcha un ensayo en pimiento con unos bioestimulantes que logran un efecto similar a las sustancias que crean las raíces de las plantas para conseguir mejorar su nutrición. El objetivo con estos aportes es reducir el uso de abonos de síntesis químicos.
Otra empresa con la que se colabora es Bihox, con un proyecto que inyecta oxígeno en el agua mediante microburbujas y una tecnología basada en la fotocatálisis. En el Centro de Experiencias se ha introducido en un sistema vertical de cultivo hidropónico de lechugas al aire libre. Con el verano en ese sistema el agua se calienta y por encima de 30ºC las plantas pueden llegar a morir por falta de oxígeno. Se están haciendo pruebas para ver qué tal funciona Bihox en estos sistemas de cultivo hidropónico en los que la temperatura del agua llega a ser limitante. Pelayo Fernández, coCEO de la empresa, explicaba el funcionamiento de este sistema.
Los técnicos de Cajamar siguen avanzando en el proyecto Harnesstom, que responde a una iniciativa europea para la mejora genética del tomate en condiciones de altas temperaturas, sequía, salinidad y enfermedades emergentes. Es el cuarto año que se está trabajando en estos ensayos experimentales para determinar los genes con los que se pueden conseguir variedades más resistentes al cambio climático sin perder productividad.
También, en colaboración con la empresa Projar, se solicitó un proyecto Ivace que consiste en producir una serie de cultivos frutales bajo invernadero con cubierta de malla, estudiando diferentes sustratos. Se ha trabajado con arándano, frambuesa, fruto de la pasión, moras y kiwiño. “El que más éxito ha tenido ha sido el de las higueras, dentro de invernadero y con cultivo sin suelo. Produce muy pronto, en el mismo año en que se planta”, destacó Baixauli.
Junto con el Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas (IBMCP), se está colaborando en otro proyecto en el que se detectan genes en tomate que permiten incrementar la densidad de plantación, lo que permite cultivar más plantas por metro cuadrado. Con ello se mejoraría la productividad del tomate, ya que con menos suelo se conseguirían más kilos. El proyecto CUCRES, también desarrollado en colaboración con el IBMCP, evalúa la resistencia a la sequía del material vegetal disponible en cultivos de cucurbitáceas.
En la jornada se dieron a conocer los trabajos de investigación en los que se está trabajando para conseguir productos hortofrutícolas más competitivos y rentables. Los asistentes tuvieron acceso a las trescientas variedades de frutas y hortalizas que se están estudiando y a sus respectivas fichas técnicas, en las que consta toda la información y características relacionadas con cada producto y su cultivo. Baixauli valoró las investigaciones que se están realizando en pimientos, tomates, berenjenas, melones, sandías, pepino y calabacines, para obtener productos de alta calidad y atractivos para el consumidor.