La viticultura se enfrenta a nuevos retos y oportunidades en el siglo XXI. El cambio climático, las plagas, las enfermedades y la necesidad de satisfacer la demanda de productos más sostenibles y de alta calidad están impulsando a los investigadores a buscar soluciones innovadoras. En este contexto, las nuevas técnicas genómicas, de las que destaca la tecnología CRISPR (Clustered Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats), emerge como una herramienta revolucionaria para la edición genética. Este sistema de edición genética, que permite modificar el ADN con una precisión sin precedentes, promete transformar el cultivo de la viña al permitir el desarrollo de cepas más resistentes a las enfermedades, adaptadas a condiciones climáticas extremas y mejoradas en términos de calidad y rendimiento. La capacidad de CRISPR para dirigir mutaciones precisas sin introducir genes foráneos abre un panorama nuevo para dar una respuesta rápida a cualquier problema concreto que se puedan plantear.
La viticultura ha sido parte integral de la agricultura durante miles de años, formando parte de la llamada trilogía mediterránea junto con el trigo y el aceite de oliva. Su expansión por el mundo occidental va estrechamente ligada a la expansión del cristianismo (Mulet, 2023). Para conseguir estar presente en todas las zonas templadas del planeta, en los dos hemisferios, el cultivo de la vid ha dependido en gran medida de la habilidad humana para seleccionar las mejores variedades y técnicas de manejo del viñedo. Sin embargo, el panorama moderno presenta nuevos desafíos. Los efectos del cambio climático, el aumento de la demanda de sostenibilidad y la amenaza constante de enfermedades y plagas exigen una evolución tecnológica en el cultivo de la vid. Aquí es donde CRISPR puede marcar una diferencia significativa.