El argentino Patricio Fitz Simon es, desde finales de 2022, director de la División de Soluciones Agrícolas de BASF para España. Tras varios años trabajando para la compañía alemana en América del Sur, ha asumido el cargo con el compromiso de seguir ampliando el negocio a nivel nacional, buscando el equilibrio adecuado entre una agricultura sostenible a nivel medioambiental, la rentabilidad para los agricultores y las exigencias de los consumidores.

Estrena el cargo después de trabajar varios años en América del Sur. ¿Qué supone aterrizar en España con unos condicionantes legislativos europeos mucho más exigentes en cuanto a la aprobación y registro de sustancias activas y los productos fitosanitarios?

Es todo un desafío. Viniendo de Latinoamérica, me ha impactado cómo la UE marca la agenda de las empresas. Me parece muy positivo, ojalá el mundo pueda copiar lo que está haciendo Europa, a la que veo muy solitaria en esta batalla que tenemos que seguir. Pero también me preocupa el impacto que está teniendo en el agricultor, sobre todo, y en las empresas. Los costos de los alimentos están aumentando y, por otro lado, el agricultor europeo y español pierden competitividad. Para que esto no pase, es importante que las reglas del juego sean claras e iguales para todos. Me gustaría tener un mayor diálogo con las autoridades y que las empresas de I+D estuviéramos sentados en esa misma mesa, trazando el futuro juntos con los demás actores del sector agrícola.

¿Es rentable apostar por la innovación en este sector?

La innovación es parte del ADN de BASF, una empresa de más de 150 años que siempre se caracterizó por ser innovadora y por aportar valor agregado a la sociedad. Sabemos lo costoso que es lanzar un nuevo producto que cumpla con las reglas de sostenibilidad: un producto final tarda once años en desarrollarse y cuesta más de 250 millones de € de inversión. Si consideramos que el negocio agro de BASF representa un 12% de la facturación total del grupo, y, sin embargo, la empresa invierte el 42% de I+D en agro, queda evidente que BASF confía mucho en este negocio, que es el que tiene que alimentar a 9.000 millones de habitantes de este planeta. De nuevo, para que las empresas que innovan puedan seguir haciéndolo de forma sostenible, es decir, rentable, también se necesitan reglas claras que no cambien constantemente. Y para concluir, siempre me sorprende la diferencia de actitud entre el desarrollo y lanzamiento al mercado de nuevos medicamentos y la introducción de nuevos productos para la sanidad vegetal, que no dejan de ser medicamentos para las plantas: en el primer caso la innovación se celebra y fomenta, mientras que en el segundo, la acogida no es la misma. Si pudiésemos cambiar esta mirada hacia las plantas y verlas como seres vivos, que se enferman y mueren, y que además alimentan al mundo, pues el futuro cambiaría, sobre todo el de Europa.

Un producto tarda once años en desarrollarse y cuesta más de 250 millones de € de inversión

Acabáis de anunciar un acuerdo con la empresa francesa Vivagro para distribuir el fungicida e insecticida biológico Essen’ciel en España e Italia. ¿Son las soluciones biológicas la principal apuesta de BASF en la UE, como respuesta a las restricciones a los productos fitosanitarios de síntesis?

Sí y no. Hay una demanda fuerte por parte del agricultor, que es el primero que quiere la sostenibilidad porque quiere mantener su negocio en el largo plazo, pero sobre todo lo pide el mercado. Creemos que los productos biológicos pueden complementarse muy bien con los productos de síntesis químico dentro de los programas de tratamiento y creemos que es el camino que tenemos que recorrer. Además del acuerdo con Vivagro, entre el año pasado y este, hemos lanzado dos fungicidas biológicos: Velifer® y Serifel®. Nosotros no vendemos productos, vendemos soluciones. Y hoy hay una agricultura en España que necesita soluciones nuevas, innovadoras y diferentes, ya sean de síntesis química o biológica.

BASF ha anunciado el lanzamiento de nuevas materias activas y formulaciones para los próximos años. ¿Qué soluciones tienen mejores perspectivas en la agricultura española?

