El Centro de Experiencias de Cajamar en Paiporta (Valencia) organizó el 7 de julio una jornada de puertas abiertas para presentar los resultados y el estado de sus trabajos de investigación agroalimentaria, muchos de ellos relacionados con una gestión sostenible de las plagas y enfermedades, como el uso de plantas biocidas para la desinfección de suelos o de cubiertas vegetales para favorecer la fauna auxiliar.
El ensayo de plantas biocidas consiste en la siembra, durante el periodo de barbecho, de diferentes tipos de coles y rábanos, que contienen isotiocianatos, compuestos naturales con cierta capacidad antifúngica para la desinfección de suelos. El proyecto consiste en “cultivar esas plantas, incorporarlas al suelo y conseguir reducir problemas de enfermedades del suelo, como hongos o nematodos”, explica Carlos Baixauli, director del Centro de Experiencias de Cajamar. En la parcela de tomate valenciano en la que se lleva a cabo este ensayo han observado una reducción de los nódulos en las raíces, síntoma de la presencia de nematodos. Sin embargo, en el caso de enfermedades como Verticilium o Fusarium, aún carecen de resultados “porque el patógeno no ha aparecido”, ni en la parcela testigo ni en la del ensayo.
Ahora que muchos agricultores reclaman autorizaciones excepcionales ante la falta de productos disponibles para la desinfección de suelos, este método de biosolarización (la combinación de enmiendas orgánicas al suelo con el calentamiento solar pasivo bajo una cubierta de plástico transparente) puede convertirse en una estrategia alternativa al uso de fumigantes. Sin embargo, Baixauli advierte de que en determinados cultivos, como el fresón, “más delicados” y con mayores riesgos fitosanitarios, “el productor debe tener más soluciones en paralelo”.
El cultivo superintensivo de higuera es otra línea de investigación destacada, para la que se ha habilitado una parcela de 1.000 metros cuadrados con cubierta de malla. En este caso, el objetivo es conseguir una fórmula para el cultivo de este frutal que sea muy eficiente y permita conseguir producción desde el primer año. Además, Baixauli menciona que este sistema elimina problemas fitosanitarios como el ataque de pájaros, la mosca de la fruta Ceratitis capitata o de Lonchaea Aristella, la mosca negra de la higuera. “Bajo malla estamos implementando el control biológico por inundación o por conservación, y solo hacemos algún tratamiento localizado para cochinillas con aceites o algún fungicida autorizado en agricultura ecológica”, detalla.
Otro de los proyectos relevantes desarrollados en la finca experimental valenciana es DSS-Mulch-CO2 para la recuperación de suelos, en el que se está experimentado con cubiertas sobre suelo con restos de paja de arroz, entre otros cultivos en cítricos, que permiten reducir el agua de riego. La utilización de cubiertas vegetales e implantación de acolchados aumenta el secuestro de carbono, reduce la erosión, incrementa la fertilidad del suelo y fomenta la biodiversidad.
El proyecto Harnesstom, coordinado por el Centro Superior de Investigaciones Científicas, trabaja en la mejora genética del tomate en condiciones de altas temperaturas, sequía, salinidad y enfermedades emergentes. Es el segundo año que se está trabajando en estos ensayos experimentales al objeto de determinar los genes con los que se pueden conseguir variedades más resistentes al cambio climático.
A la jornada asistieron cerca de doscientos profesionales de cooperativas agrarias y empresas agroalimentarias, que pudieron conocer de primera mano los resultados que está obteniendo Cajamar para contribuir al desarrollo y modernización de la actividad agrícola, así como para garantizar la conservación de variedades autóctonas. Proyectos orientados a “la mejora de la biodiversidad como una forma de equilibrio y de evitar el uso masivo de fitosanitarios, apoyar más la lucha biológica y manejar cada día mejor el suelo para que las plantas tengan las mejores condiciones para desarrollarse y crecer”, resumió el director de Desarrollo Sostenible de Grupo Cooperativo Cajamar, Roberto García Torrente.
Algunas de las investigaciones y ensayos que se están realizando se apoyan en Cajamar Innova, la incubadora de empresas de alta tecnología del agua, para mejorar el riego y la fertilización en las parcelas mediante sensores, instalados a diferentes niveles de profundidad, que permiten reinterpretar los resultados para conseguir una automatización del riego efectiva y digitalizada. “Estas investigaciones permitirán saber cuánto y cuándo se tiene que regar, ajustando el volumen y la frecuencia de riego”, destacó García Torrente.
Cajamar aprovechó la jornada para mostrar las más de doscientas variedades de tomate, muchas de ellas tradicionales y de diferentes localidades de la Comunidad Valenciana, así como de otras regiones españolas y otros países de Europa, que se ensayan en este centro de experiencias. Una colección realizada en colaboración con el Instituto Universitario de Conservación y Mejora de la Agrodiversidad de la Universitat Politècnica de València (Comav), que facilita su uso y disponibilidad a los productores valencianos.