La agricultura en Europa es siempre un sector estratégico, que aporta un gran valor económico, social, territorial y medioambiental. A pesar de que el avance de la industria y los servicios ha traído consigo una paulatina pérdida de importancia de la agricultura dentro de la economía desde el siglo pasado, la producción agraria europea no ha dejado de crecer en términos absolutos. Sin embargo, la estrategia de la agricultura intensiva se ha basado en la obtención de mayores rendimientos gracias a una mayor cantidad o frecuencia de aplicación de insumos, como los Productos Fitosanitarios (PP). Además de esto, el control fitosanitario de los cultivos supone también definir una técnica de aplicación de los productos para su correcta distribución, para lo cual es necesario disponer, en primer lugar, del Equipo de Aplicación de Fitosanitarios (EAF) adecuado para cada producto y tipo de cultivo y, en consecuencia, hacer un correcto uso y un buen mantenimiento de la máquina.
Sin embargo, se sabe que durante las aplicaciones de fitosanitarios no todo el producto llega a la vegetación objetivo. Una fracción del volumen se evapora al salir al exterior antes de alcanzar las hojas, otra parte cae directamente al suelo y otra se dispersa siguiendo las corrientes de aire ambientales lejos del objetivo. Las pérdidas de producto generan daños a la biodiversidad del ecosistema local, la salud de las personas, y contaminan los recursos hídricos, como los acuíferos y los desagües de aguas subterráneas. Estos problemas se agravan si el equipo de aplicación utilizado por el agricultor no cumple los requisitos mínimos exigidos por la Directiva Europea para un Uso Sostenible de los Plaguicidas (SUD), que garantizan el correcto funcionamiento del equipo. Si, además, el pulverizador no está calibrado, las pérdidas son aún mayores.
Está claro que el sistema agroalimentario europeo debe afrontar un cambio gradual del modelo de producción de alimentos en los próximos años. Un primer paso fue la Directiva 2009/128/CE (actualmente, se está debatiendo cambio sustancial hacia un Reglamento). Ahora, el Pacto Verde Europeo es una herramienta de lucha contra el cambio climático que pretende convertir a Europa, en 2050, en el primer continente climáticamente neutro. Este pacto propone una limitación progresiva del número de insumos agrícolas convencionales, junto con una promoción de prácticas ecológicas y paisajes ricos en biodiversidad, todo ello a través de las estrategias Farm to Fork y Biodiversity. Por tanto, Europa mira al horizonte y se plantea una limitación progresiva de los agroquímicos convencionales. Hasta 2030, se pretende una reducción del 50% en el uso de plaguicidas.