Hemos lanzado Revyona® y Revycare® en los últimos dos años, ambos a base de un fungicida totalmente nuevo y revolucionario, Revysol®: un triazol con un nuevo modo de acción, que tiene una muy buena eficacia y que permanecerá en el mercado un largo tiempo porque cumple con los estándares marcados por la UE. Finalmente, el Axalion® es la gran revolución que tiene BASF en el futuro: un insecticida que ha sido clasificado como perteneciente a una nueva familia de insecticidas que antes de su desarrollo no existía, por lo cual, de momento, Axalion® es su único representante. Esta materia activa va a cambiar las reglas del juego en este segmento, que tanto necesita de innovación por las nuevas plagas que se están detectando en campo por el cambio climático y la desaparición de los insecticidas presentes hasta ahora en el mercado. Además, de nuevo, es una molécula desarrollada teniendo en cuenta la sostenibilidad: en este caso, se necesitaba de un producto eficaz y al mismo tiempo respetuoso con los insectos auxiliares y los polinizadores. Así es Axalion®. BASF está a la altura de las circunstancias y comprometida con la innovación y con la sostenibilidad.

BASF ya dispone de su propio Sistema para la Toma de Decisiones (DSS) gracias a la adquisición de Horta y su herramienta Agrigenio Vite. ¿Qué ofrece esta aplicación?

Estas herramientas son fundamentales, casi de obligación, si queremos cumplir con las reglas que ha marcado el Green Deal (Pacto Verde). El agricultor va a necesitar una herramienta que le ayude a tomar decisiones y a optimizar el uso de los recursos. En esta línea, el pasado julio lanzamos Agrigenio para tomate de industria, aparte de que ya está disponible en viña y otros cultivos. En la presentación demostramos en pruebas de campo que se logró una mayor producción de tomate frente a un ahorro sustancial en el uso de agua, energía y de fitosanitarios en parcelas cultivadas a partir de las decisiones tomadas gracias a las recomendaciones de este DSS con respeto a las cultivadas de forma tradicional. Es una ecuación fantástica, me quedé muy impresionado. También quiero aclarar que estas herramientas no vienen ni mucho menos a quitarle valor o el rol al agricultor o al técnico, simplemente complementan su labor y le permiten ser más preciso, eficiente y rentable. Cuando el agricultor empiece a usarlas y vea los beneficios que tienen, va a haber un impacto sorprendente en la agricultura española.

Veo en el agricultor español la misma pasión y energía que en el agricultor argentino

¿Está la agricultura adaptada para aprovechar estos desarrollos tecnológicos?

Es cierto que hay una barrera de entrada desafiante por varios motivos. La edad promedio de los agricultores en España es alta y hay muchos que no pueden o quieren sumergirse en este nuevo mundo digital. Está claro que para facilitar esta transición hay que identificar a los agricultores más jóvenes, que pertenecen a unas generaciones ya digitales, los agromillennials. En este sentido, hay una responsabilidad de todo el sector agro de incentivar a los jóvenes para que vengan al campo, aprender a hablarles y a escucharles, a ponerles al centro para dar respuesta a sus peticiones e inquietudes.

BASF tiene muchas herramientas y mucha inversión detrás de la digitalización, con soluciones como Agrigenio y xarvio. Sin embargo, creo que hay margen de mejora. Sobre todo, con respeto a otras industrias que van más rápido, son más osadas e invierten bastante más. Quizás, la industria del agro no está volcada al 120% en la digitalización, porque está todavía peleando con otros molinos de vientos, tratando de entender cuáles son las reglas de juego dentro de la UE. Por otro lado, sin embargo, el agricultor español va a necesitar cada vez más que la digitalización y la innovación les ayuden en la toma de decisiones, porque, solo, le será muy difícil poder cumplir con todo lo que se le pide. Estamos en un momento de inflexión, está claro: los cambios que se han visto en los últimos cinco años no los he visto en los diez años anteriores que llevo trabajando en este sector. Ojalá sea la punta del iceberg en el cambio tecnológico.

¿Tiene futuro la agricultura española?

Vemos un futuro muy positivo, a pesar de que ha sido un año complejo. Confiamos en la estrategia que tenemos y, sobre todo, veo en el agricultor español la misma pasión y energía que veo en el agricultor argentino. Son lindos fanáticos de hacer las cosas bien, de mejorar la producción y dar nuevas soluciones, y cuando tienes ese ADN, todo se puede y no hay barreras que te impidan crecer.